Juan
Carlos Monedero *
Fue Trillo, el entonces portavoz de justicia del PP en el
Congreso, quien afirmó que el que los buscaba los encontraba. Su misión dentro
del Partido Popular era digna de Homero Simpson: “yo no he sido, no me has
visto, no puedes demostrarlo”. Carlos Fabra, con sus gafas de Pinochet, es el más
feo. Pero los trajes elegantes de Zaplana no nos hace olvidar el “yo estoy aquí
para forrarme” ni la anulación de los juicios por defecto de forma o
alargamiento de los plazos. NI las maneras de señorito malote de Trigo ocultan
el caso Yakolev y las mentiras dichas como Ministro de Defensa.
Los delincuentes de cuello blanco
conocen bien el sistema en el que han prosperado. Niegan, dilatan -con las
posibilidades que da el dinero a menudo obtenido fraudulentamente- los
procedimientos hasta lograr la prescripción, buscan encubrir en las urnas los
delitos, sobornan o amenazan (¿qué ha pasado con el jurado popular que juzgó el
caso de los trajes de Camps?). Y si un juez es un electrón libre –no hace falta
que lo sea siempre: sólo cuando ejerce como tal-, lo asustan, lo acorralan y lo
baten. Cuarenta años en los cotos de caza en compañía del Generalísimo producen
su experiencia.
Es tan evidente que repetirlo da
vergüenza. Los jueces a los que se demostró imparcialidad en el juicio por los
crímenes del franquismo -y que tuvieron que dejar esa causa-, están también en
el juicio por las escuchas de la red criminal Gürtel. “Si no te cazo por aquí,
te cazo por allá”, parecen pensar mientras sonríen. Hay casos anteriores en
donde se realizaron escuchas a los abogados (caso del narco Vioque y del
asesinato de Marta del Castillo, por no citar la infinidad de veces que se ha
hecho con ETA o su relajado “entorno” (cuando Garzón no molestaba). Por último,
el juez que prosiguió con el caso prorrogó las escuchas inicialmente solicitadas
por la policía (que demostraban que, efectivamente, los abogados estaban
haciéndose cargo del ocultamiento del dinero robado por la red). Aznar dijo que
aunque no hubiera armas de destrucción masiva en Irak, aquello mereció la pena
para sacar a Sadam Hussein. Sería bueno escucharle qué opina de los abogados de
la Gürtel y el juicio a Garzón. ¿Estará de acuerdo en procesar a esos abogados
leales con el crimen? Si interceptar las conversaciones entre abogados y
presuntos criminales debilita las garantías de los detenidos –cosa que parece
evidente- lo debe parecer siempre. Si así hubiera sido en cada caso, a ningún
policía se le ocurriría solicitarlo, a ningún juez se le ocurriría a hacerlo, a
ningún fiscal autorizarlo ni a ningún juez sustituto prorrogarlo. Pero ese no
es el problema: si quieres cazar a un corzo, pruebas con la escopeta, con
perros, con veneno y hasta con arco y flechas, para luego extenderte la sangre
por la cara en señal de triunfo.
¿Se darán los jueces ya por
tranquilos? No hay razones para pensarlo. Hoy somos el hazmerreír del mundo y a
esos jueces no les ha quitado el sueño nuestro ridículo como país. Ahora, se
aprestarán a callar a los que preguntan por los crímenes del franquismo. Y qué
extraño es que persigan el cobro de unos cursos en Nueva York y no lo hagan con
los cursos de preparación de jueces que imparten buen número de ellos (siendo
taxativamente ilegal). Cuando es el bolsillo propio el que se recrea, todo nos
parece más amable.
Llevamos tiempo diciendo que con el
relato de la Transición sólo vamos a tener una democracia de baja intensidad.
No te acuestas juez franquista y te levantas juez demócrata. Lo vemos en la
Audiencia Nacional. Jueces que lo fueron del franquismo y que acusan a Garzón
de crímenes propios de estados totalitarios. ¿No fusilaron en 1939 a los jueces
leales a la República acusándoles de auxilio a la rebelión? Si fuera cierto que
Garzón se equivocó (¿qué juez no lo hace?), le corresponde el castigo adecuado.
Achacar intención al error es querer ir más allá. Pero cuando quieres asustar
al bosque, desuellas al animal batido. El que fue fiscal anticorrupción,
Jiménez Villarejo, lo ha resumido señalando a la Audiencia Nacional: “Casta de
burócratas al servicio de la venganza institucional”. ¿Qué juez va a atreverse
mañana con el PP? En Italia los volaba la mafia. Aquí los inhabilita la
Audiencia Nacional.
¿Hasta cuándo va a callarse la
democracia en este país? ¿Cuánto tiempo más vamos a repetir el absurdo de que
hay que respetar en cualquier caso las decisiones de los jueces? Siguen
achicando el espacio democrático. ¿Nos acordamos de las leyes de Nüremberg de
1933 y de juristas prestigiosos como Carl Schmitt que justificaron esa
prohibición de matrimonios entre arios y judíos? El fascismo siempre ha tenido
jueces saludando con el brazo en alto.
* Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Profesor
titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y Director
del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía en el Instituto
Complutense de Estudios Internacionales.
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