xoves, 26 de marzo de 2020

Machotes frente al coronavirus

DAVID TORRES

Hace muchos años sonaba por televisiones y radios un rancio anuncio de colonia masculina cuyo eslogan decía: "En las distancias cortas es cuando una colonia de hombre se la juega". Al parecer era una colonia diseñada para esos hombres muy hombres, de los que crían champiñones en ingles y sobacos. La proliferación de gobernantes machotes al estilo de Trump, Bolsonaro y Boris Johnson ha puesto en lo más alto ese tipo de masculinidad que consiste en hablar a voces, presumir de incultura y decir lo primero que se le pasa a uno por la cabeza, ya sea un muro para contener mexicanos o un muro para contener virus chinos, la penúltima ocurrencia de Trump desde la Casa Blanca. Sí, se trata de esa clase de hombres que, cuando les pica el culo, se rascan por delante.
Al otro lado del muro, el presidente de México, López Obrador, demostró que no le va a la zaga al mandatario estadounidense al soltar en mitad de una rueda de prensa que para qué necesitaban los mexicanos toque de queda mientras enseñaba los periodistas un par de amuletos que le servían personalmente de defensa. No se veía muy bien lo que eran pero recordaban aquellos escapularios que llevaban algunos legionarios en el pecho con la leyenda: "Detente, bala". Hay que suponer que los coronavirus frenarían en seco ante el coraje del presidente mexicano, capaz de desafiarlos a fuerza de amuletos, jalapeños y mariachis.
En un primer momento, Bolsonaro y Boris Johnson también decidieron una estrategia de resistir por las bravas, los brasileños a base de oraciones y los británicos a base de anticuerpos, un brexit biológico en el que soportarían los embates de la enfermedad con el mismo estoicismo con que resistieron los bombardeos de la Luftwaffe. Johnson intentaba emular a Churchill, aunque no tanto al Churchill de la sangre, el sudor y las lágrimas como al Churchill que provocó una hambruna en Bengala en la que murieron millones de personas, uno de los episodios menos comentados de este racista impertérrito.
Puesto que en las distancias cortas es donde una colonia de hombre se la juega, Johnson, Trump y Bolsonaro han reculado en sus consignas de chulería, quizá porque sus asesores les han convencido por fin que a un virus no lo detiene un ladrillo y que dejar morir a cien o doscientos mil ancianos a lo mejor les resta muchos votos. Sin embargo, López Obrador, más chulo que nadie, se fue a comer ayer mismo a un restaurante en Oaxaca para dar ejemplo y decirles a sus compatriotas que siguieran saliendo de compras, viajando por ahí y haciendo vida normal, que él ya les iba a avisar cuando toque acojonarse.
El primer disidente que le salió a Boris Johnson cuando recomendaba la reclusión doméstica fue su propio padre, quien advirtió la semana pasada que si tenía que ir al pub, pues iría al pub y pediría dos pintas, sin importarle un pimiento lo que dijera su hijo. Dado que el gobierno británico acaba de decretar el cierre de bares, restaurantes, cines y teatros, y puesto que el padre de Johnson es contrario al divorcio con la Unión Europea, ya ha iniciado los trámites para nacionalizarse francés y que le den por saco al brexit. De momento López Obrador sigue en sus trece, demostrando así que no hay nada más parecido a un tonto de derechas que un tonto de izquierdas.

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