venres, 13 de outubro de 2017

La soledad de María

La soledad de María y su historia son el reflejo de un fracaso social.
Carlos de Andrés
https://www.albedomedia.com/

Todo comenzó a los 95 años de la edad de María y cuando hizo tres desde que su marido se fue. Desde entonces se quedó sola en su propio domicilio de Carabanchel. Solicitó las pruebas para que fuese admitida en una residencia pública de mayores, pero las autoridades de la Comunidad de Madrid le suspendían en cada examen; los funcionarios de turno, contratados para cada ocasión la consideraban apta para “andar hasta el baño con sus propios pies y capaz de comer con sus propias manos“.

Viendo TV en salón de casa © Carlos de Andrés, 2016

Así, se rechazaba una tras otra la resolución anual de la Consejería del ramo, abandonando a María a su suerte. Su familia tan solo consiguió del Ayuntamiento de Madrid la ayuda para asistirla en algún cuidado básico, como el aseo y poco más, durante una hora al día. Esa era toda la atención que el Estado español prestaba a una anciana que vivía en soledad; y que representa, en este reportaje, a unos cuantos miles de ciudadanos en las mismas circunstancias en España.

Desayuno en la cocina © Carlos de Andrés, 2016

Esta es la imagen de su vida actual; y ahora ya solo quedaba contarlo. En la vida no hay nada previsto, te va saliendo al camino; solo tienes que hacer el esfuerzo para verlo. Pero, lo más difícil para los que acostumbramos a ir mirando el mundo es ver lo que tenemos delante de nuestros ojos. No sabía cómo comenzar la historia; sin embargo, tenía claro el relato. El viaje consistía en ver con nuevos ojos lo que enfrente se me iba presentando como la realidad, y a través de la edición hacer entender el mundo; mostrarle sin demostrar.

Tendiendo la ropa © Carlos de Andrés, 2016

La experiencia me decía que debía basar mis disparos en la intuición y no tanto en la organización temática. Nada de guiones ni acciones posibles calculadas. No era una película con un storyboard diseñada sobre una mesa con anterioridad. Se requería espontaneidad, agilidad y anticipación a la acción. Aunque los movimientos de María eran lentos, cansinos y empleaba todo el tiempo del mundo para desarrollarlos, había que estar atentos a las imprecisiones, a los cambios y a la desorganización de su envejecido cerebro. Por tanto, la estructura del reportaje recaería sobre los conceptos de la comprensión, la compasión y el compromiso.

El baño diario © Carlos de Andrés, 2016


Indignarse ante los poderes públicos es una cuestión de sensibilidad social. Con la actividad fotográfica se puede uno acercar hacia las posiciones de vulnerabilidad a favor de ciudadanos indefensos, aquellos que sufren los mayores recortes de sus derechos en beneficio de la macroeconomía. Era un trabajo arduo. No sabía a lo que me iba a enfrentar, pero me atraía la curiosidad, el reto de estar a oscuras contra uno mismo y la ignorancia. La de ella contra la mía. Hermosa lucha.

Necesitaba la información, pero también la emoción. Comencé haciendo un retrato cuando estaba sentada en el sofá de su salón y de repente ella se movió perpendicularmente hacia mí creando un desenfoque y movimiento digno de los retratos pictorialistas del siglo XIX. Observé que ese era el camino: la espontaneidad. Para trazar la estructura del reportaje se me hacía imprescindible comprender su histórica vida personal, de dónde venía, qué había hecho a diario o cómo se movía. Necesitaba meter el tiempo y la acción en la fotografía: la vida.

Retrato de María © Carlos de Andrés, 2016

En la actualidad hay que comunicarse contando historias, sean habladas, escritas o fotografiadas; lo que hay que seguir es la verdad, “mi verdad”. Lo importante es hacer una buena narración del tema y dejarse llevar por las emociones que desprenden las imágenes contagiadas por todo el cuerpo. Decidí seguirla de forma silenciosa a través de su vida cotidiana y en los quehaceres de su vivienda con la cámara más pequeña posible y un objetivo fijo equivalente a unos 35 mm en la mano; agobio difícil de soportar en un espacio de unos 100 m2 y cuyas paredes te impiden salir por conocidas que a uno le resulten. Y así, durante cinco meses; a ratos, por supuesto, recordaba las vivencias del escritor y poeta maldito norteamericano Charles Bukowski cuando describía la vida de la época desde la barra de un bar. No salía de allí para así no imaginar, de vez en cuando apostaba a las carreras de caballos para no ver su mundo.

Vistiendose en habitación © Carlos de Andrés, 2016

El fotoperiodismo requiere encontrar el significado de lo que se quiere informar y expresar. La composición, la estética de la imagen, la “verdad-realidad” o la ética de la mirada, es lo que marca la posición del fotógrafo como autor y su compromiso con lo que ve y con lo que mira. Fuera del efectismo, tenía el deber de comprometerme en traducir sus movimientos para sugerir lo cotidiano. Por tanto, en este reportaje solo tenía que estar pegado a la realidad, al suelo del piso y mirar hasta debajo de la suela de los zapatos para encontrar alguna respuesta.

Mi deber era tener los ojos abiertos de par en par cuan ventana abatida por el viento. Buscaba la sensación de convertir la cotidianidad de los actos de María en algo extraordinario para mí y así transformarlo en imágenes. Ella vivía la vida y yo la contaba.

Preparando el cubo de agua © Carlos de Andrés, 2016

Tuve que mirar al revés que ella; ver el túnel, pero al final de la luz. Por eso, para que no hubiera equívocos, elegí la estética en blanco y negro desde la primera toma. No había marcha atrás ni correcciones posibles. No se trata tampoco de interpretar la realidad sino dejarse llevar por ella; de esa manera no tendremos nunca que explicar las fotografías, sino que éstas cuenten lo que no es posible explicar: sugerir; mostrar, pensar, reflexionar, emocionar; rebelarse, protestar, apasionar, describir, golpear, estremecer con su relato, oler, sentir, gritar, indignarse; nunca demostrar.

Quería acercar la fotografía a la poesía con la vida de una mujer anciana, sabia y rebelde, que a las puertas del infierno aún seguía fregando –a su manera– la superficie del piso; su hogar. Era la lucha por la vida, por cada instante; su manera de sobrevivir, aunque moriría porque es inevitable. Yo solo apretaba el botón; la historia me la regalaba ella. Mientras tanto, los políticos de la Comunidad de Madrid de espaldas trajeadamente enmudecidos.

Durmiendo la Siesta © Carlos de Andrés, 2016

Mirar a través de una cámara tan pequeña me hizo ver y posicionarme en espacios diferentes, pero también me hacía pasar desapercibido, como si no estuviera en el mundo. Atento, flotaba sobre las cosas y acciones que deparaba el día. Se levantaba, desayunaba, sacudía la alfombra, tendía su ropa y así hasta que terminaba automáticamente lo que había realizado durante toda su vida, sus labores. La seguía como una sombra “a lo lejos”, pero tan cerca en sensibilidad que llegué a entender que no es necesario explicar nada para protestar contra el poder, ni hacer denuncias fotográficas, simplemente contarlo de manera sensible y transparente; siempre que se tenga algo que decir.Fregando el piso © Carlos de Andrés, 2016

Mi esfuerzo consistía en envenenar las imágenes de vida, de esperanza y de significado; símbolos todos ellos que nunca han de contarse. El reto consiste en penetrar el corazón de quién lea las imágenes para que podamos comprender el mundo de ella, no el nuestro. De eso trata esta historia. Unos 1.500 disparos para dejar resumida hasta los huesos la historia de una vida a punto de extinguirse. Queda la compasión, el alma en 10 fotografías.

A comer al comedor social del barrio © Carlos de Andrés, 2016

Después de todo el esfuerzo, esta historia reportó en un fracaso, pues nadie la vio a ella, a ninguno de esos ciudadanos que no tienen cobertura. María me contó el cuento del último tiempo de su vida con pasión y sin compasión; sin pedir nada a cambio. Murió como las princesas, el día 6 de enero de 2017, el más feliz y bullicioso del año para los sueños; justo cuando los niños comienzan a imaginar su mundo, el de los Reyes Magos. Era mi madre.

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