domingo, 28 de xullo de 2019

Iros a hacer puñetas









JOSÉ LUIS ÚRIZ IGLESIAS


Mi tía Ángeles, una señora entrañable que murió hace dos años a los 93 y que dedicó toda su vida a rezar por mi salvación, cuando se enfadaba conmigo alzando su poderosa voz de exmonja dominica me lanzaba un terrorífico “vete a hacer puñetas”.
Mandar a hacer puñetas a alguien es una expresión que se utiliza cuando quieres deshacerte de una persona que te es molesta y deseas que se marche dejándote en paz.
Las puñetas son los bordados y puntillas colocadas en las bocamangas de las togas que utilizan algunos miembros de la judicatura. Su nombre procede del hecho de caer la manga sobre el puño.
La confección de cada puñeta requería un largo y entretenido trabajo, por lo que mandar a alguien a hacer puñetas era sinónimo de quitárselo de encima durante un largo tiempo.
Algunas fuentes indican que el lugar donde se confeccionaban las puñetas era en los conventos apartados, por lo que se le estaba mandando a un sitio alejado y durante mucho tiempo.
O sea, mi tía que se pasaba horas haciendo trabajos de punto porque según ella “el tiempo lo da Dios gratis” y había sido monja sabía mucho de eso.
Bueno, pues esta tarde, aún dolorido por lo ocurrido en el Congreso, les mando al PSOE y Podemos, a Pedro y Pablo un grito así; “Iros a hacer puñetas” ¡insensatos!
Me he chupado todas las sesiones de investidura (masoquista que es uno) y siento vergüenza ajena de la poca calidad de nuestra política y de muchos de nuestros políticos.
El esperpento al que nos han condenado los dos grandes líderes de la izquierda me lleva a la conclusión de que no se merecen estar donde están ninguno de los dos. Que les viene grande un escenario donde la negociación, la cesión y el acuerdo son de obligado cumplimiento.
Que no hayan sido capaces de acordar un gobierno con lo relativamente fácil que parecía resultar, les inhabilita para el futuro. Duele decir que los de la derecha, que tampoco son como para tirar cohetes, han quedado en mejor lugar, especialmente por su capacidad de ponerse de acuerdo entre ellos.
Da la sensación de que el espacio de futuro que abandonan los nuestros lo van a ocupar ellos con una relativa facilidad. Si vamos a elecciones el 10-N no me cabe ninguna duda de que accederán al gobierno y entonces habrá llanto y crujir de dientes, pero lamentablemente de toda la izquierda en su conjunto.
Pero alguna consideración más merecen estos cuatro angustiosos días. En primer lugar el descubrimiento de que, a pesar de la sensación de fraude de Sánchez e Iglesias, aún nos quedan estadistas, gentes con altura de miras en este país.
Alguno ya lo iba demostrando cono Joan Baldoví de Compromís y Aitor Esteban de PNV, pero estos días lo han bordado. Sensatez, generosidad, audacia y sobre todo la defensa del bien común.
Pero ha surgido también la mayor sorpresa, la aparición estelar de un transformado Gabriel Rufián de ERC. Sus intervenciones han sido para enmarcar y quedarán para la historia del parlamentarismo.
Ellos tres más otra agradable sorpresa, la de Mertxe Aizpurúa de EH Bildu que indica que esta vez sí están dispuestos a convertirse en la ERC de Euskadi, nos hacen reconciliarnos con la política. ¡Chapó!
Resulta curioso que precisamente desde la periferia, desde el nacionalismo de diferente tipo, hayan dado una lección de Estado precisamente a quienes deberían liderarlo. Que en sus discursos hayan antepuesto la dicotomía derecha-izquierda frente al nacionalismo rancio. Quizás haya sido el único atisbo de esperanza que nos hayan dejado estos siniestros días.
El esperpento al que nos han condenado los dos grandes líderes de la izquierda me lleva a la conclusión de que no se merecen estar donde están ninguno de los dos
Si se supiera aprovechar por los dos grandes partidos de la izquierda, se podría afrontar el gran reto de eliminar las tensiones centro-periferia heredadas de la Transición. Se abre ahí un espacio para la esperanza.
Parafraseando a Lenin; ¿Qué hacer ahora? Resulta difícil decirlo y pensando en ello me venía a la memoria una escena memorable de una gran serie de TV que recomiendo; “When they see us”, “Así nos ven”,
En ella hay una conversación entre el abogado defensor de causas nobles y la fiscal. En la misma le plantea la necesidad de jugar limpio y ella le pregunta, “limpio… ¿qué quiere decir esa palabra?”, “No sé….tiene que ver con justicia” y ella responde "esto no es cuestión de justicia letrado sino de política y la política es cuestión de supervivencia, no hay nada justo cuando se trata de sobrevivir.....”. “Sobrevivir, pero ¿a qué precio?”, le responde el abogado. Sin palabras…
¿Qué precio están dispuestos a pagar para sobrevivir Pedro Sánchez y Pablo Iglesias? ¿El de arrasar a la izquierda y dejar el campo libre a la derecha extrema que está esperando a la puerta? Esas son las preguntas que deberán responder en el corto plazo.
Por cierto, cuánto daño ha hecho en Sánchez la aparición del siniestro gurú, Iván Redondo, un Rasputín del siglo XXI.
Pero quizás la maldición que le lanzó Iglesias a Sánchez el primer día; “si usted no se pone de acuerdo no será presidente nunca”, tenga muchas posibilidades de cumplirse, aunque a él habría que trasladarle que después de estos días, nunca pasará a la historia de la izquierda de manera positiva.
Ambos han negociado como el perro del hortelano y no nos han dejado a los demás descansar en paz.
Una última reflexión al hilo de esto. PSOE y Podemos no han hecho su trabajo, sólo cabe esperar que no veamos fotos de sus señorías en las redes sociales, o en los medios de comunicación, veraneando plácidamente en piscinas, playas, o paseando por Roma o París.
No creo que tengan la poca vergüenza de hacerlo porque ni se lo han ganado, ni se lo merecen.
Veremos…

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