DAVID BOLLERO
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Hoy se celebra en Madrid el Día de la Comunidad y, salvo la marcha al fin de Esperanza Aguirre, hay pocas cosas por las que brindar. Es cierto que, aunque no sea haya sido a través de una instrucción judicial, el hecho de que ya no desfile la lideresa del PP por la escena política es motivo de satisfacción, pero no lo suficiente como para poder decir que es un gran día.
La corrupción parece haber campado a sus anchas por Madrid, que ve cómo el que ha sido su presidente ‘celebrará’ el 2 de mayo entre rejas, junto a su hermano, mientras el ministro de Justicia le envía mensajes de ánimo. Por este motivo, hoy más que nunca durante los festejos institucionales del día, Protocolo debería repartir una pinza para la nariz a tod@s l@s asistentes.
Mariano Rajoy, por ejemplo, se lo ha querido ahorrar, mandando a su vicepresidenta, la misma que le saca las castañas del fuego cada vez que el presidente se ve superado por las circunstancias. Si durante cinco semanas, Rajoy ha conseguido zafarse de las sesiones de control, ¿quién esperaba que rompiera su modus operandi y diera la cara en el 2 de mayo? Nadie.
Este hilo argumental nos lleva directamente a la moción de censura, alrededor de la cual se están haciendo varias cosas mal. La propia moción, ¿tiene sentido? Lo cierto es que sí, motivos para plantearla sobran, quien niegue eso es que no ve más allá de sus narices. Otra cosa bien distinta es que, de ganarse, ¿qué sucede el día después? Y esa es la gran preocupación, especialmente, del PSOE que, fracturado en varios pedazos, se ve ahora más amenazado que nunca por Unidos Podemos.
Por hacerlo mal, hasta lo está haciendo rematadamente mal en las filas socialistas el díscolo Pedro Sánchez. Cada vez que acusa a Unidos Podemos de haber apoyado a Rajoy cuando no votó a favor de un Gobierno PSOE-Ciudadanos (en el que, no lo olvidemos, Rivera se había asegurado un puesto en el equipo de Gobierno), se equivoca estrepitósamente.
Entonces, Unidos Podemos dijo no a Ciudadanos y sí a PSOE; de hecho, lo repitió hasta la saciedad, pero entre los de Ferraz, la voz de la que hoy se ha convertido en la archienemiga interna de Sánchez, Susana Díaz, era demasiado potente y ésta es de lejos la que se siente más amenazada en su tierra por el tándem Teresa Rodríguez-Antonio Maillo. Quien sí apoyó a Rajoy no fue Unidos Podemos, sino PSOE y la cohorte de Díaz. No lo olviden sus militantes cuando llegue el momento de decidir las Primarias.
Por otro lado, gestos como la carta de Pablo Iglesias a Ferraz, reclamando el apoyo a la moción, sobran. Son golpes de efecto, sobreactuaciones que no llevan a ninguna parte, porque ni refuerzan a los convencidos ni atrae a los que no lo están. Lo único que consigue con ello es dar más artillería al discurso de que la moción de censura se han planteado más para dejar en mal lugar al resto de partidos de la oposición que para hacer daño a Rajoy.
Así las cosas la moción no prosperará, pero hay que tener altura de miras y, aunque no se apoye a Unidos Podemos, al menos reconocer que motivos para largar del poder al PP no faltan. Maticen todo lo que quieran que el quid de la cuestión es que el resto de partidos no se ponen de acuerdo para formar una alternativa de Gobierno; todo mensaje que se salga de ahí, reforzará a Rajoy.
El otro quid de la cuestión es que ya en las últimas Elecciones Generales tampoco faltaban motivos para no haber llevado al PP a La Moncloa. Sin embargo, España la llevó mayoritariamente. Y esa es la triste realidad. Eso es lo que realmente me inquieta, aún más que el hecho de que no haya pinza que apriete lo suficiente la nariz como para no tener náuseas por el hedor a corrupción que se respira a lo largo y ancho del país.
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