xoves, 16 de agosto de 2018

Las 'kellys' sacan los trapos sucios por la igualdad

Ana María Ortiz
http://www.elmundo.es/

La empleada del hogar y activista feminista, Rafaela Pimentel
La empleada del hogar y activista feminista, Rafaela Pimentel ANTONIO HEREDIA

Rafaela se ha animado a cantar la versión de El Patio de mi casa, que fue una de las primeras canciones que las empleadas del hogar tunearon para llamar la atención sobre sus demandas en protestas y manifestaciones: El trabajo que tengo / es particular / cuidar de todo el mundo / y te tratan fatal / levántate / trabajadora del hogar / lucha por tus derechos / y visibilidad. Canta en una cafetería del barrio madrileño de Tirso de Molina mientras en una mesa cercana se han instalado el grupo de compañeras con las que acaba de tener una reunión. Toman unas cañas y siguen debatiendo sobre los problemas del colectivo a tenor de las palabras que llegan hasta nuestra mesa: "¡700 y algo de interna!", exclama una.
El grupo de las trabajadoras del hogar tiene fama de ser de los batallones más tenaces y ruidosos del movimiento feminista y sin duda ella es de las mujeres que más lo anima. Rafaela Pimentel (BaníRepública Dominicana, 1960) subió al escenario tras la multitudinaria manifestación del 8-M en nombre de las mujeres que se dedican al "invisible trabajo de los cuidados". Un año antes, junto a otra media docena de compañeras, hizo que Julia, la estudianteLa joven caminando y otras estatuas del madrileño barrio de Malasaña amanecieran ataviadas con delantales y plumeros, consiguiendo así que los medios de comunicación las enfocaran a ellas y a sus quejas. Hace unas semanas, René Pérez, el ex vocalista de Calle 13, la invitó a tomar la palabra durante un concierto en Getafe entre canción y canción: "¡Las trabajadoras del hogar le vamos a dar la vuelta al mundo!", jaleó al auditorio. Esto por citar sólo unos cuantos apuntes de su nutrida agenda activista.
Llegó a España en 1992 y desde entonces calcula que lleva más de 45.000 horas trabajadas, siempre como empleada del hogar, los últimos 21 años en la misma casa, con una familia de Pozuelo de Alarcón (Madrid) a la que está muy agradecida. Lo primero que quiere dejar claro es que ella es una privilegiada. "Tengo la gran suerte de trabajar con una familia que valora mi trabajo, tengo mi contrato, mis vacaciones pagadas... Acabo de terminar un curso de tres años de psicología terapéutica y he podido hacerlo porque no me han puesto ningún problema para ir a clases o faltar unos días cuando la formación era intensiva".
Subraya también que su situación es extraordinaria dentro de un colectivo donde la norma es la precariedad. El panorama general lo radiografió en la petición que hace un año lanzó en Change.org para emplazar al Gobierno que proteja a las trabajadoras del hogar y que supera las 120.000 firmas de apoyo. "Se estima que el 14,4% de los trabajadores cuenta en su casa con el apoyo de trabajadoras del hogar regular. En total somos aproximadamente dos millones, pero sólo 435.000 de nosotras estamos afiliadas a la Seguridad Social", decía. Le faltó incluir que el 96% son mujeres.
Rafaela es feminista y activista desde que tiene memoria, aunque cuando vivía en República Dominicana luchaba prioritariamente por cosas aún más básicas que conseguir la igualdad: "El acceso al agua potable, la luz, la educación, la salud...", relata.
El año de los Juegos Olímpicos de Barcelona emigró a España y, de la mano de un colectivo feminista de Vallecas, participó en 1996 en su primera manifestación del 8-M. Desde entonces no ha faltado a ninguna cita y por eso puede dejar constancia de cómo ha evolucionado el estado de salud del 8-M en función de la afluencia. Los primeros años, explica, la calle estaba muy concurrida, pero después la convocatoria se fue desinflando para resurgir hasta desbordar cualquier previsión en este 2018. Ella ha formado -y forma- parte de la Comisión 8-M que lo organizó y, durante el año previo, como otras muchas activistas, se dedicó a extender el mensaje para asegurarse de que llegaba hasta el último patio de vecinas: "Desde mucho tiempo antes, yo tenía colgado el cartel de la huelga: 'Si nosotras paramos se para el mundo'. Mis vecinas preguntaban: 'Rafa, ¿eso qué es?'. Hacía un bizcocho, las invitaba a café y les contaba", explica. Pateó todo Madrid, de los barrios a las universidades: "Hablaba de cuidados con señoras de 80 años que llegaban en sillas de ruedas, con chavalitas de 14... Contar la huelga a varias generaciones y que el día 8 te encontraras las calles llenas... Para mí eso fue...".
Aquella impresionante exhibición de fuerza colectiva, con la problemática de las trabajadoras del hogar y de cuidados como uno de los puntos estrella, le hizo retrotraerse a los tiempos en los que simplemente se resignaban. En 2006 asistió a unas jornadas en la que coincidió con otras empleadas del hogar, muchas internas sin casa propia, la mayoría inmigrantes solas. "Decidimos que teníamos que organizarnos para estar juntas", cuenta. De aquel propósito surgió Territorio Doméstico, la asociación desde la que articulan iniciativas como la de ponerles delantal a las estatuas o cantar su versión de El Patio de mi casa frente al Congreso. Sus protestas ahora están centradas en que se derogue la enmienda del PP a los Presupuestos Generales que retrasa la incorporación de las trabajadoras del hogar al Régimen de la Seguridad Social hasta 2024 cuando estaba previsto para 2019. "Y en que España se sume al Convenio 189 [sobre el trabajo decente] de la OIT, que garantizaba que tuviéramos los mismos derechos que cualquier trabajador", explica. "El Estado español se comprometió con 83 países a ratificarlo y en Europa ya lo han ratificado ocho países. Pero España en 2013 dijo que no lo iba a ratificar sin darnos explicaciones", dice.

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