Ayer nos hacíamos eco del incendio que lleva azotando la Amazonia brasileña desde hace 17 días, pero no queremos olvidarnos de Siberia, que lleva tres meses ardiendo como una tea. Una inmensa nube blanca preñada de hollín y más grande ya que la superficie de la UE cubre el territorio de la vasta región rusa.
Desde finales de junio la Rusia asiática, que normalmente está cubierta por el hielo en las estaciones frías, se consume en brasas y libera toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, agravando aún más la emergencia climática. El fuego arrasa con la taiga, un bioma caracterizado por sus formaciones boscosas de coníferas, la mayor masa forestal del planeta.
Los incendios se propagan por las tierras de Krasnoyarsk, Yakutia, Irkutsk y la península de Yamal, mientras que el humo se extiende por territorios que abarcan seis husos horarios. Los damnificados se quejan de que la reacción de la Administración ha sido tardía y la humareda roza ya la costa norte de Alaska, aunque el Gobierno niega que el enorme hongo haya traspasado las fronteras de Rusia.
Vladímir Putin se ha visto obligado a enviar al Ejército para sofocar las llamas, una respuesta que, aunque enérgica, ha sido tildada de tardía. En media docena de territorios se ha declarado el estado de emergencia. Unos 13.000 animales salvajes han muerto o abandonado sus guaridas, según Greenpeace.
Por ahora 5,4 millones de hectáreas de bosque -equivalentes a la superficie de Croacia- han quedado reducidas a cenizas en apenas dos meses. La nube de humo es de tal calibre que Greenpeace estima que las llamas están despidiendo tanto anhídrido carbónico como el expulsado por 36 millones de automóviles en un año.
El temor de las autoridades estriba en que el fuego prenda la turba del subsuelo. Si así ocurriera, los incendios se volverían subterráneos, lo que dificultaría muchísimo su extinción. A causa de las altas temperaturas de los meses precedentes y de ahora, la vegetación se ha desecado muy rápido.
Arde el ártico
Los incendios están asolando este verano todo el Ártico. Las imágenes por satélite ofrecen un panorama pavoroso de Alaska, Siberia, Groenlandia y Canadá, donde inmensas columnas de humo se yerguen en un sobrecogedor espectáculo. Que el Ártico sea una descomunal brasa es muy peligroso para el planeta, por cuanto el carbono desprendido acelera el proceso de fusión de la nieve y el deshielo en la región.
La expansión de los incendios en la zona es tal que algunos científicos deslizan la hipótesis de que el Ártico, incluida Siberia, está experimentando un calentamiento que progresa dos veces más rápido que el del resto del planeta. El combate contra las llamas se complica por el hecho de que muchos de los focos se encuentran en zonas de difícil acceso, además de que los bomberos se enfrentan a cientos de incendios a la vez.
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