Suso de Toro
Va a pasar algo o está pasando. Y cuando pasa algo, normalmente una apisonadora, lo hace por encima de los que estamos abajo.
Tras la tramoya de la Monarquía. Somos bastante tontos e ignoramos lo que ha ocurrido y está ocurriendo tras los pesados cortinajes pero es evidente que ha habido trapisonda y movimientos de muebles alrededor de la Casa Real. Para buscar una salida a la historia que nos cuentan, a esta obra teatral que tiene el escenario lleno de miseria, corrupción y estrangulamiento de la democracia nos han ofrecido, como un “Deus ex machina”, el advenimiento de un nuevo rey.
Lo que nos cuentan no puede ser más mítico: el nuevo rey es un elegido que arrancará la espada de la piedra, removerá los obstáculos que tiene su pueblo ante si e inaugurará una nueva era de harmonía y abundancia. El resultado es ridículo porque los espectadores en este momento ya no están dispuestos a creerse un cuento así (si bien lo habrían comprado de gusto hace pocos años cuando las cosas parecían marchar).
Más interesante que el nuevo acto de “La España mágica”, que parece protagonizada por figuras de purpurina, son los manejos de las sombras grotescas escapadas de los espejos del Callejón del Gato valleinclaniano. En el calor del enredo algunas figuras salen de bambalinas y se acercan al proscenio para hablarnos explicarnos el sentido de la pieza teatral, otras en cambio sólo podemos atisbarlas a lo lejos como sombras chinescas.
Los que se mantienen entre sombras son los representantes del IBEX 35. Aunque se han dejado ver y retratar en las vísperas del magno evento, metiendo sus manos en harina política y ayudando al amasado de la empanada que nos presentan. Los más conspicuos, como Botín, suelen aparecer respaldando las políticas y el optimismo del Gobierno, pero en esta ocasión todos han entendido que había que mancharse un poco las manos.
Y las figuras que se muestran y nos hablan desde el proscenio, actuando como intelectuales orgánicos del sistema económico y político y como portavoces de la maniobra en marcha, son un miembro de un consejo de administración y también político que parecía jubilado pero está muy activo, Felipe González, y un periodista que preside una importante empresa de comunicación, Juan Luis Cebrián. Un día y otro argumentan tanto la Monarquía como la necesidad de que el nuevo rey intervenga en la vida política.
Es evidente que si los poderes económicos y sus intelectuales optan por ese camino, debido principalmente al fracaso del PP, es porque creen que la situación es muy seria.
Rajoy ejecuta fielmente las políticas económicas y sociales que le piden, los recortes democráticos y la represión nadie se lo pide y ya corren por cuenta suya, pero es un verdadero desastre como político: no se mueve de su posición cuando todo a su alrededor y, sobre todo, debajo de él está cambiando. Su propia gente lo califica de “Don Tancredo”.
Y efectivamente él, que es quien tiene que manejar la circulación, puede provocar un choque de trenes con el convoy que ya está en marcha y baja de Catalunya hacia Madrid. En eso hay que reconocer que Rajoy es un personaje de principios, fue educado en la “Una, grande y libre” y es fiel a si mismo, él y su partido son la peor elección posible para gestionar desde el estado el proceso político catalán. Cómo le pueden pedir que cambie ahora cuando han llegado al Gobierno atizando el nacionalismo españolista, tanto alimentándolo con el terrorismo y sus víctimas como con acusaciones hacia los catalanes.
Por otra parte, la otra pata del sistema político, el PSOE, se encuentra sumida en una crisis profunda. A los poderes económicos tampoco les inspiran confianza los candidatos a dirigir el partido, no saben si pueden confiar plenamente en ellos ni si tendrán capacidad para liderar a una parte de la sociedad que debe ser conducida dócilmente sin que rompa con el sistema político vigente.
El PSOE se muestra como un partido atrapado por su pasado. Sus gobiernos, junto con los del PP, son corresponsables de la configuración actual del estado y del sistema financiero y económico tal como ahora es. Hasta aquí se ha llegado por una serie de decisiones, desde el caso Rumasa y Mario Conde hasta el desastre de las cajas, particularmente Caja Madrid /Bankia, pasando por la privatización de las empresas públicas, un verdadero saqueo al estado.
Tampoco aciertan a imaginar una política económica y social distinta a la que ha practicado. El pacto en el parlamento europeo entre “populares” y socialdemócratas en torno a un mismo candidato, Junker, y una misma política económica es como firmar lo que mucha gente cree hoy, que son las dos caras de lo mismo.
Podemos es un fenómeno político que merece una atención en si mismo, pero muestra la desafección y el resentimiento de una parte de la sociedad hacia el régimen político. Y ahora que se ha abierto ese canal de expresión solamente va a crecer. La aparición de ese cuestionamiento del sistema político ha añadido incertidumbre y ansiedad en los pechos de los “próceres”.
Estos ven lo mismo que ve la sociedad, que el sistema político basado en los dos grandes partidos estatales se ha descompuesto y ha llegado a su término, es una crisis del Régimen. Y ello en medio de una crisis económica y social que todavía tiene recorrido, a pesar de lo que predique este Gobierno por sus conveniencias electorales.
Desde luego que los amos de España no confían en los españoles (la democracia es una cosa demasiado importante como para dejársela a la ciudadanía”, piensan) pero tampoco confían ya en esos dos partidos, “son unos incapaces”, y han decidido actuar. Se trata de volver a soluciones extraordinarias, de apartar a los políticos votados en las urnas y poner a otras personas. Una situación que tiene parentesco con la vivida en el último gobierno de Suárez.
Recordemos evidencias, en esta Europa un estado como Grecia ha sido atacado económicamente con brutalidad y su soberanía fue secuestrada y a un estado como Italia le han quitado y puesto presidente de gobierno. Pero en este caso español es una operación política nacida desde dentro del país para someter al estado y la ciudadanía.
Constatamos dos realidades que deben preocupar. Por un lado, los medios de comunicación de ámbito estatal han mostrado de modo unánime su implicación en la operación política en marcha, la abdicación y la proclamación del nuevo rey. Lo cual pone en cuestión que en España exista verdadera libertad de expresión. Y, por otro lado, ya tenemos de ministro de Economía a Luis de Guindos, un hombre de Lehman Brothers y con decir eso basta. Habría que añadir la constante represión de la ciudadanía que se defiende de una política injusta y que exige el mantenimiento de la democracia. Hoy por hoy ya estamos viviendo una situación de anormalidad democrática.
Después de tanto cacharrear, el plato que nos están preparando de postre sólo puede ser, tras tenernos sujetos y apretados, un gobierno de excepción. Bien nacido de una coalición entre los dos grandes partidos estatales, posibilidad hoy difícil porque sería un suicidio político de los socialistas, o bien uno formado por técnicos económicos con el consenso de los dos grandes partidos. ¿Y quien pretenden que haga de “maître” y nos aconseje el plato con los mejores modales? El nuevo rey. Se trataría de que Felipe reine y también forme gobierno. Esto se completa con la pretensión de que haga lo que no puede ni quiere hacer Rajoy, ofrecer una salida a Mas y a una parte de la sociedad catalana para evitar una ruptura.
En realidad, ahora que lo pienso, sigo teniéndole miedo a España. Cada sociedad tiene sus características y su historia que pesa y condiciona, lo que en el país de las trapacerías, Italia, se resuelve con la complicidad de todos y entre burlas públicas, en el país de las tragedias, España, se resuelve siempre de otra manera.
No sé como será vivir en otros lugares con otros pasados pero a mí me sigue pareciendo siniestro que, con motivo de la proclamación del nuevo rey, desfilen tropas por delante del Parlamento. O que, en estas circunstancias, Rajoy les diga a quinientos militares “España es una patria común por la que merece la pena sacrificarse”. Creo que están jugando con nuestros miedos. La ya débil confianza en la democracia española se me escurre entre los dedos.
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