Julieta Sanguino
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Niñas y niños estaban dormidos, sus padres, veían las últimas escenas de televisión al día para prepararse para la mañana siguiente, con su jornada normal. De pronto, a la 1:23 de la mañana, la mayor tragedia humana y ecológica de todos los tiempos acabó con la ciudad. El 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la planta nuclear de Chernobyl acabó con la vida de 8 millones de personas de Bielorrusia, Ucrania y Rusia.
Paul Fusco
El pánico se desató, cientos de personas tuvieron que ser trasladadas a otros lugares porque la radiación era demasiado alta. Las que una vez fueron ciudades con vida desaparecieron casi por completo: niños, colegios, hoteles, jardines, escuelas y la vida citadina se extinguieron como si se tratara de un Apocalipsis local.
La zona quedó vetada del mundo. Nadie entra ni sale sin tener antes autorización. Es un gueto, un lugar imaginado, la esperanza perdida de un mundo que parecía progresar en la industria nuclear. Los periodistas e investigadores pueden entrar pero nadie más. Los militares tienen retenes y científicos e ingenieros entran bajo el control armado de hombres que aseguran protegerlos.
Jadwiga Bronte
Adentro es otro mundo. Uno que parece futurista, la realidad de lo que nos espera si dejamos de esforzarnos por cuidar nuestro hogar, un planeta cada día más devastado. Pero en ese mundo que parece no tener vida, aún hay resquicios de aquellos que permanecieron en su hogar. No son muertos pero el olvido de un mundo ajeno a ellos, parece ser su tumba que permanecerá cerrada hasta su muerte. Malformaciones y enfermedades los aquejan. Permanecen como en un lugar desierto en el que son sombras fantasmagóricas que solamente yacen de pie.
Jadwiga Bronte
Esas familias que aún residen en la zona han logrado sobrevivir treinta años comiendo y bebiendo productos contaminados. Su vida es un pasaje insólito y esperanzador de vida en un sitio donde la historia parecería haber dejado todo muerto. Ellos continúan y la vegetación crece, pues, según los científicos, tanto plantas como humanos pueden llegar a acostumbrarse a niveles de radiación. El desastre aún se siente. Con cientos de partículas en la atmósfera terrestre, la radioactividad está en todos lados y aquellos que continúan en el sitio, respiran el polvo radioactivo cada instante.
Paul Fusco
Dos fotógrafos han decidido plasmar los desastres de Chernobyl en la comunidad que ahora persiste y permanece en el lugar. El primero de ellos es el fotoperiodista Paul Fusco, quien asegura, lo único que busca es que las personas vean. Con su serie "Chernobyl Legacy" retrató en blanco y negro el horror de los habitantes. Algunos sin sistema linfático, con columnas vertebrales deformes o tumores que no podían ser removidos, logró captar el estilo de vida de aquellos que se han convertido en unos parias sin querer serlo.
Paul Fusco
Paul Fusco
En tres visitas logró captar a aquellos quienes la radiación destruyó; los que reciben amor pero no educación. Que nunca han visto el mundo exterior, el avance del mundo y por supuesto, nunca han disfrutado de los placeres banales del mundo real. Quién sabe qué piensen si ven una dona de chocolate, un programa de televisión o un celular, ellos son víctimas de un error nuclear que nada tenía que ver con ellos. Son el error que pesa en la conciencia de los científicos e ingenieros, pero viven felices, ignorando lo que hay afuera.
Paul Fusco
Decidió comenzar su proyecto porque nació en Polonia, parte de la Unión Soviética cuando ocurrió el desastre de Chernóbil, así que, después de leer sobre el tema y conocer el trabajo de Fusco, sentía que era su deber fotografiar a aquellos que aún sufren. Aquellos a los que visitó Bronte eran fuertes y nobles y con su trabajo pretende demostrar que, aunque tengan malformaciones, pueden estudiar, trabajar, construir relaciones duraderas y contribuir a la sociedad. Una felicidad cruda.
Jadwiga Bronte
Jadwiga Bronte
Jadwiga Bronte
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