Y es que las Ayuso del mundo, tampoco ella en particular en su nimiedad, como los Salvini y sus votantes, hacen posible en el fondo el drama de los refugiados, la injusticia de los gobiernos y de la UE y las crisis económicas cíclicas
Lo dramático es que todo esto ha sido posible también por la actitud de Pedro Sánchez y el PSOE y hasta sus acólitos. Se han dejado comer el terreno de forma incomprensible
Ayuso culmina 80 días después del 26M la apuesta personal de Casado de mantener la 'plaza' de Madrid
Rosa María Artal
Le gusta posar y, solo cuando en su postura explota las armas de mujer en el más lamentable sentido tradicional, su mirada vacía cobra expresión. La están convirtiendo en la Musa del negocio neoliberal del PP de Madrid, emblema del español. Si destaco la ridícula afectación, tan "femenina", ante las cámaras es porque Díaz Ayuso, nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, tuvo el valor de decir que es víctima de una campaña machista, al ser preguntada por sus irregularidades inmobiliarias.
La pobre niña mimada de Esperanza Aguirre, community manager de su perro Pecas, "solo" recibió de su padre un piso para evitar perderlo ante sus acreedores. Un hecho que, en sí mismo, sería sospechoso del delito de alzamiento de bienes. Al padre de Díaz Ayuso le había dado un crédito Avalmadrid, financiera semipública de la Comunidad, que regaba a empresarios del PP de la región donde lleva gobernando un cuarto de siglo, desde el Tamayazo. Como aval del crédito, pusieron una nave industrial de un pueblo de Ávila que era una construcción ilegal. El dinero prestado por Avalmadrid nunca fue devuelto. Todavía se advertían más irregularidades, como pueden ver aquí. La nueva presidenta de Madrid además no pagó en 5 años el IBI de otro local de oficinas en Madrid. Y dice Ayuso que señalar sus trapicheos es machista. Ella que posa de esta guisa nada casual.
Ni siquiera son los turbios antecedentes lo peor, la tragedia es cómo la lavadora mediática se dispone a subir a Ayuso a los altares. TVE en su telediario del jueves dio entrada a la sesión de investidura diciendo: "Ayuso también se ha defendido de las sospechas de corrupción de las que le acusa la izquierda". Y no, son investigaciones periodísticas basadas en datos. A veces, no querer molestar a los partidos con poder hace un flaco servicio a la información. Por supuesto que la carcundia oficial fue más allá. "Errejón, atónito y soliviantado ante una mujer a la que creyó incapaz de defenderse", escribió uno de los medios. Se trataba de ahondar en la burda y falsa estrategia de Ayuso y su mentor Pablo Casado. La nueva presidenta, en un lamentable discurso, había soltado todos los tópicos y falsos dossieres al uso. Es la guerra. Sucia.
La ascensión promocionada de Ayuso al estrellato ha llegado al colmo al ser bautizada como "la nueva dama de hierro del PP". Dama y de hierro, cuando Ayuso viene a ser el instrumento, carente de escrúpulos, para salvar el negocio del PP. En Madrid y en toda España sí se puede. Del PP y de sus socios de la derecha extrema. "No debe ser tan tonta -dicen los siempre bienintencionados-, ha logrado negociar muy bien el cargo". Ha logrado salvar los muebles con el edificio en ruinas y en eso la derecha es experta. Tiene muy claras sus prioridades.
De Ayuso se espera que coloque a cuantos pueda de los 263 cargos que quedaron descolgados de sueldo por la debacle electoral de Pablo Casado en las generales. ¿Recuerdan que el PP sufrió la peor derrota de su historia? No es que los medios ayuden mucho a fijar esa idea como sí hacen con otras. El problema es que la ultraderecha oficial, Vox, la que quiere adelgazar el Estado, también quiere colocar a los suyos. Y hay más demanda de sillas que asientos reales remunerados. De momento, hay mucho presupuesto del que tirar.
Sin escrúpulos, decía, dado que al margen de todo lo visto y apuntado, hace falta mucho valor para declarar –todos ellos, Ciudadanos también- que Madrid nace a no sé qué libertades y logros como si hasta ahora hubiera gobernado otro partido en la Comunidad. Más aún, sin pestañear, Díaz Ayuso llegó a presumir de la herencia de Aguirre que ha acabado en los sumarios de la Púnica.
Hoy habría que seguir hablando de los emigrantes varados en Lampedusa a bordo del barco Open Arms. Desesperados, mirando la tierra a la que no pueden bajar porque no les dejan. No lo permite el neofascista ministro del Interior, Salvini. De los muchos otros del Ocean Viking a los que no se da ni siquiera esa prerrogativa de estar cerca de suelo firme. De la crisis económica que se cierne sobre todos por los negocios de Donald Trump con China o de China con Donald Trump. De la amenaza de recesión en la locomotora alemana que renquea. Y de muchos otros temas esenciales. Pero estamos en el puente de mitad de agosto. Tranquilos. Mejor ver a Ayuso posar y contemplar cómo la elevan y cómo desata risas y preocupación entre quienes saben lo que supone ese perfil en ese cargo. Más recortes, más trampas, más mentiras, listas y persecuciones o mermas de derechos a colectivos vulnerables. Desde luego, bajar los impuestos -preferentemente a los más ricos y aplauden los medios afines- lo paga en servicios esenciales todas la población.
Y es que las Ayuso del mundo, tampoco ella en particular en su nimiedad, como los Salvini y sus votantes, hacen posible en el fondo el drama de los refugiados, la injusticia de los gobiernos y de la UE, las crisis económicas cíclicas que al reasentarse dejan más ganadores en un lado y muchos más perdedores en el otro. Ayuso, como cara del negocio neoliberal, tan tiznado de corrupción y abusos en España. Y encima machista para cumplir a rajatabla el programa de ultraderecha al que se ha comprometido. Encima mujer que juega a la terrible ambigüedad calculada de los posados que contradicen sus palabras. Modelo ya vetusto, cuando la gran mayoría de las mujeres ha conseguido que no se nos identifique con él.
Pablo Casado va camino de convertir en triunfo su aplastante fracaso. Al calor de los intereses, las tres derechas se han unido. Lo dramático es que todo esto ha sido posible también por la actitud de Pedro Sánchez y el PSOE y hasta sus acólitos. Se han dejado comer el terreno de forma incomprensible. Y se aprestan, con una cerrazón inaudita, a culminar la tarea: la derrota, la social desde luego. Hubo una parte mayoritaria de la ciudadanía que votó por un gobierno progresista y que supiera afrontar los retos como cabe esperar de un gobierno progresista.
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