Fernando Luengo
Una idea que se repite, un día sí y otro también: estamos saliendo de la crisis, ha valido la pena el sacrificio realizado en los últimos años, nuestro esfuerzo está siendo recompensado. Para justificarla, los políticos del Partido Popular –y la pléyade de medios de comunicación, tertulianos y economistas que les son afines- acuden a todo tipo de tretas y argucias estadísticas; las décimas o centésimas de crecimiento conseguidas en los últimos tiempos, la búsqueda desesperada del último o del penúltimo dato para estrujarlo hasta que, fatigado, dice lo que se quiere oír, las comparaciones -intermensuales intertrimestrales, interanuales, “interloquesea”- la ocultación de información o la grosera manipulación de las estadísticas, como ha sucedido con los resultados de la última encuesta de población activa. Con un desprecio sin límites al rigor, a la verdad y, lo más importante, a la población que lo está pasando mal, se suceden declaraciones que irritan a la sensibilidad tanto como ofenden el sentido común.
Mucho hay que decir y mucho hay que exigir (todo menos quedarse cruzado de brazos; eso es lo que quieren, en definitiva), pero con este breve comentario sólo quiero dejar un cuadro estadístico que invita a otra mirada, con más perspectiva que la que nos devuelve la coyuntura; una mirada que apunta a los problemas estructurales que ya existían en la economía española, que están en el origen de la crisis y que una gestión de la misma al servicio de las oligarquías han agravado. Indicadores relativos a la desindustrialización, la degradación de las condiciones laborales, la fractura social, el bloqueo del crédito, la crisis bancaria y los desequilibrios presupuestarios. Ni mucho menos pretendo ofrecer un cuadro completo de nuestra economía; tan sólo algunos datos que hablan de pérdidas y perdedores que amenazan con perdurar y con enquistarse, incluso en un escenario de recuperación del crecimiento, todavía frágil e incipiente.
Menos marear la perdiz con las interpretaciones del último dato que cae en nuestras manos, que, muchas veces, ya llega convenientemente “cocinado” (señalemos también que otros datos, claves para otro enfoque de las cosas, simplemente no llegan o no se publicitan o ni siquiera se elaboran). Más, mucho más, poner el foco en los grandes desafíos medioambientales, productivos, sociales y políticos a los que se enfrenta Europa, a los que se enfrenta la mayoría social, de los que depende crucialmente nuestro bienestar. Todo lo que no sea eso, traslada a la población un mensaje equivocado y produce desaliento y desafección.
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