luns, 23 de abril de 2012

La televisión es nuestra

Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencias Políticas

Quien controla los medios controla lo que la gente piensa porque determina aquello de lo que habla, Los medios imponen la agenda en unos sistemas democráticos que son “democracias de audiencia” y, al imponer la agenda, la encuadran de forma que también imponen un determinado punto de vista, una ideología. La ideología es el producto que venden los medios y, a través de ella, el apoyo o la crítica a los poderes en plaza.

La derecha que ha ocupado prácticamente todos los intersticios del poder desde el 20-N, conoce esta doctrina mediática y la aplica a ojos cerrados: el control de los medios debe ser absoluto, sin fisuras, como el de cualquier otro aparato del Estado, sea represivo o ideológico. Sólo de este modo, combinando sabiamente la represión con el adoctrinamiento, cabe conseguir la resignación y la conformidad de la gente con una política  autoritaria, agresiva, de tajos (más que recortes) de derechos económicos y sociales y de restricción de libertades civiles. Todo ello administrado en nombre de las excepcionalidad de la crisis pero motivado en el fondo por una ideología que apenas oculta su naturaleza nacional católica y nostálgica de la dictadura y el franquismo.
La virulenta reacción conservadora, apoyada en una mayoría absoluta que convierte en irrelevante cualquier oposición, no está dispuesta a debatir nada de sus propósitos de gobierno, por lo demás todos ellos improvisados bajo el criterio general de cuanto más injustos, mejor. No pacta nada. No negocia nada. No le hace falta y ni siquiera cree necesario disimularlo. Y menos que nada en el campo de los medios en el que las cosas están muy claras.
La Nomenclatura periodística del PP, abundante guardia pretoriana de la derecha, tampoco se anda por las  ramas. ¿Para qué? Comunicadores que han ocupado TeleMadrid y Canal Nou como si fueran fortines y baluartes desde los que cargan sistemáticamente contra la oposición sin darle posibilidad de defenderse, desde los que deforman la realidad, la censuran y mienten sin ningún reparo, se permiten el lujo de tildar de ocupas a unos profesionales de la TVE que, en el corto plazo de vigencia de la Ley de Radio Televisión de 2006 han conseguido hacer una RTVE que era un ejemplo de profesionalidad e imparcialidad. Esto era algo que la derecha, cuyos medios y periodistas son puros mercenarios, no podía tolerar por el miedo a la comparación.
Así que, al entender la política democrática como un sistema de despojos en el que el ganador se lo lleva todo, ni siquiera se molestan en dar verosimilitud a sus críticas que no son tales sino meros insultos proferidos desde la inferioridad intelectual. Se llama cualquier cosa a los profesionales de la TVE, ocupas o lo que sea, porque, en definitiva, lo importante no es tener razón o no, manejar o no datos o informaciones sino que el jefe tenga el poder y pueda manejarlo contundentemente, mediante decreto-ley para imponer un discurso, un pensamiento, un punto de vista, apoyado en la combatividad de los mercenarios ideológicos.
La decisión de consejo de ministros de reformar por decreto la Ley vigente de Radio y Televisión sustrae el nombramiento del presidente a la fiscalización del Parlamento y lo convierte en una designación digital de un comisario político que dé garantías de hacer del medio un altavoz del poder. De todas las medidas antidemocráticas de este gobierno es la más antidemocrática y la más escandalosa. A cambio presenta la ventaja de que, una vez impuesta, se deja sin voz a la oposición pues la televisión pasa a ser la sección de agitación y propaganda del partido, como lo es desde hace años en Madrid y Valencia y la complementaria de facilitar la tarea de selección del responsable. Basta con encontrar al que tenga menos escrúpulos a la hora de mentir.
Porque quien trata de controlar los medios de comunicación es porque quiere mentir.

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