Cristina Barrial
Mamá, supongo que no te gustará lo que vas a leer a continuación. Sé que, a menudo, cuando estás cansada del día que cargas en la espalda y que te hace caminar cabizbaja, enciendes la televisión. Y no te culpo por ello. Yo también lo haría si tuviera. También sé que, según la época, destacan distintos ídolos mediáticos en la caja tonta que parecen los portadores de la verdad absoluta. Esos ídolos en los que toda madre querría ver reflejados a sus hijos estudiantes de periodismo, o periodistas en paro. Mamá, sé que cuando ves a esa chica que presentaba Los Desayunos de TVE y que ahora lleva un programa en La Sexta piensas en mí. Ana Pastor, la llaman. Sé que piensas en mí y se te iluminan los ojos y ronda por tu cabeza un “y sí…”. Pero no, mamá. Yo no quiero ser como Ana Pastor.
No quiero cortar a mi entrevistado en sus respuestas, no quiero robarle a él el protagonismo para colgármelo yo como trofeo. De las únicas cosas que he aprendido en la Universidad hasta ahora es que el periodista no debe ser noticia, debe dar voz. No quiero leerle al presidente de Ecuador fragmentos aislados de su Ley electoral sacados totalmente de contexto si de esta manera su significado cambia radicalmente. Tampoco poner en su boca cosas que no ha dicho (como aquello de quién financiaba Human Rights) y negarme a rectificar.
Tampoco quiero presentar un programa llamado El Objetivo que diga haber nacido sin ideología. Y esperar que me crean. Hablar de datos como representación de la neutralidad. Tampoco deseo usar términos como fascismo de izquierdas, lo que sí deseo es que, algún día, alguien me explique lo que eso significa. Dedicar un programa a la clase media no es algo hecho para mí, mamá. Yo no voy a seguir alimentando el sueño de muchos de creerse clase media mientras esperan la carta del desahucio. No voy a confundir a Gandhi con Mandela y presentar a este último como la encarnación del pacifismo. No quiero, en resumidas cuentas, mentir.
Si algún día estoy tras una cámara, o tras la mancheta de algún periódico, quiero ser radical. Entendiendo por radical, claro, el ir a la raíz del problema. Si algún día, como ella, tengo la oportunidad de tener a Juan Rosell delante, no desperdiciaré la ocasión de preguntarle por la crisis estructural del capitalismo para hablar, en su lugar, de mera transparencia. Mamá, yo no te prometo la quimera del periodismo objetivo y vacío de ideología como ella hace. Yo entiendo, que como la vida, el periodismo es tomar partido.
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