Xosé Manuel Pereiro
Decano del colegio de periodistas de Galicia
La corrupción se da en la clase política de todo el mundo, se mire donde se mire, pero lo que hay en España es algo muy parecido a la impunidad. Si analizamos todas y cada una de las corruptelas, presuntas y/o demostradas que han acampado largas temporadas en los espacios informativos, ninguna se ha descubierto gracias a los mecanismos de control de las administraciones, sean los servicios jurídicos de una institución o las inspecciones de hacienda. (Si se me ha pasado o ignoro alguna, les agradecería que lo mencionasen en los comentarios). Gürtel nació de la crisis de conciencia de un joven concejal del PP de Majadahonda. Nóos fue un spin off del Palma Arena, que se descubrió cuando un nuevo gobierno balear revisó las facturas del anterior. Pokémon se originó gracias a que los socios de un concejal eran propietarios de un local de alterne. De la misma forma, ha tenido que ocurrir un crimen espantoso y cruel -como todos, por otra parte- para que descubramos que, en pleno siglo XXI, una provincia entera puede estar dominada institucional, política, mediática y en parte económicamente por una sola persona, a la que además, no eligen los ciudadanos.
En ese sentido, además de todo lo que se quiera bucear en los componentes personales, en el ansia de venganza y en las conductas patológicas, la muerte de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, sí es un asesinato connotadamente político. O sociopolítico. No en el sentido de la doctrina Sostres-Barberá, de que la presidenta asesinada haya sido una víctima del radical clima de descrédito de la clase política, incitado por determinadas publicaciones y comunicadores y jaleado por las hordas de las redes sociales. (Repasemos: unas presuntas autoras militantes del PP, esposa e hija de comisario de policía; un testigo policía jubilado, una agente de policía local que retiene el arma, el novio policía nacional de su hermana que la convence para que la entregue… realmente solo faltaba un capitán de fragata en el Bernesga con una lancha para facilitar/impedir la huida. Habría que ver los comentarios si hubiese muerto apuñalada por un homeless al que no quiso dar un cigarrillo).
El relato sociopolítico, despojado de los elementos de crónica negra, está protagonizado por una chica de buena familia, con un título de ingeniería de telecomunicaciones, que además ha hecho un máster en Alemania. Por lo que se ve, pese a sus conocimientos, sus oportunidades pasaban por aprovechar la relevancia social de su familia, y en concreto por superar el filtro de la presidenta de la Diputación. “La puse porque entonces me comentaron que había una chica que acababa de volver de Alemania que era ingeniera de comunicaciones y que estaba en línea con nuestra ideología de centro-derecha. Hablé con su padre, que sí lo conocía, y después con la chica. Y me dijo que sí”, reconocía, de una forma casi enternecedora, el líder municipal de Astorga del PP. Es decir, en una ciudad tradicional desde que era capital de las tribus astures y que no llega a los 12.000 habitantes, el líder no tiene claro a quién poner en el puesto fronterizo entre salir y no salir, y desconoce la existencia de una ingeniera de telecomunicaciones formada en Alemania, hija del responsable de la policía, y con ideología de centro-derecha, hasta que alguien se lo deja caer. A todo esto, la chica tenía entonces unos 28 años, pero el portavoz, haciendo lo correcto, pide antes la mano política a su padre. El futuro laboral de Triana Martínez se despeja, como todos saben, con un contrato de interina en la Diputación.
Y como todos también saben, futuro político y laboral se despeñan porque pierde -por motivos que a efectos del relato sociopolítico no importan ni vienen al caso- el favor de su anterior protectora. Al relato tampoco le interesa traer a colación el carácter de Carrasco –siendo benévolos, la trasposición a la vida política de la famosa consigna de Bilardo: “¡No es de los nuestros!, ¡Pisalo!”-. Pero sí sus consecuencias: a partir de entonces, la Diputación pasó a comportarse como el más cruel de los exempleadores: Es extremadamente raro que Triana Martínez solo obtuviese un 2,2 sobre 10 en el examen en el que no pudo recuperar la plaza que ocupó como interina durante cinco años. Únicamente que concluyamos que ese puesto lo ocupó durante un lustro una manifiesta incapaz, con un posgrado en Alemania, eso sí. El 2,2 contrasta además con la hemorragia de sobresalientes que obtuvieron en aquellas mismas fechas los opositores al puesto de auxiliares que eran militantes del PP o familiares de altos cargos. También llama la atención el celo en la reclamación de cantidades indebidamente cobradas por la trabajadora, teniendo en cuenta el relajado control de cuentas en esas corporaciones (como demuestra el hecho de que se las hayan pagado indebidamente durante cinco años) y que ni siquiera se aviniese a saldar la deuda a plazos.
Todo esto podría quedar como demostración del funcionamiento autocrático de los partidos, y de cómo la gestión de las instituciones de puede hacer al margen de las más elementales principios éticos y legales de la función pública. Pero lo relevante es que a partir de aquel doble despido político-laboral, de la expulsión del paraíso Carrasco, la responsable en la Diputación durante cinco años de la redacción de proyectos relacionados con la banda ancha y la televisión digital terrestre no volvió a tener ninguna oferta de trabajo en ayuntamientos o empresas de la provincia (sí acabó teniendo un encargo, pero lejos: del Parlamento de Navarra). En resumen, una persona no elegida de forma directa por los ciudadanos, sino por las cúpulas de los partidos (cuyo funcionamiento democrático ha quedado plenamente acreditado, como se ve) al frente de una institución que distribuye (con un control igual de demostrado) la mayoría de recursos de los ayuntamientos, controla por ello no solo la política provincial, sino también en gran parte la economía. Desde esas dos redes, determinar el mapa mediático y la política informativa es pan comido y el poder se alimenta a sí mismo.
Por supuesto, como no hablamos de las circunstancias personales del Caso Carrasco, este poder está al alcance de cualquier político que tenga la suficiente habilidad y las escasas convicciones democráticas, de cualquier partido.. Aunque bien es cierto en estas prácticas, hay alguno que mantiene mucho más los viejos usos que otros. De todas formas, la herramienta está ahí. Y no solo está ahí, sino que la urgente y necesaria reforma de la administración territorial, tal y como la ha emprendido el PP, no solo no implica la fusión de ayuntamientos exangües e insostenibles, sino el refuerzo de ese engendro borbónico, impuesto en épocas relativamente reciente y que en las comunidades uniprovinciales ha desaparecido sin mayor revuelo. Cuando nos despertamos, las Diputaciones seguían ahí. Y habían engordado.
Este es el momento en que despachamos estas situaciones diciendo que eso pasa “en provincias” o “en los pueblos”. Como si ahí no viviesen ciudadanos o sus votos no influyesen en la gobernación de todos (de hecho, influyen más). León es una capital mediana de una provincia mediana, lo que en la Europa de nuestro entorno sería símbolo de excelentes oportunidades, buenos servicios y calidad de vida. Sin embargo, me temo que sus jóvenes emigran y el tejido empresarial no se renueva (salvo la hostelería). Las capacidades no valen ante los contactos. Para ser asesor técnico más vale ir de número 7 en la lista de Astorga que haber hecho un máster en Alemania. Y qué importa el servicio que das o el producto que fabriques, si el sector del reciclaje, por ejemplo, está monopolizado por esa empresa que montó la directora de una guardería cuñada de un director general (caso real).
Se suele decir que antes –a finales del XIX y comienzos del XX, en las décadas de los 50,60 y 70- emigraba la mano de obra, mientras que ahora lo hacen los más preparados. Antes emigraba, es cierto, gente sin estudios, pero los más resueltos, los más emprendedores. Y también, sobre todo avanzado el siglo pasado, muchos que, aun teniendo trabajo, se asfixiaban en el aire rancio de aquella sociedad en blanco y negro dominada por la Iglesia, el comandante de puesto y el qué dirán. “Aí vos quedades, aí vos quedades, entre curas, frades e militares”, cantaban los emigrantes que se despedían en el puerto de A Coruña rumbo a América. En la España actual, entre la mediocridad y la sobreactuación, lo que está faltando sinceramente es aire. Probablemente a Montserrat Domínguez y Triana Martínez, no. Ellas habían hecho los deberes y no entendieron porque las expulsaban del paraíso.
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