'La religiosa' es una de las obras más polémicas y combativas del siglo XVIII, por reivindicar los derechos sexuales de las mujeres y denunciar la corrupción de la Iglesia
Alberto del Castillo
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La vara que sirve para medir la dimensión y la elegancia de un buen troleo tiene en La religiosa, de Denis Diderot, la excelencia absoluta. Nunca se ha hecho y, presumiblemente, nunca se hará un troleo de dimensiones tan épicas, elegancia tan destacable y resultados tan beneficiosos para la literatura.
La historia se cuece a fuego lento y empieza cuando uno de sus colegas, el Marqués de Croismare, se va a vivir a una ciudad de Normandía.
Cuenta la leyenda que añorando su compañía y con presumibles ganas de provocar en el marqués una irritación jocosa, Diderot elabora una treta para atraer a su amigo de vuelta a la capital francesa.
Fue entonces cuando hizo pasar su prosa por la de Suzanne Simonin, una monja encerrada contra su voluntad en un convento.
Diderot engañó al marqués, haciéndole creer que, por algún tipo de error en el servicio postal del momento, le había llegado una carta no dirigida a él. El marqués la leyó, cayó en las garras del ilustrado, respondió y el vínculo entre ambos, personaje real y ficticio, se estrechó.
La obsesión del Marqués de Croismare se volvió insana y todo apuntaba a que el desenlace sería un encuentro solicitado por él mismo. Diderot, estirando cruelmente la chanza, introdujo un segundo personaje que le dijo al marqués que la novicia se había ido a dar una vuelta con Caronte.
Finalmente revela la verdad, Croismare monta en cólera y Diderot le reconoce que el montaje ha sido “hilarante”.
Diderot ve con perspectiva todas las cartas que había escrito y valora seriamente la posibilidad de unirlas para dar forma a una novela —tan seriamente que lo hace—. El resultado es un libro que se publica doce años después de su muerte y tiene por nombre La religiosa.
No obstante, esta versión del origen de la novela es sólo una posibilidad asentada en un terreno cercano al del mito. En la reseña de una de las adaptaciones al cine de la novela, de hecho, Jordi Costa dijo de ella que: “Todo empezó como una broma y terminó como obra clave de la literatura anticlerical”.
Siempre desde el plano conjetural, hay quien asegura que la novela también está basada en un caso real que fue muy popular en la época: una religiosa habría sido procesada en 1760 por su intención de abandonar la iglesia como consecuencia de su falta de vocación.
La historia habría resultado catártica para Diderot, quien aprovechó la ocasión para dialogar con sus ideas anticlericales. Para criticar, más que la pulsión religiosa, la estructura y el poder de la Iglesia.
Así, la novela, escrita en clave de monólogo interior, supone una diatriba volcada contra una vida impuesta por el entorno —familiar o social— y asentada y familiarizada en el imaginario de la época.
Una diatriba contra las implicaciones de clausurar a una persona desde su infancia y en contra de su voluntad.
La importancia, la vigencia y el carácter corrosivo de La religiosa es tal que ha llegado hasta el siglo XX con esas mismas palabras acompañando su definición. La adaptación que dirigió el cineasta Jacques Rivette en los sesenta fue prohibida durante casi un año.
No fue Rivette el único que puso sus ojos en la prosa de Diderot. Ediciones especiales, otra adaptación dirigida por Guillaume Nicloux en 2013 o ilustradores de distintos estilos y épocas han caído, de un modo u otro, en los encantos de la obra.
El principal valor del libro, por lo tanto, no viene dado por razones extraliterarias. No tiene nada que ver con que nazca fruto de una burla o de una historia real.
Lo que dota de importancia y valor al libro más de doscientos años después de su publicación es el carácter reivindicativo, anticlerical y feminista. Diderot reclama el derecho a que la mujer tenga criterio, autonomía y libertad de elegir qué vida quiere vivir y analiza y describe la vida en un convento intramuros.
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