PAULA QUINTEIRO Y BRAIS FERNÁNDEZ
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Hace años, cuando estalló el 15M en Galicia, la reacción de la izquierda gallega no fue precisamente de alegría. Fue más bien una reacción de desconcierto. Lo decimos porque ahora es muy fácil reivindicar el fenómeno a posteriori, pero entonces era fácil escuchar, por las plazas, a muchos izquierdistas murmurando todo tipo de sospechas delirantes que lo que hacían era revelar el carácter intrínsecamente conservador de las viejas organizaciones: que si el 15M era un invento de España, que si no entendía la composición de clase de Galicia, que si demostraba un nuevo tipo de despolitización reaccionaria y, por último (nuestra favorita), que si era un invento de los servicios secretos para desactivar a la izquierda.
Aquella movilización fue cualitativamente transformadora. Para empezar, recordaba que a pesar del carácter nacional de Galicia, nuestro país no estaba al margen del movimiento real global, de sus formas de expresión y de sus demandas. Ocuppy Wall Street, Grecia, Tahir, Sol: el nuevo proletariado metropolitano también era parte de una Internacional, como la definía Derrida en sus “Espectros de Marx”: todavía intuitiva, sin organización, pero conectada por solidaridades subterráneas. En segundo lugar, ponía encima de la mesa a sectores de clase olvidados e ignorados por las herramientas de representación de la izquierda tradicional, el sindicalismo o los partidos. Por último, a pesar de que a nivel de masividad fue menor que otras movilizaciones, el 15M en Galicia dejaba un imaginario alternativo a partir del cual iniciar un proceso de construcción política.
En realidad, esa herencia ha tenido múltiples expresiones organizativas de las cuales nadie puede apropiarse: desde ciertas formas que permearon a la izquierda tradicional como fue Alternativa Galega de Esquerda (AGE) hasta los municipalismos radicales. Quizás estas elecciones sean distintas y esta vez la Marea, la candidatura, tenga una función que todavía no se ha planteado.
Está claro que en la Marea conviven dos tensiones diferentes que, por cierto, no se separan por afiliación partidaria. Por una parte, los que ven a la Marea desde un punto de vista meramente instrumental y dicen, grandilocuentemente, que la forma de hacer las cosas está condicionada por unos tiempos rápidos, pero que son incapaces de imaginarse a la Marea como una proto-institución, como algo más que un acuerdo entre partidos y notables con fines electorales, de salir de su política de camarillas, de su política “sin lucha de clases”. Pero hay una alternativa: ¿Y si la Marea pudiese ser el inicio del partido-movimiento de las clases populares gallegas? ¿Y si fuese un espacio superior a los partidos, colectivos, una institución que tenga vida más allá de las elecciones, mestiza, contradictoria?
Vamos avanzando nuestra propuesta: las elecciones son para nosotros sólo una ocasión para caminar más allá. Queremos que la Marea se convierta en una Ría, en un ecosistema donde la ciudadanía pueda construir cotidianamente sus luchas y una nueva Galicia, la de los de abajo. Un espacio para la militancia, pero también que sea un interfaz para las luchas, para los movimientos, los municipalismos, que sea algo más: algo que esté presente cuando no haya disputa electoral, en los barrios, pueblos y tenga conexiones con los centros de trabajo. Que sea asambleario y que los militantes de las organizaciones políticas tengan que convencer a la asamblea de que sus posiciones políticas son las justas. Que sea capaz de ser el paraguas de la ola 15M, pero también de todo ese mundo, injustamente olvidado porque no tiene quien lo escriba, de luchas sindicales, fabriles (porque sí, existe una Galicia industrial), de todo ese mucho que a veces no tiene representación, más allá de la política de las redes sociales y de los post-universitarios. En definitiva, lo que Gramsci llamaba una institución que construye contra-sociedad.
Por eso estas elecciones son clave. Hay que ganar en Galicia, ser la primera fuerza a nivel electoral, para que ya no haya excusas el día después, para a través de esta batalla electoral ir forjando lazos por abajo que ya no se puedan “ir a casa” y volver a lo de antes, a la dispersión y a las peleas de grupitos entre bastidores. Galicia ha sido un ejemplo de luchas durante las últimas décadas. Después del 20D nos tocará enfrentarnos a más recortes, a más austeridad. Incluso si ganamos estas elecciones, nos tocará enfrentarnos a poderosos enemigos, a todo un entramado de intereses, a esos poderes económicos que no se presentan a las elecciones, que van a hacer todo lo posible para frenar el cambio, por muy pequeño que sea, como hemos visto en Grecia. Para frenarlos y pasar a la ofensiva, necesitamos que la Marea sea más que un grupo de diputados o un acuerdo entre partidos. Lanzamos la idea, para quien quiera apropiársela, hacerla suya y trabajar para convertirla en realidad. Somos amigos y compañeras de toda esa gente, estén donde estén, tengan militancia o no, aunque no nos conozcamos. Todavía…
Paula Quinteiro y Brais Fernández son militantes de Anticapitalistas.
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