martes, 12 de decembro de 2017

Las dos condiciones de Arabia Saudí para entregarle Jerusalén a EEUU

En la imagen, una vista general de la Cúpula de la Roca en Jerusalén, el 4 de diciembre de 2017. REUTERS/Ronen
NAZANÍN ARMANIAN
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“Tengo el honor de presentarle un proyecto para establecer relaciones entre el Reino de Arabia Saudí y el Estado de Israel basado en el acuerdo de asociación estratégica con los Estados Unidos de América”. Así empieza la presunta carta secreta enviada por el ministro de exteriores de Arabia Adel al-Jubeir al príncipe heredero Mohammed bin Salman, filtrada por el diario libanés Al-Akhbar del 14 de noviembre que también revela el viaje secreto de Mohammed a Israel en septiembre. En la carta se puede destacar lo siguiente:
1. Una hoja de ruta para establecer relaciones diplomáticas con Israel,
2. El apoyo de Riad al plan de paz de EEUU en el conflicto palestino-israelí, en el que:
a) La Autoridad Palestina (AP) renunciaría al Jerusalén Este como su capital, en cambio y podrá llamar a Abu Dis (un suburbio de Jerusalén) “Al Quds” «Tierra Sagrado» convirtiéndolo en su capital.
b) La AP tendría soberanía limitada sobre las áreas de Judea y Samaria, y además se mantendrán los asentamientos judíos en ambas áreas, y
c) Los refugiados palestinos no tendrían “derecho de retorno”.
Sin embargo, la carta añade que
3. “El reino no puede arriesgarse a este movimiento” sin que EEUU se comprometa a:

aContener a Irán.
b) Dotar a Arabia de armas nucleares.

La traición de Riad
¿ Se trata de un complot contra Palestina? El mismo diario revela que Riad amenazó a Mahmud Abás o aceptaba el plan o era forzado a dimitir.  No sería la primera vez que Riad cooperaba con EEUU contra una nación “musulmana. Afganistán, Irak, Yemen, Siria, Libia e Irán también han sufrido las consecuencias de la “Santa Alianza” entre las fuerzas más reaccionarios y sin escrúpulos del mundo.  
También han sido secretos los tres viajes que realizó Jared Kushner, asesor sionista de Trump, a Arabia Saudí (el último fue el 29 de octubre) para negociar con el Príncipe Mohammed bin Salman la cuestión palestina. Se desconoce el contenido de las negociaciones de estos dos peligrosos jóvenes, que han ascendido al poder gracias al favoritismo familiar.
Era imposible que EEUU decidiera reconocer a Jerusalén como la capital de Israel sin antes haberlo pactado con Arabia Saudí, Egipto y Jordania. Se aseguró de que la reacción de los principales países “musulmanes” no iba a ser más allá de la controlada quema de banderas por algunos cientos de indignados. En caso de un desafío serio (por parte de Irán, Siria y Hizbolá), Israel utilizaría su superioridad militar.
Con este cierre chapuza del conflicto israelí-palestina, el triángulo Washington-Riad-Tel Aviv pretende centrarse en reducir a Irán, como la prioridad compartida; la construcción del Gran Israel puede ser uno de los premios que recibirán Netanyahu y Trump a cambio de la imposible tarea de reducir a Irán.

La ofensiva israelí
La destrucción de los estados árabes de Irak y Libia, el desmoronamiento del “Frente de resistencia” como el principal objetivo de la guerra contra Siria,  el fracaso de las primaveras de Egipto y Túnez, las presiones contra Irán, los fuertes vínculos de las monarquías árabes del Golfo Pérsico con el imperialismo occidental le garantizan a Israel su imparable avance en la región: no habrá otra “crisis energética” como la del 1973, provocada cuando los países árabes impusieron un embargo petrolero a EEUU por su apoyo militar a Israel. Mohammed ElBaradei, ganador del Premio Nobel de la Paz propone reducir de forma drástica los miles de millones de dinero que los árabes envían a EEUU y disminuir sus relaciones diplomáticas, militares y de inteligencia con este país.
Sin embargo, la tragedia invisibilizada de los palestinos y el fracaso de su lucha, en parte es una manifestación de las limitaciones del panarabismo como ideología basada en la etnia: no es capaz de explicar los intereses de clases que unen a las burguesías árabes, israelíes y estadounidenses.  La cuestión palestina tampoco es de índole religioso. Se trata de un pueblo y su territorio colonizados por una fuerza ocupante.  Israel, que les exige a los palestinos reconocer su estado, les niega un estado y  les considera y les trata como Untermensch, en el nombre de Yahvé.
Nadie debe tomar en serio al vendedor de humo “musulmán”,  el Sultán Tayyip Erdogan (que como otros dirigentes de la región suele explotar la causa Palestina para desviar la atención domestica de los problemas políticos), cuando advierte de que Jerusalén es la “línea roja” para los musulmanes: él mismo sigue vendiendo el petróleo del Kurdistán iraquí a Israel.
Por su parte, Irán, que no tiene una propuesta viable al conflicto (espera que un día Israel desaparezca por voluntad de Dios), y nunca se ha llevado bien con AP, no le perdona a Mahmud Abás su buena relación con la Organización de Muyahidines del Pueblos, un grupo de extrema derecha islamista iraní que disputó el poder con Jomeini en los ochenta.

La medida de Trump, aunque ampliará la esfera de influencia de Israel en la región, ha devuelto la causa olvidada palestina a la agenda internacional, desenmascarado a los hipócritas líderes de Oriente Próximo, además de dificultar a los jeques saudíes establecer relaciones oficiales con Israel. Ahora son los palestinos y las fuerzas solidarias a nivel mundial que mostrarán su capacidad para frustrar una nueva limpieza etnia palestina.

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