Pedro Luis Angosto
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En la guía de la “buena esposa” editada por Falange en 1953, las comadres de la Sección Femenina del partido daban una serie de consejos a sus alumnas obligadas del Servicio Social para que en el futuro se comportasen tal y como Dios y Franco -caudillo por la gracia del primero- mandaban. La esposa perfecta del régimen debía encargarse de todas las labores del hogar, pero sin que ello perturbase lo más mínimo el descanso y el relajo del marido, alma de la organización familiar. Tenía que ocuparse de los niños, ser hacendosa y no hablar de tonterías particulares que distrajesen al hombre de sus ocupaciones y preocupaciones. Dedicada a tiempo completo a los apetitos del macho, la mujer debía prestarse al pecado de la carne cada vez que él se lo pidiera, eso sí, sin mostrar nunca goce, disfrute o pasión, porque en eso, en el disfrute de la mujer, estaba la clave de la perdición y la condena eterna. La mujer había desafiado a Dios al comerse la manzana del jardín prohibido y dar rienda suelta a sus instintos sexuales animales sería como abrir las puertas de par en par al libertinaje, la corrupción de las almas y la destrucción de los valores eternos en que se fundaba la sociedad de la buena gente. “Cuando desaparecen los frenos que contienen socialmente a la mujer -escribía el psiquiatra fascista del régimen Antonio Vallejo-Nájera- se despierta en el sexo femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes y lógicas, característica de la crueldad femenina que no queda satisfecha con la ejecución del crimen, sino que aumenta durante su comisión…”. Vallejo-Nájera, que se había formado con eminentes psiquiatras nazis, explicaba la participación de la mujer en las revueltas políticas porque en ellas conseguían satisfacer sus apetitos sexuales más primitivos. Por tanto, la participación de la mujer en la política debía ser siempre subalterna y bajo estricta vigilancia del macho dominante.
Pues bien, todas esas barbaridades que parecen propias de un régimen regido por energúmenos como el franquista, han llegado hasta nosotros sin causar la repulsa que debiera en dirigentes y ciudadanos, de modo que continuamos asistiendo a conductas de dominio patriarcal repugnantes en todos los órdenes de la vida, desde el doméstico al político, desde el laboral al de las relaciones interpersonales, en las que el macho actúa todavía como si tuviese un papel predominante, director e inapelable que debe ser asumido por las mujeres como natural. Es, qué duda cabe, otra de las terribles herencias de la dictadura, pero también un atavismo y el resultado de unas políticas educativas y de comunicación fallidas que no han sabido evitar que un sector de las nuevas generaciones sigan cosificando a las mujeres. Los hechos brutales protagonizados por los miembros de “La Manada” durante las fiestas de San Fermín, el tratamiento que ciertos medios de comunicación están dando a los hechos y el juicio paralelo al que se está sometiendo a la víctima, son el resultado de esos fallos estructurales y de la pervivencia de hábitos salvajes e inhumanos que son aplaudidos o, al menos, consentidos con cierta sonrisa por una parte nada desdeñable de nuestros paisanos, infrapersonas que siguen comportándose tal como lo haría el hombre de Atapuerca y como no lo hace ningún otro ser vivo del planeta.
Como creo que el asco que siento ante este hecho y todos los que se le asemejan lo expresa a la perfección un miembro de mi familia, mi hijo Pedro Angosto, les dejo su reflexión colgada hace unos días en una red social: “Siempre, desde que era un crio, he creído en la reinserción, y sigo haciéndolo. Creo que a las personas que se les priva de libertad, con un correcto tratamiento, no volverán a reincidir. En España algo más del 70% de los presos no reinciden (dato de 2015) pero hay casos como el de estos desgraciados que hacen que uno se cuestione lo que tan arraigado tiene. Fundamentalmente por un hecho: estas bestias no creen que hayan hecho nada malo. Y es a esto a lo que nos referimos cuando decimos que no son enfermos mentales, son hijos sanos del patriarcado. Estos chicos no son los típicos psicópatas con mil traumas infantiles y problemas de socialización que venden las pelis “yankees”. La mayoría tenían novia, tenían un trabajo normal, ¡uno hasta es Guardia Civil! porque se ve que la pregunta “¿Te parece divertido acosar y violar en grupo a mujeres?” no se incluye en el psicotécnico. Simplemente, les parecía que el colofón de una buena fiesta era violar en grupo a la primera que pillarán por banda. Seguramente tengan en su cabeza uno de esos mensajes que tanto se repiten en los medios y que forman parte de la hegemonía cultural e ideológica, a saber, que las mujeres son muy difíciles de entender y que un NO si insistes mucho es un SI, que es lo que ellas quieren decir pero dicen lo contrario (¡para provocar!), que si no lo fueran buscando no se vestirían así o no beberían tanto…, que si gimen es que le gusta.
Para ellos (¡y ojo, para su defensa!) es que ni si quiera hubo violación, quizás se pasaron un poquillo y ya está, cosas de estar ebrio, que ni si quiera se le “empalmó” del todo dice el Guardia Civil. Alega la defensa que la actitud y carácter de la chica evidencian una mujer que sabe defenderse y está acostumbrada a ese trato, que en caso de haberlo querido no era ninguna remilgada y hubiera impedido el acto. Dejando claro primero una peste a rancio brutal porque al parecer hay dos clases de mujeres: las que obedecerían a “la manada” y las que saben defenderse, y aún más rancia la idea de justicia que subyace: en función de este criterio, un delito es más o menos grave.
Es por esto que algo me dice que no va a haber reinserción, que no les van a caer 23 años como pide la fiscalía, les caerán 10 años (¡con suerte!) y a los 5 ya estarán con el tercer grado. Durante cinco años dirán todo lo que se arrepienten y se comportarán como buenos ciudadanos, aunque luego en el patio se rían de aquella noche: “jajajajaja, ¿te acuerdas? que ni se te empalmaba” y cinco años más tarde volverán a San Fermín, a las Fallas o a la Feria de Albacete, eso sí, sabrán que nada de comentar la jugada por el WhatsApp ni de hacerlo en un portal, que tontos no son.
Espero que vuestras caras no se nos olviden nunca para echaros a patadas de nuestras fiestas y de nuestras vidas. No habéis nacido ni habéis sido educados para vivir en sociedad”.
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