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Autor Invitado: Olivier Barlet (Africultures)
Publicado recientemente en español, el libro de Achille Mbembe, Crítica de la Razón Negra, se impone como una reflexión acerca del pensamiento sobre la diferencia y la condena de su culto. La obra continúa su crítica política, cultural y estética de nuestro tiempo con una asombrosa pertinencia.
El guiño travieso del título a la Crítica de la razón pura de Kant no es neutro: Achille Mbembe arremete contra una creencia, la misma que fundamenta la desigualdad entre los hombres: la raza. Y lo hace citando en un epígrafe a Césaire, cuando evoca la violencia de la conquista colonial en el Discurso sobre el colonialismo: “No nos libraremos de ella tan fácilmente”.
Pues ni la negación ni el olvido harán que el mundo avance. Por el contrario, la violencia, la crueldad, los dramas de la esclavitud, de la trata de esclavos, la colonización y el apartheid, los muertos sin sepultura y la gran noche de la Historia para los pueblos de cultura negra son para este libro un cieno: sedimento de la calamidad y al mismo tiempo fuente de vida – lo que Mbembe denomina el devenir-negro del mundo. Hacia esa poderosa paradoja nos conduce su reflexión crítica, con una erudición y una claridad capaces de hacer palidecer a cualquier ensayista.
Para revitalizar el mundo será necesaria, pues, la memoria, sin la cual ninguna democracia puede alcanzar pleno desarrollo. Y es urgente, porque el racismo todavía está vivo y finge para que no se le vea asomar la pata: mientras el universalismo republicano francés hace como que es ciego en materia de raza, los no-blancos todavía viven encerrados en sus supuestos orígenes. Ahora que “Europa ya no constituye el centro de gravedad del mundo”, ha llegado la hora de convocar a la Historia para entender de qué forma esa provincia del mundo inventó la modernidad basándose en el negro y en la raza, es decir, en la diferencia y lo desemejante que dan lugar a la exclusión, la explotación y la humillación.
¿El negro? “Es aquel (o aun es aquello) que se ve cuando no se ve nada, cuando no se comprende nada y, sobre todo, cuando no se quiere comprender nada”. Los dos primeros capítulos del libro reconstruyen la historia de esta reducción, designando lo que, para Mbembe, constituye la razón negra: “figuras del saber; un modelo de extracción y depredación; un paradigma de sometimiento y las modalidades para superarla; y finalmente un complejo psico-onírico”. Es esta fabulación, este relato imaginario elaborado desde la Antigüedad, lo que irá gradualmente legitimando la violencia sistematizada en las plantaciones y que se definirá como moral en la empresa colonial.
Esta fantasía radica en un teorema: “Todo lo que no es idéntico a sí mismo es anormal”, cuando no es sencillamente animal. A lo que el negro responderá “que él no está allí donde se refieren a él, menos aún donde lo buscan, sino más bien allí donde no es pensado”. Esta escritura fragmentada de un pueblo en una línea de puntos, busca que surja una comunidad, declaración de identidad, que reivindica ser ciudadano como los otros, pero estará condenada a tener que conjurar su sometimiento a las sentencias de estas fabulaciones.
La diferencia y la raza son huesos duros de roer: ni siquiera las vanguardias estéticas rompieron totalmente con el mito de la existencia de los “pueblos superiores”. El Negro es, como sugería Fanon, una invención del Blanco. Es el resutado de un proceso de atribución, de racialización. Y por consecuencia, África es considerada tierra de superstición, incapaz de producir nada universal, especie de arbitrariedad primordial, “un mundo aparte del cual no tenemos ninguna responsabilidad”. África fascina, pero constituye también un reverso nocturno de su propio ser.
En busca de esas paradojas que fundamentan la complejidad, pero también la actualidad de esa relación, Mbembe hace un análisis excelente de una África reveladora de aquello que constituye elescándalo de la humanidad, la negación de la responsabilidad y de la justicia, y apela a la reparación. Es, así, el principio de diferencia de calidad entre las razas sobre el que se fundan la modernidad y sus técnicas de dominación del cuerpo del Otro, así como su temor visceral a la degeneración. Esto no frenará la frivolidad y el exotismo, en el empeño de camuflar la realidad con un racismo negligente y libertino. África sigue siendo “un pozo inagotable de fantasmas, materia de un trabajo gigantesco de imaginación”, dando paso a una diferencia irreductible. ¿Por qué privarse de ella si, como decía Víctor Hugo, “Dios ha regaladao África a Europa”?
Habrá voces que se levanten por compasión contra la irreductibilidad de esta diferencia, pero ser piedoso no es solución a ser condescendiente. Y es así, quitándose esa carga, como aparecerá el deber de civilización. El debate, a partir de ahí, consistirá en saber si el Negro es un ser aparte, continuando con la cuestión de la diferencia. Y se acabará concluyendo, de buen grado, “que hay que convertirlo, asimilarlo”. Pero la respuesta negra para la propia emancipación será victimizarse o reformular la temática de la diferencia cultural, sumergiéndose en una profunda contradicción ya que, para hacerlo, se apoyará en la raza, la geografía y la tradición. “La gente se rebela, no contra la pertenencia del Negro a una raza distinta, sino contra el prejuicio de inferioridad relacionado a dicha raza”. De igual modo, el negro no será en adelante alguien que participe simplemente en la condición humana, sino aquel que, ha nacido en África, vive en África y es de raza negra”. Y así no se sale del paradigma racista.
De este modo Mbembe, en una reflexión que trasgrede todas las ideas preconcebidas, convocando a un gran número de pensadores e investigadores, desarrolla, página por página, una crítica con bisturí a labiblioteca colonial que todavía continúa estructurando nuestra visión del mundo. Pero va mucho más allá, y realiza un análisis psicoanalítico de la colonia, desvelando el “pequeño secreto” que esconde el imaginario de la mercancía, que explicaría el poder inmaterial del potentado colonial. Ese sometimiento del indígena a su deseo, supuso, originalmente, la proliferación de fantasmas del pasado, aunque “la memoria colonial se reviste de ejercicio psíquico cuyo objetivo final es la cura”, teniendo ésta como fin reconocer y asumir al Otro en sí mismo, “fundamento de un nuevo saber sobre sí mismo”.
Y es entonces cuando Mbembe, en un quinto capítulo en el que predomina súbitamente la poesía, ofrece un “réquiem por el esclavo”, cimentándolo en la figura del fantasma la posición del Negro en la modernidad y en cómo construye su perspectiva de futuro. Se lanza, así, a un análisis fulgurante de la escritura de Sony Labou Tansi y de Amos Tutuola para extraer de su obra las herramientas de explotación de esa economía nocturna. Muestra cómo se crea e inventa el sujeto fantasmal en lo inesperado y en la absoluta inestabilidad.
Nombre insultante y color de la oscuridad a la vez , el Negro no se ve a sí mismo ni llega a tomar forma sin su maestro. No obstante, deberá elevarse en humanidad e imaginar la comunidad universal. Para ello, será necesario pasar por África, “ese duplicado del mundo cuyo tiempo ha de llegar, como se sabe”. Después de Césaire, Mbembe relee a Fanon y sobre todo su concepto tan desacreditado de la violencia elegida, viendo en ello una llamada hacia la declosión del mundo. También es necesario leer sus páginas sobre la creación religiosa y artística, en las que abre una nueva perspectiva crítica en cada página.
En un momento en el que asistimos, favoreciendo el neoliberalismo, a una tendencia hacia la universalización de la condición negra y hacia el abandono impasible de sectores enteros de la humanidad, la perspectiva de este libro edificante y de referencia es la de un mundo-más-allá-de-las-razas, en el cual la identidad está en perpetua autoinvención, donde la relación con uno mismo pasa por la relación con el Otro, reuniendo a la vez diferencia y semejanza. Achille Mbembe prosigue con su trabajo sobre la era postcolonial (De la postcolonie, 2000) y sobre la descolonización (Sortir de la grande nuit, 2010,), aportando una notable contribución al pensamiento de la diferencia que él mismo define así: “en la mayor parte de los casos, el resultado de la construcción de un deseo”. Pero también un trabajo de poder que después será interiorizado y reproducido en la vida cotidiana. Su lectura indispensable es un poderoso antídoto contra los residuos del racismo.
Publicado originalmente en Africultures, el 2 de octubre de 2013.
Traducción del francés: Alejandro de los Santos Pérez
Fotografía de portada: AFP/Cyril Folliot
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