Joseba Muruzábal ha cubierto varios pueblos de Galicia con enorme murales de abuelas con superpoderes, en homenaje a las mujeres del rural gallego que han dedicado su vida a trabajar en el campo
Paula Cantó
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Hay señoras del rural gallego que llegan a medir 15 metros. Algunas son capaces de cargar con piedras a la espalda que son más grandes que ellas y otras pueden lanzar rayos por los ojos mientras hacen levitar una patata. Son las enormes abuelas gallegas que se alzan en forma de mural como testimonio pictórico del trabajo que, aun con su avanzada edad, siguen desempeñando. ‘Fenómenos do rural’ es la serie de cuadros y murales que el artista gallego Joseba Muruzábal ha realizado durante un año, en una mezcla que nada “entre el cómic de superhéroes y un rural feminizado”.
“Es un hecho que el minifundio gallego es cosa de mujeres y esto es determinante para que desarrollen una mentalidad de trabajo y una fuerza para ejecutarlo fuera de lo normal”, explica Muruzábal a El Confidencial. En esto reside el motivo de su obra: “quería dar testimonio de una realidad de una forma divertida y exagerada”. Y enfatiza en el tema, en que la mujer rural no deja de trabajar, en que no se jubila de la azada y de la hoz porque su vida acostumbrada al trabajo no lo permite. “Nuestro rural está lleno de sexagenarias, septuagenarias y octogenarias con una energía y una fuerza fuera de lo normal”, asegura. Él las ha conocido de primera mano e inmortalizado en sus murales.
El cuadro que inauguró la serie muestra una señora pelando una patata en el aire como si tuviera telequinesis, el bautizado como ‘Preparando o cocido’. Surgió de la mirada acostumbrada de Muruzábal a un poder digno de un Jedi, cuando el artista pintaba una versión cárnica de ‘Star Wars’ con hamburguesas haciendo de planetas, naves como botes de Ketchup y un Joda haciendo levitar unas patatas fritas. “Las meigas nunca existieron, siempre fueron Jedis”, dice en referencia a las hechiceras de las leyendas gallegas. Aquel primer cuadro fue el que le hizo fijarse en el arcén de las carreteras de Galicia, donde, asegura, siempre hay una mujer en mandilón haciendo algo, cargada con carretillas y sacos.
“En una ocasión vi a una mujer de cierta edad, con la cara llena de arrugas, cortando la hierba con una guadaña en un campo más vertical que horizontal. Me pareció un trabajo a la medida de un campeón de triatlón”, escribe. En uno de sus cuadros, ‘Equilibrio na horta’, también refleja esta escena. Su obra cuenta además con un curiso caso real como base: la apodada Spiderman gallega. Ana, procedente de A Coruña, apareció en los informativos cuando sus vecinos notaron que, a sus 65 años de edad, salía a la cornisa a limpiar las ventanas de su cuarto piso con bata y sin arnés.
“Son de una generación que dependía de estos trabajos extra para poder sobrevivir. En Galicia, por su carácter rural y costero, la mujer aportó siempre a la economía familiar una ayuda imprescindible”, explica Muruzábal, que destaca la feminización del mundo rural gallego. Él ha conversado con sus modelos, escuchando su vida y sus historias. “El hecho de desempeñar un trabajo tan dependiente como es la huerta o el cuidado de animales, hacen que el ritmo de la vida laboral de estas mujeres sea constante, regular y para toda la vida, sin vacaciones ni jubilación. Son muchas las mujeres que al sentirse impedidas después de una caída no son capaces de recuperar su ritmo de vida, entran en depresión o simplemente se dejan morir.”
Sus pinturas conforman una metáfora de esta realidad. “La tradicional meiga gallega se convierte a los ojos de los más jóvenes en una mujer con poderes, una Jedi o una mutante de 'X-Men'”. Porque aunque Galicia es una tierra que siempre ha estado ligada a la magia y a la brujería, ahora, explica, los referentes han cambiado. Por eso sus obras beben del cómic y de la ciencia ficción. “Mis superheroínas se diferencian del resto héroes por su traje, único y exclusivo de los mercadillos gallegos, el mandil a cuadros. Ya es un elemento iconográfico de nuestra tierra".
Muruzábal se organiza antes de pintar sus enormes murales en fachadas de edificios. Lo primero es la idea, pensar el superpoder adecuado para la modelo. Después, elegir el sitio, donde dibuja una cuadrícula para guiarse antes de subirse a pintar. En poco más de un año ha pintado siete murales de esta misma serie, cinco de ellos basados en las abuelas de amigos suyos. Casi todas sus obras están pintadas en pueblos gallegos donde se han realizado festivales de arte urbano. “Sokram, uno de los creadores del festival Desordes Creativas, me invitó a pintar a Ordes y ahí empezó todo”, relata. Sus organizadores lo son también del Rexenera Fest en Carballo, el Compostela Contemporánea o el Cromático Mural Fest, en Cambre, de donde es natural Muruzábal. “A ellos les debo estar pintando en las grúas”.
'A muller acróbata, A Cortesa de Cambre' (Joseba Muruzábal)
En todos sus murales, las súperabuelas aparecen enormes y con una fuerza sobrehumana que les permite cargar con pesadas piedras o realizar equilibrismos portando cómodamente una bombona de butano bajo el brazo. Como ‘A Cortesa de Cambre: A muller acróbata’, el mural inspirado por Luisa, “conocida en el pueblo como la Cortera, fundadora de la coral de Cambre y dueña del bar O Novo hasta su jubilación”, explica Muruzábal. “Lo que fue su bar, ahora es el salón de su casa, hay estanterías con botellas de las que ya no encuentras y lo que más me llamó la atención: un patio con gallinas y ocho bombonas de butano”, escribe el artista en la descripción de su mural. “Por esta abundancia de naranja la subí feliz a una bombona, cargando otra, y bajando por la cuesta de su casa.”
La mujer que atisba desde la depuradora con unos prismáticos es Carmen, ‘Lady Falcon’. “95 años de buen humor”, escribe Muruzábal en su Facebook junto a la imagen del mural pintado en As Pontes. “En un principio me parecía un poco mayor para hacer la idea que tenía pensada, pero la carismática modelo me convenció de lo contrario al minuto”, confiesa. Cuando Carmen era joven, su marido Edmundo fue contratado para el mantenimiento de la depuradora. Entonces, los trabajadores tenían derecho a la casa adosada a su lugar de trabajo. Una casa en condiciones que fue la alegría de Carmen durante muchos años. “La casa no era suya y ahora se disgusta mirando el abandono de lo que fue su hogar desde la ventana de su salón”, escribe el autor de la obra. “A pesar del cambio, siguió trabajando en la huerta. Ahora vive sola, en un piso enfrente de la depuradora.”
Joseba Muruzábal lleva desde los 18 años decorando comercios y montó la academia de pintura Veladuras en Santiago. Antes de ‘Fenómenos do rural’, ya había hecho murales pero siempre con una finalidad decorativa. Sobre su serie de abuelas superheroicas, Muruzábal insiste: “Mi intención en un principio no es reivindicar porque ya es una realidad que todos los gallegos conocemos”. Lo que desea, en cambio, es homenajearlas. Con una bombona de butano en lugar de un Mjolnir y, en lugar de una capa roja, su inconfundible mandil de cuadros.
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