Jordi Calvo Rufanges
Economista e
investigador sobre movimientos sociales.
La violencia se presenta en nuestra
sociedad de muchas maneras. Hay manifestaciones y concentraciones políticas,
así como celebraciones por victorias futbolísticas que acaban con altercados
violentos, totalmente censurables. Hay declaraciones y comentarios que
alimentan la violencia, la de los altercados, la de la gente de la calle, como
cuando se incita al rechazo a las personas inmigradas, a las homosexuales o a
las mujeres, por ejemplo. Ésta es incluso más grave. Intelectuales y políticos
son responsables en muchos casos de esta violencia verbal con efectos
colaterales. Qué decir de la violencia armada, de delincuentes de poca monta o
de ejércitos que bombardean poblaciones y pueblos por aquí y por allá. No
debemos olvidar la violencia de quienes la pueden ejercer con la legitimidad
que le da la sociedad, que no deben olvidar que solo deben usar la violencia
cuando no hay otro remedio, y que no deben incitarla. Lo saben, pero no está de
más recordarlo, ya que ocurre con frecuencia que las bolas de goma antidisturbios
se convierten en armas letales.
Pero hay más violencias, y en los
últimos tiempos vivimos un auge sin precedentes de éstas. Son aquellas que nos
hacen sentir miedo, que nos discriminan, que nos rebajan los derechos, que nos
relegan a la sumisión. La violencia de las reformas económicas es tan grave, o
quizá más, como las anteriormente expuestas, ya que las alienta, las potencia y
nos meten en una espiral de difícil salida. Cuando nos dicen que peligran las
pensiones, que no hay dinero para la sanidad universal, que la educación
pública es inviable, que quien más ha defraudado a Hacienda va a ser
amnistiado, que cada vez se venden más bienes de lujo, que no tenemos trabajo
para cinco millones y que pronto serán seis, que si estamos enfermos nueve días
en un corto período de tiempo nos pueden echar a la calle, que nos pueden bajar
el sueldo prácticamente de forma arbitraria, que tenemos que negociar nuestras
condiciones laborales con nuestro patrón sin convenios colectivos, que hay
quitar las subvenciones para la ayuda a los más pobres, que no hay dinero para
la ley de dependencia…
El
Gobierno español está violentando las bases de nuestra sociedad, está rompiendo
el statu quo en el que hemos vivido las últimas décadas. Están aprovechando la
crisis de un modelo económico, que no funciona más que en beneficio de las
rentas más altas, para tomar medidas de urgencia. Nos hacen creer que estamos
moribundos, que sin este electroshock de medidas regresivas todo será peor.
Pero no nos matarán, porque nos necesitan para que les aplaudamos y les
votemos. Nos dejarán en coma permanente, quizá no físico, aunque sí
psicológico. Quieren que dejemos de sentir que tenemos derechos, para
someternos a su voluntad y a la de sus amiguitos del alma. Estas reformas
económicas son violencia propia de una dictadura militar, es la dictadura de
los liberales, del mercado, la dictadura de los ricos. Nos podrán someter
durante unos pocos o muchos años, pero algún día volveremos a rebelarnos y esta
violencia se volverá en su contra. Es más fácil de lo que parece, solo tenemos
que dejar de obedecerles, eso sí, sin violencia.
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