JAIME PASTOR
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“Uno: “¡Nada de experimentos populistas! Necesitamos un gobierno serio que dé forrabilidad a nuestra economía”. Otro: “Será “…que dé estabilidad”. Uno: “Bueno, eso” (Forges, El País, 22/1/16)
Vivimos ritmos vertiginosos en esta sociedad de la aceleración: los acontecimientos y noticias de especial trascendencia y gravedad se suceden rápidamente, sujetos a la relevancia que les den los “medios de formación de masas”, como los definía Agustín García Calvo, y sin que sea fácil detenerse a analizarlos y reflexionar sobre ellos con la necesaria atención. Así ha ocurrido con la indignante crisis de los derechos de millones de personas que demandan asilo y refugio en Europa, con los atentados mortales que se cometen en muy distintos lugares del planeta, con la lista de violencia machista con que empieza este nuevo año, con los efectos que en este capitalismo mundial biocida están teniendo la bajada del precio del petróleo o el estancamiento de la economía china; o, en fin, con las recurrentes declaraciones de portavoces de la troika sobre la urgencia de los nuevos recortes presupuestarios (alrededor de 10.000 millones de euros) que debería adoptar el nuevo gobierno español.
El viernes 22 de enero ha sido un buen ejemplo de irrupciones mediáticas que cambian bruscamente la actualidad política. En efecto, cuando todavía estábamos digiriendo los escandalosos datos proporcionados por el estudio “Una economía al servicio del 1%”, realizado por Oxfam Intermón (https://www.oxfam.org/es/informes/una-economia-al-servicio-del-1 ), según el cual las 62 personas más ricas del planeta acumulan tanta riqueza como los 3 6000 millones más pobres y los 20 españoles más ricos tienen tanto como el 30 % más pobre, de pronto la agenda política ha pasado a centrarse en la oferta de gobierno del “cambio, plural y proporcional” hecha por Pablo Iglesias a Pedro Sánchez y en la posterior retirada temporal de su candidatura a presidir un nuevo gobierno por parte de Mariano Rajoy.
La iniciativa de Pablo Iglesias contiene un programa muy general que incluye compromisos de cierto alcance: entre éstos, el freno a los recortes sociales y la reversión de las privatizaciones, el rechazo del TTIP, la disposición a no aplicar los nuevos recortes que exige la troika (aunque no hay ninguna mención a una moratoria y auditoría de la deuda ni a una reestructuración de la misma), un plan de emergencia social para los 100 primeros días de gobierno y la propuesta de un referéndum consultivo en todo el Estado sobre la necesidad de una reforma constitucional. Ésta, según Podemos, debería incluir sus 5 ejes, entre los que se encuentran el blindaje de los derechos sociales y el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado y la búsqueda de una vía democrática para el “encaje constitucional” de Catalunya en “la unidad del país”. Este emplazamiento ha venido acompañado de una lista de ministrables (incluido Alberto Garzón) para dar mayor credibilidad a la disposición de la dirección de Podemos a formar parte de un nuevo gobierno presidido por Pedro Sánchez.
La reacción ante este cambio de escenario por parte de Mariano Rajoy ha sido optar por una retirada temporal a la espera de ver lo que da de sí la guerra interna dentro del PSOE ante el órdago podemista; eso sí, el líder del PP, afectado además ahora por nuevos escándalos de corrupción, ha aprovechado para recordar que con su peso numérico en el Congreso y su mayoría absoluta en el Senado sigue teniendo capacidad de bloqueo ante cualquier proyecto de reforma constitucional. Por otro lado, no han tardado en responder a la propuesta del líder de Podemos veteranos dirigentes socialistas, encabezados por Alfredo Pérez Rubalcaba, calificándola de “chantaje” y “humillación” para su partido.
Es obligado reconocer que, pese a estar en contradicción con el discurso mantenido hasta fechas recientes respecto a un PSOE caracterizado como partido del régimen, así como a llegar mucho más lejos de la táctica adoptada en el ámbito autonómico (fórmula que en este caso también habría sido más coherente con ese discurso y, a la vez, con garantizar no dejar gobernar al PP ni por activa ni por pasiva), la oferta de Pablo Iglesias supone un desafío a la dirección de ese partido y sitúa en el mismo la responsabilidad futura de que llegue a formarse un gobierno de la derecha o se convoquen nuevas elecciones.
No parece que la dirección del PSOE, condicionada por un liderazgo débil que se encuentra bajo la vigilancia de sus baronías y “seniors” (pronto se supone que hablará Felipe González para reforzar las “líneas rojas”), aun aceptando negociar con Podemos, esté en condiciones de asumir puntos clave de un programa que implicaría una confrontación abierta con la troika y con el Ibex 35, además de estar bajo la acusación permanente de poner en riesgo la “unidad de España”, por mucho que Pablo Iglesias insista en que están dispuestos a defenderla en un hipotético referéndum catalán.
El PSOE se encuentra así en una encrucijada e incluso ante la amenaza de un “Vietnam” interno, como ha profetizado Enric Juliana respecto a lo que pueda ocurrir en la próxima reunión de su Comité Federal. Cualquiera que sea la alternativa que elija, incluida la alianza con Ciudadanos con el fin de evitar el peor de los escenarios -unas nuevas elecciones en la que ya se anuncia como perdedor-, provocará divisiones en su seno y un desgaste mayor o menor en beneficio de sus competidores, especialmente de Podemos.
Con todo, caben pocas dudas sobre cuál es la apuesta de los poderes económicos y mediáticos en estos momentos: su prioridad sigue siendo la de forzar, bajo una forma u otra, una “Gran Coalición” de PP, PSOE y Ciudadanos que garantice la “gobernabilidad” del régimen y tranquilice a los “mercados” y a la troika. Claro ejemplo de esto es la línea editorial del diario El País, el cual recuerda hoy mismo la necesidad de ir buscando una persona independiente que pudiera contar con el apoyo de esos partidos para someterse a la investidura y formar un nuevo gobierno.
Por eso, aun a riesgo de equivocarme, no parece que vaya a tener mucho recorrido la iniciativa de la dirección de Podemos, ya que por mucho que fuera moderando sus propuestas en una hipotética negociación con Pedro Sánchez (en el caso de que a éste le dejara hacerlo su Comité Federal), la nueva fuerza política sigue siendo vista con desconfianza por los poderes económicos de dentro y de fuera y, por tanto, generadora de “inestabilidad”.
En efecto, ésa es la palabra tabú que se extiende cada vez más entre quienes se habían acostumbrado a la prolongada estabilidad institucional que habían garantizado hasta las pasadas elecciones los partidos del régimen. Ahora, en este nuevo ciclo político que apenas acaba de comenzar, se tendrán que acostumbrar a vivir al menos con un grado de incertidumbre que esperemos vaya a más en la medida que Podemos y las “confluencias” representativas de la plurinacionalidad (palabra que sigue siendo maldita dentro incluso del PSOE y a la que no solo no debe renunciar Podemos sino que ha de seguir acompañándola con la exigencia de un referéndum en Catalunya) no se adapten a las exigencias de la “gobernabilidad” del régimen y sigan apostando efectivamente por un “cambio” que no acabe siendo un mero recambio de elites.
Porque hay al menos dos vías posibles para Podemos de “sorpassokización” (o sea, de adelantar y convertir al PSOE en un nuevo PASOK): una, la de ir ocupando su espacio político mediante la vieja y clásica adaptación a las constricciones sistémicas del régimen y de la troika, como ha acabado ocurriéndole a Syriza, ahora además en declive según las últimas encuestas; otra, la de mantenerse firmes en la voluntad de seguir avanzando por la senda de la “revolución democrática” y del rechazo al chantaje de la troika, haciendo ver en las bases socialistas que no caben “terceras vías” ni en la defensa de los derechos sociales ni en la conquista de la soberanía popular.
Así que “Sí, se puede...pero habrá que echarlos” preparando una nueva ronda de movilizaciones no solo en el plano electoral sino también en el social –el de las calles, las plazas y los centros de trabajo-, en la que el empoderamiento popular no sea solo un eslogan sino también una realidad material en ascenso. Una tarea necesaria y urgente a la vez, con mayor razón ante la hipótesis de una nueva convocatoria electoral en la que no bastará contar con una “maquinaria de guerra” mediática para hacer frente al “Partido del Orden” que se está forjando ahora para impedir su victoria. Hace falta empezar a construir ya un partido-movimiento, pluralista y democrático, capaz de ir convergiendo con todas aquellas fuerzas sociales, políticas y culturales que apuestan por un proceso destituyente de este régimen, así como de la “gobernanza” cada vez más austeritaria dentro de la Unión Europea. Las iniciativas en marcha en torno a un Plan B para Europa y, esperemos, al rechazo de la deudocracia marcan el principio de un posible cambio de rumbo que habrá que profundizar en los nuevos tiempos que se anuncian.
Bienvenida, pues, la inestabilidad si lo es, como ya se afirmó en el acto conmemorativo en Madrid del segundo aniversario de la fundación de Podemos, para hacer temblar a quienes solo aspiran a seguir enriqueciéndose y a frustrar la ilusión por ese “Cambio” con mayúsculas que sigue creciendo desde abajo.
Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED y editor de VIENTO SUR
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