venres, 5 de agosto de 2016

La cuestión moral en la política española

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CTXT reproduce hoy la maravillosa entrevista de Eugenio Scalfari a Enrico Berlinguer que se publicó en La Repubblica el 28 de julio de 1981, no porque creamos que la solución a los problemas políticos de España puedan encontrar salida en el eurocomunismo de los años 70 del siglo pasado, sino porque Berlinguer fue un analista político tremendamente perspicaz que supo identificar muy pronto el principal problema con el que estaba tropezando la política italiana: Los partidos, dijo, han ocupado todas las instituciones, desde los organismos locales hasta las empresas públicas, pasando por la televisión estatal y algunos grandes periódicos. La cuestión moral no se agota en el hecho de que si hay corruptos se debe desenmascararlos y meterlos en la cárcel. La cuestión moral tiene que ver con la ocupación del Estado. Los partidos solo pueden demostrar que son fuerzas de renovación si afrontan esa cuestión. “¿No ha llegado el momento de cambiar y de construir una sociedad que no sea un basurero?”, se preguntaba Berlinguer. 
Los españoles tienen hoy el mismo problema y la misma oportunidad de afrontarlo. La pregunta que debemos hacernos no es quién va a conseguir gobernar, ni si es tan urgente, sino si, por fin, va a ser posible obligar a los partidos políticos a abandonar esas prácticas de ocupación institucional, y si se va a conseguir modificar y democratizar su funcionamiento interno, de manera que no sea posible que actúen como corporaciones de intereses. Si, por fin, sometidos a un estrecha vigilancia por sus militantes y simpatizantes, se van a ver obligados a examinar los problemas de la gente, las exigencias y las necesidades humanas emergentes, si va ser posible cambiar la estructura organizativa de esos partidos para que, en lugar de comportarse como camarillas, sean formaciones capaces de ayudar a organizarse a los ciudadanos y a promover el desarrollo, la igualdad y la participación social.

¿A qué tanto ataque de nervios entre los santones de la política tradicional exigiendo un gobierno rápido, sea el que sea y pretenda hacer lo que pretenda hacer? ¿A qué tanto gran medio de comunicación, tanto gurú periodístico incapaz de formular una sola pregunta? ¿A qué tanta defensa y tanta urgencia de colocar a Mariano Rajoy de nuevo en la presidencia de la Moncloa?
¿Nada que exigir, señor González? ¿Ningún problema que se considere fundamental, señor Cebrián? ¿Basta con que gobierne quien sea, con tal que garantice que nadie va a mover el modelo basurero, que nadie va a intentar transformar ese sistema, cambiar las anquilosadas estructuras organizativas de los partidos, de manera que ya no se comporten como oscuras corporaciones --a veces, delictivas y mafiosas-- al servicio del poder económico y financiero?
Pues no es así. Claro que exigimos un cambio. Sabemos que ese cambio profundo será la única manera de afrontar los problemas de una sociedad cada día más desigual y angustiada, cada día más manipulada y desorganizada. El cambio empieza por el funcionamiento interno de los propios partidos, por la democratización de su sistema organizativo, pero continúa con nuevas prácticas parlamentarias, con el impulso decidido al desarrollo y la participación civil. Exigimos cambio, de presidente de gobierno, de reglamento del Congreso, de la ley de partidos, de la ley mordaza y de los mecanismos que permitieron a los partidos apropiarse de las instituciones, en lugar de servirlas. Queremos el regreso de la pasión política que Berlinguer defendía, porque creemos, como él, que esa pasión mejora la vida real de las personas reales. Porque sabemos que es urgente y necesario conocer y atender las nuevas necesidades de nuestra sociedad (necesidades que no es posible afrontar solo a través de instituciones nacionales sino también supranacionales) y movilizar a los ciudadanos para que puedan defender y ejercer sus derechos.
No pretendan decirnos que el camino es elegir rápidamente un gobierno presidido por quien sea. El camino es impedir que ese quien sea se apropie, con sus colegas, de las instituciones, hacerlas vivir de nuevo; y para ello, hay que acabar de una vez con los modelos organizativos de los actuales partidos políticos y regular su relación con las contrataciones públicas y las empresas concertadas. ¡Fuera! O no tengan duda de que nos terminarán comiendo o idiotizando.

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