Isaac Rosa
¿A quién le sorprendió lo que pasó el sábado al final de la manifestación? Mientras acompañaba una de las marchas durante el día, comenté y oí comentar varias veces: “Al final pasará lo de siempre, que reventarán la mani y nos quedaremos con las imágenes de los incidentes”.
Lo de siempre. Desde el momento en que la Delegación del Gobierno anunció un despliegue policial pocas veces visto, y alertó de la presencia de violentos, se puso en marcha la habitual profecía de autocumplimiento. Que por supuesto se cumplió. Y una vez más, hoy la delegada y sus afines pueden repetir lo de “ya lo dijimos”.
Así es: por mucho que insistamos en que lo fundamental fue la manifestación masiva, lo que al final queda es la imagen de las cargas policiales y las piedras arrojadas. Insistir en que hubo infiltrados, que la policía reventó el acto antes de terminar, o que el dispositivo de seguridad tuvo muchas zonas de sombra (algunos verán inoperancia, otros intencionalidad al dejar a unos cuantos agentes a merced de manifestantes previamente calentados a golpes), es necesario, hay que denunciarlo, pero no va a alterar el resultado.
Lo de siempre. La secuencia se ha repetido demasiadas veces en los últimos años: manifestación pacífica, minoría violenta, carga policial a la hora del telediario, y al final las imágenes de enfrentamientos ocupándolo todo. Y al día siguiente nos quejamos mucho, sí, y compartimos vídeos y relatos, pero a fuerza de repetirlo parecemos los aficionados de un equipo al que siempre perjudican los árbitros: nos vamos cabreados, convencidos de que nos han robado el partido, viendo mil veces la repetición de la jugada polémica, y sintiéndonos vencedores morales. Pero al final el partido lo ganan los otros, y se llevan los puntos, aunque sea dando patadas y con penaltis injustos.
A fuerza de perder partidos con trampa, la afición se desmoraliza, y acude al próximo partido sabiéndolo perdido de antemano: “Al final pasará lo de siempre”.
Algo habrá que pensar, porque “lo de siempre” va dejando por el camino heridos, multados, y el miedo de quienes otro día se irán antes a casa o no vendrán. "Lo de siempre" va también aumentando la rabia de quienes la próxima vez traerán los bolsillos llenos de piedras y necesitarán menos chispas para inflamarse. "Lo de siempre" provoca también el cansancio y la frustración de quienes ven pisoteado el trabajo de meses organizando una gran movilización para que al final pase “lo de siempre”.
No se trata de rendirse, abandonar el partido antes de empezar porque se sabe amañado, dejar de salir a la calle. Pero hay que reflexionar a fondo, y pensar cómo protegernos del juego sucio, cómo anticipar una respuesta a lo que no nos sorprende, a lo que ya esperamos. Eso incluye saber resistir las provocaciones, y controlar o aislar a quienes vienen ya calientes de casa, que también empiezan a ser "los de siempre".
Ya vale de lo de siempre. Porque en lo de siempre, de vez en cuando pasa algo más grave, y alguien pierde un ojo, un testículo, o cualquier día la vida. Ya vale.
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