Vecino portugués con el incendio forestal de Cualedro (Ourense) de fondo /EFE
JUAN OLIVER
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Galicia ha sufrido en los últimos diez años cerca de 34.000 incendios. Según las estadísticas de la Xunta, cada año se queman en la comunidad unas 16.000 hectáreas de bosques y montes, lo que equivale a casi dos veces la superficie del municipio de Barcelona.
Galicia representa algo menos del 6% del territorio del Estado español, pero agrupa casi el 30% de las 38.000 hectáreas de superficie arbolada calcinadas de media cada año en el país.
El calor, la sequía, la desidia política y la falta de coordinación entre administraciones, el escaso cuidado de los montes, la especulación urbanística y las mafias que se benefician de los incendios... Probablemente no haya una única explicación a una catástrofe que se repite año tras año, pero cuando todos esos factores se unen, el resultado es que el fuego campa a sus anchas.
El cambio climático
Es un hecho que el cambio climático ya se ha producido. Y en Galicia hay datos que lo corroboran cómo el deshielo acelerado de los polos está cambiando las corrientes marinas, elevando la temperatura y favoreciendo la proliferación de fenómenos climatológicos extremos. La comunidad lleva dos diciembres inusualmente cálidos y varios otoños con temperaturas también superiores a la media. El verano pasado se registró un tercio de la lluvia habitual. Casi toda la comunidad está en prealerta por sequía desde enero, dado que el 2017 está siendo uno de los años con menos agua de los últimos lustros. Aunque los incendios azotan la comunidad desde mucho antes de que se empezara a hablar de cambio climático, las pautas han cambiado y los fuegos no sólo se producen en pleno verano, sino en días próximos al otoño, en esa estación o incluso en invierno. Según el Ministerio de Agricultura, los días de mayor intensidad de los incendios en Galicia fueron el 16 de octubre en el 2011; el 24 de febrero en el 2012 y el 11 de septiembre en el 2013 y el 2014.
La falta de cuidado de los montes
El otoño empieza a frenar la actividad biológica de las plantas, que pierden savia y se vuelven más secas que en primavera y verano. También llena los bosques de hojarascas y maleza que funcionan como pólvora, porque el monte aún no ha podido humedecerse con las lluvias. Si no se limpian esos restos, se multiplica el peligro de que una chispa acabe en catástrofe. La mayoría del monte gallego, buena parte con gestión mancomunada vecinal, está ubicado en municipios que no han parado de perder población en los últimos decenios, y se encuentra prácticamente abandonado al no contar con una masa campesina que lo limpie y cuide. Tampoco existen políticas efectivas al respecto por parte del Gobierno autonómico.
Incendiarios y pirómanos
El otoño también es la época de poda de varias especies vegetales y, por lo tanto, de la quema de los rastrojos que se producen. Aunque la ley obliga a informar de cualquier quema e impone unas mínimas medidas de seguridad, los descuidos son habituales y convierten a los descuidados en causantes inintencionados de los fuegos. A ellos hay que añadir la acción de los pirómanos, a los que muchas veces mueve el efecto llamada de ver las consecuencias de sus acciones reflejadas en los medios de comunicación.
La falta de coordinación
La Xunta insinuó ayer que parte de la responsabilidad de los incendios en Galicia recae en Portugal, que no habría sabido frenar los fuegos que se declararon en el norte del país, especialmente en el parque nacional Peneda-Gerês. Se trata de una reserva transfronteriza de la biosfera, de la que más de 20.000 hectáreas corresponden a la sierra del Xurés, en la provincia de Ourense. A los fallos de coordinación entre las administraciones españolas y portuguesas se añaden las críticas por el descontrol en el que habría incurrido la Xunta, cuya manifestación son las imágenes de decenas de vecinos luchando en solitario contra el fuegopara salvar sus vidas y sus propiedades.
Descontrol de la Xunta. El fin de semana sin brigadistas
La Xunta informó el pasado jueves, cuando todavía había varios incendios sin controlar en Pontevedra y Vigo, de que no renovaba el contrato a cerca de 500 brigadistas anti incendios que trabajan en régimen de fijos-discontinuos para la empresa pública Servicios Agrarios Galegos (Seaga).
Los trabajadores se concentraron el mismo jueves ante la Dirección General de Montes de la Xunta, denunciando “el abandono de la prevención, la falta de planificación y la continua improvisación de los responsables políticos” de la Consellería de Medio Rural. Al día siguiente, la gerencia de Seaga envió un correo electrónico a los comités de empresa anunciando que volvía a movilizar a sus empleados a partir del lunes.
Durante el fin de semana, sin embargo, se devolvieron los equipos de protección, se desmontaron las emisoras de radio de los cerca de 100 vehículos con que cuentan esas brigadas y se condujeron éstos a sus bases con vistas a devolverlos a la empresa de renting que los alquila al Gobierno gallego. Muchos brigadistas se reincorporaron a sus puestos ese mismo día, aunque los operativos no pudieron funcionar plenamente hasta el domingo en Pontevedra y en Lugo, y hasta esta misma mañana en A Coruña.
A primeras horas de hoy, según los empleados de Seaga, en Ourense aún no disponían de todo su material de trabajo.
La especulación urbanística
El artículo 59 de la Ley de Montes de Galicia especifica que los terrenos afectados por incendios forestales no podrán estar sujetos a cambios urbanísticos durante un periodo de 30 años. Pero la misma norma admite excepciones en el caso de que los cambios de uso del suelo estén previstos en algún instrumento de planificación urbanística previo o pendiente de aprobación. Ese matiz ha convertido algunas tierras en golosinas para los especuladores, porque la mayoría de los planes contemplan la posibilidad de que el terreno forestal pueda ser en el futuro destinado a otros usos no agrícolas.
Los eucaliptos
Según la Consellería de Medio Rural, los eucaliptos ocupan ya más de 400.000 hectáreas de monte gallego, casi el doble de la superficie estimada para esa especie en los planes forestales de la Xunta para el año 2032. El eucalipto proviene de Australia y fue introducido en Galicia a mediados del siglo XIX. Desde entonces ha colonizado el paisaje de la comunidad, imponiéndose a sus tradicionales bosques y fragas atlánticas, alentado por su rápido crecimiento, una magnífica adaptación al suelo, una mayor resistencia frente a otras especies y, especialmente, su excelente rendimiento en la producción de pasta de papel. Sus defensores destacan los beneficios que produce a la industria maderera, pero sus detractores, además de alertar sobre sus letales efectos sobre la biodiversidad, advierten de que los incendios también favorecen su expansión.
El 'Ophelia'
El huracán Ophelia, que pasó frente a las costas gallegas en los días de más actividad del fuego, favoreció su expansión con vientos fuertes de más de ochenta kilómetros a la hora, que arrastraron las cenizas de los incendios centenares de kilómetros al norte. Además, se trataba de vientos del sur, mucho menos húmedos que el nordés que suele azotar al país desde el Atlántico.
Peregrinos
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