Virus publica El derecho a la pereza de Paul Lafargue, un
clásico de la literatura subversiva del que podemos rescatar ideas valiosas
para nuestro tiempo
Por: Ignacio Pato
www.playgroundmag.net
Fotografía de Yulia Spiridonova
I. JORNADA LABORAL
DE 3 HORAS
¿Qué pasaría si
nuestra jornada laboral durase 3 horas?
Seguramente, el
primer pensamiento que les sobrevenga a muchos sea ¡¿y qué voy a hacer con
tanto tiempo libre?!
Hasta tal punto
está la cultura laboral inoculada en nuestras almas.
En 1880, Paul
Lafargue publicaba El derecho a la pereza, un clásico que reedita ahora la
editorial Virus.
Trabajar 3 horas
y "holgazanear y gozar el resto del día y la noche" es una de las propuestas del activista y
pensador marxista.
Lafargue culpa a la
sobreproducción capitalista de la miseria. Una sobreproducción que es fruto a
su vez de la "pasión de los obreros por el trabajo".
Estos habrían aceptado así "el dogma del trabajo", una imposición capitalista
que actualizada a nuestros días podría encontrar acomodo en la expresión "el
trabajo es un chantaje social para la existencia".
El francés nos
estaba hablando desde finales del XIX de modernas burbujas que todos
conocemos, desde la de la vivienda a la del entretenimiento pasando por,
sí, la del periodismo viral.
II. NO ME APETECE
¿Qué papel juega la
pereza en todo esto? Ya llegamos a eso. Porque Lafargue toma la máquina
del tiempo para hablar desde 1880 y sonar alto y claro en 2016: el paro tiene
la culpa.
Si hubiera
desempleo cero, "los obreros no tendrán ya celos entre sí, ni se pelearán
por arrancarse el trabajo de las manos y el pan de la boca. Así, descansados de
cuerpo y espíritu, empezarían a practicar las virtudes de la pereza".
En efecto, trabajar
menos para trabajar todos sería el pasaporte a una vida mejor. Al
bálsamo de la pereza. Al fin y al cabo, ¿hay alguien más perezoso que el
presunto creador de todo esto? Jehová dio el ejemplo ideal de pereza:
seis días de trabajo y reposo por los siglos de los siglos.
Porque si hay algo
impensable hoy en cualquier fábrica, oficina o cocina de restaurante es alabar
la pereza. Basta imaginarse a un trabajador llegando a su lugar de trabajo
gritando ¡PREFERIRÍA ESTAR, Y QUIZÁ EN ROPA INTERIOR, EN UN LUGAR QUE
YO HAYA ELEGIDO LIBREMENTE!
Más bien al revés,
las frases que han hecho fortuna en torno a ese momento son un jocoso 'hay
que levantar el país', un protocolario 'después de tantas
vacaciones ya os echaba de menos, compañeros' o un pretendidamente
vitalista '¡manos a la obra!'.
La pereza esconde una
verdad que, por mágica, es también incómoda. Y aquí ya no solo hablaríamos,
con permiso de Lafargue, de trabajo.
Cuando no nos
apetece 100% ir a una comida familiar, o al cumpleaños de un amigo, o
ducharnos, rápidamente bloqueamos la pereza.
'¡VAMOS, LEVANTA
DEL SOFÁ, QUE LLEVAS TODO EL DÍA SIN HACER NADA!'. Frases como esa tienen el don de sonar en
nuestros oídos sin que nadie las pronuncie. Reprimimos nuestra pereza por pura
culpa anticipada.
Llevamos tatuado
en el cerebro que no hay que ser perezosos, que si alguien nos pregunta
'¿qué hiciste ayer?' no podemos responder 'nada que no me apeteciese hacer'.
III. UNA OFICINA EN
TU CAMA
Lafargue decía que
cuanto más trabajo, menos vida. Es cierto que no tenemos a mano una ouija para
preguntarle cómo subsistiría hoy en día un trabajador que cambiase la
alienación de su trabajo por la pasión de una vida 100% elegida.
Sin embargo, es
fácil conectar su frontal crítica al trabajo con la defensa de la pereza. La
censura social de la pereza y la vida de 2016, regida por los horarios
laborales, a menudo extendidos más allá de lo razonable, y de lo sano, se
complementan a la perfección.
El sociólogo César
Rendueles nos decía hace poco que "cuando en una entrevista de
trabajo te preguntan por tu vida personal es para asegurarse de que va a quedar
aparcada cada mañana junto a la máquina de fichar. La cosa es aún peor en las
llamadas profesiones creativas, donde se supone que vas a dejar que el trabajo
colonice tu vida personal".
Soñar cada noche
con aspectos relacionados con tu trabajo o despertarte los fines de semana a la
misma hora en que tu despertador suena de lunes a viernes, por no hablar del
constante estímulo de notificaciones en el móvil a deshoras relacionadas
con tu actividad laboral, son ejemplos de conquista fisiológica totalmente
asumida.
Pero que nuestra
cama sea una prolongación de nuestra oficina no suele parecer tan terrible de
justificar como pasarnos 5 horas tumbados en ella, por ejemplo leyendo.
Simplemente porque nos apetecía.
IV. MÁS PEREZOSOS, ¿MEJORES PERSONAS?
Basta sacar a colación el argumento de la renta básica universal en
cualquier foro virtual, tratar de defender una de las estrategias que nos
permitiría reevaluar nuestros intereses laborales, generando espacio para los
intereses personales, permitiéndonos trabajar menos y mejor, para tener
reacciones del tipo: ¡EL MUNDO SERÍA ENTONCES UNA POCILGA LLENA DE
VAGOS, EGOÍSTAS E INMADUROS!
Mmmm... ¿Y si la cultura de la no pereza, en combinación con
kilométricas jornadas laborales, deficiente conciliación con la vida familiar,
tenso presencialismo en centros de trabajo en la era de internet y una larga y
amenazante cola de aspirantes a tu puesto de trabajo contribuye a
hacernos personas más aisladas y temerosas de perder lo que para
Lafargue solo era el privilegio de ser explotado?
¿En qué momento la madurez y la responsabilidad se comenzó a
calibrar con la cantidad de obligaciones y cargas laborales que pesan
en nuestros hombros?
¿Y si pequeñas y cotidianas renuncias "por pura
pereza" contribuyesen a acumular un tiempo de calidad que dedicaríamos a
nosotros mismos, pero también a nuestros familiares, amistades y compañeros?
Entonces, ¿no nos haría la despenalización moral de la pereza
personas mejor preparadas para encarar relaciones afectivas y sociales?
"No disfrutamos en el paro, ni
disfrutamos trabajando (Evaristo Páramos)"
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