Ramón Gonzáel Férriz publica 1968. El nacimiento de un mundo nuevo
ANNA MARÍA IGLESIA
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Media década después, justo cuando se cumplen cincuenta años, el ensayista Ramón González Férriz vuelve su mirada hacia el Mayo del 68 para analizar no sólo los hechos que agitaron el mundo aquel año, sino sus causas y sus consecuencias. ¿Qué pasó para que en 1968 se creyera que otro mundo era posible? ¿Qué sucedió para que en países como Francia, México, Alemania, Italia, Japón e, incluso, España los jóvenes estudiantes de izquierda salieran a la calle para cambiar el statu quo, para reformar el sistema? En 1968 El nacimiento de un mundo nuevo (ed. Debate) González Férriz da las claves necesarias para entender qué paso a lo largo de aquel año y cuál ha sido su legado.
¿Qué nos queda, cincuenta años más tarde, de Mayo del 68?
Creo que quedan muchas cosas del ’68. En general, los años 60 son años en los que hay una gran transformación cultural y el 68 es el epítome de esta transformación. Para bien y para mal, los sesenta son una década en la que se rompe con el consenso cultural y político que se había producido después de la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de un consenso que había producido una gran prosperidad económica, aunque también tenía grandes limitaciones en el plano de la libertad individual, y lo que hace el 68 es crear una cultura donde la provocación, la ruptura y el espíritu revoltoso se convierten en algo normal. Esto a corto plazo tiene pocas consecuencias políticas, sobre todo en la Europa occidental, donde todos los regímenes políticos existentes siguen en su sitio y no se cambian ni se derrocan, pero a medio y largo plazo tiene una profunda influencia cultural, algo paradójica, eso sí.
¿Paradójico por qué?
A la revolución llega gente indiscutiblemente de izquierdas, que, de una manera un tanto compleja en términos históricos, termina favoreciendo ciertos aspectos del capitalismo. Esta revuelta, este espíritu burlón y frívolo acaba incorporándose en el capitalismo. A cincuenta años vista, el legado del 68 es un poco paradójico.
Del 68, ¿acaso no pervive más el legado intelectual-filosófico que el legado político?
Seguramente permanece más la herencia intelectual, pero ha vuelto también el espíritu político. Hoy en día hay una izquierda a la izquierda de la socialdemocracia que critica el capitalismo en términos herederos de la escuela de Frankfurt, es decir, de Marcuse, de Adorno, de Benjamin. Yo creo que este posicionamiento político-filosófico siempre ha estado ahí, refugiado en parte en las universidades, pero es un legado que ahora está particularmente vivo, sobre todo con respecto a las últimas décadas. Y es paradójico, porque la gente que hizo el 68 lo hizo en un momento de gran prosperidad económica: su revuelta no era una revuelta contra la situación económica, ni contra la precariedad o las perspectivas laborales para los jóvenes. Ellos eran conscientes de que vivían en un mundo enormemente próspero y con enormes posibilidades materiales; de hecho, muchos de ellos eran jóvenes que habían ascendido a la clase media gracias a los pactos de después de la Segunda Guerra Mundial, pero sus referentes culturales son similares a los que hoy maneja mucha gente en una situación de crisis. Por tanto, la vigencia intelectual de Mayo del 68 sigue estando ahí. ¿Qué parte de esta vigencia llega, por así decirlo, a las calles o a la clase trabajadora? Esto es más difícil de saber y es una de las paradojas que presenta el 68.
Tu pregunta, aparentemente, la contestó Pasolini cuando publicó un poema extremadamente crítico en contra de los estudiantes, a los que definía como burgueses e “hijos de papá”, y donde afirmaba que él estaba junto a la policía, que era la clase obrera.
Me temo que es una paradoja política constante que encontramos en la izquierda, pero también en la derecha. Existe una gran escisión entre el pensamiento de izquierdas, es decir, entre el mundo intelectual -las universidades y las élites de los partidos políticos- y la gente de ingresos bajos. Insisto: esto no solo sucede en la izquierda, sino también en la derecha, donde hay una gran escisión entre la élite de la derecha, que cree entender de verdad el carácter de sus clases populares, y las clases populares. Sin embargo, esta escisión en particularmente llamativa en la izquierda y lo fue todavía más en el 68. No había ninguna unidad real entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero, que, en realidad, despreciaba al movimiento estudiantil, aunque se viera obligado de alguna manera a acompañarle. Y el caso de Pasolini es el más llamativo: él era un hombre cercano al Partido Comunista que veía en los estudiantes una reencarnación de la frivolidad burguesa y se daba cuenta de que aquello no era una revolución de verdad, aunque los estudiantes estaban convencidísimos de que lo era. Pasolini pensaba que los estudiantes se estaban dejando llevar por un entretenimiento frívolo que no llevaría a ninguna parte; por esto, fue extremadamente duro en sus opiniones.
Giorgio Amendola, líder del PCI, llegó a decir que el movimiento estudiantil era “una versión renovada del irracionalismo y del infantilismo, un extremismo anarquista”.
Todos los partidos comunistas detestaron un poco a los estudiantes del 68. Primero, por la tradición, dentro de la izquierda, de disgregarse en pequeños grupúsculos. Por entonces, la mayoría de gente de izquierda del movimiento estudiantil se definían como trotskistas o maoístas e, incluso, algunos se definían como anarquistas; esto provocaba un enorme rechazo entre los comunistas. Segundo, sucedía algo que a veces olvidamos: en Francia, en Italia y, en parte, en España, aunque aquí evidentemente las circunstancias eran muy distintas, los partidos comunistas habían dejado de ser revolucionarios. Los partidos comunistas habían comenzado a asumir lo que hasta entonces habían llamado desdeñosamente “la democracia burguesa” y habían comenzado a pensar que, a lo mejor, lo urgente no era hacer una revolución, sino mejorar en términos materiales las condiciones de trabajo de la clase obrera. Esto provocó choques, si bien es cierto que, en Francia, el Partido Comunista se sumó a las revueltas, pero no tenía otra opción; como partido de izquierdas lo que no podía hacer era no participar en una revuelta de izquierdas, pero el enfoque del partido era muy distinto al de los estudiantes. El partido era mucho más pragmático. Aquello que estaba haciendo Carrillo, inventando el eurocomunismo, siendo pragmáticos y aceptando las reglas de la democracia liberal, lo estaban haciendo todos los partidos comunistas europeos, a pesar de que, por supuesto, la Unión Soviética seguía existiendo y los partidos comunistas tenían una gran vinculación con ella.
Paradójicamente, los estudiantes del 68 tienen como referentes a Mao y Trotski y tenían puestas sus esperanzas en la revolución cubana en un momento, en coincidencia con la Revolución en Checoslovaquia, en que, en palabras de Toni Judd, el comunismo comenzaba a tambalearse.
La mayoría de los estudiantes que protagonizaron las protestas del 68 creían que el comunismo y el capitalismo eran igual de malos, creían que eran dos sistemas casi gemelos, igualmente represivos. Es cierto que algunos tenían una mayor simpatía por el sistema soviético, pero no eran comunistas en el sentido soviético de la palabra: sus esperanzas estaban puestas en la Revolución Cubana, en las guerrillas latinoamericanas o en lo que estaba sucediendo en China con la Revolución Cultural. En su descargo, hay que decir que, por entonces, todavía no se sabía lo que estaba significando la Revolución Cultural maoísta, que conllevó una gran hambruna y una gran matanza de personas. Los estudiantes no lo sabían, ellos creían que los principios revolucionarios leninistas eran correctos, pero se habían echado a perder, y que el estalinismo había sido un error, como es evidente que fue; por tanto, siguiendo la tradición trotskista, pensaban que había una revolución pendiente y que debía hacerse finalmente bien, sin caer en los errores burocráticos, sanguinarios y represivos del estalinismo. De modo que había una ambivalencia: eran claramente críticos con el comunismo existente y, al mismo tiempo, creían que los experimentos comunistas fuera de la órbita soviética podían funcionar bien. Después de la invasión de Praga, cuando Fidel Castro, dando muchos rodeos, pero explícitamente, aprueba la invasión de Checoslovaquia y el fin del reformismo que buscaba un comunismo de rostro humano, comienza la decepción con el comunismo cubano, en el cual se habían depositado muchas esperanzas. El gesto de Castro supuso una gran derrota autoinflingida del comunismo.
Un nombre clave en la base ideológica del 68 fue Franz Fanon en su denuncia de la lógica imperialista, denuncia que está estrechamente relacionada con la lucha de los negros por los derechos civiles en Estados Unidos.
Todo lo que sucede en el 68 podemos verlo como una reacción a lo que pasó después de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual continúan los procesos de descolonización. La descolonización es un proceso lento, torpe, caótico… países como Francia y Gran Bretaña comienzan a retirarse de Asia y de África. Este proceso de descolonización, sin embargo, no se produce de la misma manera y de forma radical en todas partes y el ejemplo paradigmático es Vietnam, que había sido una colonia francesa y, posteriormente, se convirtió en una región con una fuerte presencia estadounidense y con un gobierno protegido por los Estados Unidos. El caso de Vietnam es un claro ejemplo de que, a pesar de que el mundo occidental esté descolonizando Asia y África, se resiste a irse de todo: sigue manteniendo la influencia y controlando los gobiernos. Occidente tiene la percepción de que si abandona algunos países puede desactivarse la lógica del dominó: el comunismo irá tumbando distintos países y acabará haciéndose cargo de demasiados gobiernos. Lo interesante es que la lógica de dominio no solo caracteriza las relaciones entre estados occidentales y países de África o de Asia, sino que es intrínseca a Occidente.
Y aquí aparece Fanon y su ensayo Los condenados de la tierra.
Él era un francés de la Martinica, que era un territorio francés. Él es negro, se ha integrado muy bien en la sociedad francesa, lucha contra los nazis, se convierte en un psiquiatra del sistema sanitario francés, es destinado a Algeria como médico francés. Es entonces cuando se da cuenta de que su realidad es fruto del colonialismo -él ha sido incorporado al sistema francés, ha sido asimilado por él- y, por tanto, de que la dinámica colonial no es solo una dinámica entre países del primer mundo y países del llamado tercer mundo, sino también una dinámica interna de los países occidentales. Esto es lo que también perciben los negros de Estados Unidos, que tienen una larga historia de lucha por los derechos civiles y que se siguen sintiendo, con razón, ciudadanos de segunda clase. Observan que su situación no es tan distinta a la de una nación colonizada, es decir, a la de una nación que no es completamente independiente en términos políticos y que no tiene plenos derechos civiles. En el 68, se considera el todo como un estado de las cosas del capitalismo, que implica no solo un sistema económico más o menos injusto, sino también un sistema de relaciones de poder opresivo.
Fanon puso sobre la mesa la idea de que la violencia era la única herramienta disponible para subvertir la situación, idea que enfrentó a Martin Luther King y las Panteras negras. ¿El 68 implicó un debate sobre la legitimidad de la violencia a la hora de hacer la revolución?
Efectivamente. La violencia es, en cierto sentido, el tema que recorre el 68 en cuanto se produce la discusión de si es realmente necesaria la violencia para realizar una revolución. A la gran mayoría de quienes participaron en Mayo del 68, esa idea les parecía horrenda: consideraban recurrir a la violencia para cambiar el sistema implicaba reproducir las dinámicas de lo que se consideraba el peor sujeto de la violencia, el Estado. Se acomodaron a una violencia de baja intensidad -cocteles molotov, volcar coches, hacer barricadas- y la gran mayoría se resistía a ir más allá, sin embargo, el tema de la violencia estaba en discusión y había algunos pocos que sostenían que si no se pasaba a la violencia no se haría una revolución de verdad. Al final, grupos minoritarios decidieron optar por la violencia: en Estados Unidos, las Panteras Negras y, algo más tarde, los Wethermen; en Alemania, las Baader-Meinhof; en Italia, Las brigadas rojas; en Japón, el ejército rojo y en España, aunque a veces lo olvidamos, encontramos a ETA, que también formaba parte de este gran movimiento revolucionario de los 60.
El largo recorrido terrorista de ETA ha hecho, en gran parte, olvidar su origen.
ETA lleva una década de existencia, pero es en el 68 cuando comete el primer asesinato. Hay quien dice que no es el primer asesinato, sino que antes, de manera involuntaria, con una bomba mató a una niña. Se ha discutido mucho históricamente, pero lo que es evidente es que el primer asesinato reconocido es en el 68. A veces, vemos ETA en términos exclusivamente españolas, pero forma parte de este movimiento global y de esta discusión sobre si utilizar o no la violencia para hacer una revuelta de carácter socialista. Aunque tenga una veta muy particular, ETA tiene que ver con toda la discusión global que se produce en el 68.
Si bien es cierto que, en Francia, no se formó ningún brazo armado, ¿podríamos decir que fue la parálisis estatal y los pocos, pero algunos, actos de violencia en las calles lo que terminó por derrotar al movimiento estudiantil y dar nuevamente la victoria a De Gaulle?
Esta pregunta tiene varias respuestas. Primero: lo que sucedió en París lo hemos magnificado en términos históricos y, en realidad, lo de París fue relativamente poco importante en comparación con lo que sucedió en Estados Unidos, en Checoslovaquia o México. Lo que sucede es que en París se produce una amalgama entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero, que se suma a las movilizaciones, pero, en cuanto la patronal y gobierno acuerdan unas mejoras de sueldo, se salen de las protestas. Y, después, hay algo importante: en todos los países en los que se producen las revueltas, en las elecciones siguientes, gana la derecha o, por lo menos, se mantiene el statu quo.
De ahí mi pregunta: ¿En el fondo, la sociedad, quería volver a la “estabilidad” previa?
En Francia, después del Mayo del 68, hay unas elecciones y las gana De Gaulle; en Alemania, donde los democristianos y los socialdemócratas habían sido muy criticados por haber creado una gran coalición, la situación cambia ligeramente, pero el statu quo se mantiene; en Italia siguen con el lío político entre la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia; en Estados Unidos, en las elecciones de noviembre del 68, gana Nixon… De modo que, volviendo a tu pregunta, el 68 fue muy real, existió indiscutiblemente, pero no cambió el sistema. ¿Es esto porque Nixon habla de una mayoría silenciosa o por lo que cuando se acaba el Mayo del 68 salen un millón de personas apoyando a De Gaulle? A mí el término de “mayoría silenciosa” no me gusta, pero es indiscutible que, después del 68, los regímenes no caen, a excepción de Checoslovaquia, que es un caso aparte. ¿Significa esto que el 68 fue un movimiento elitista y minoritario? En parte sí. Aunque ahora lo veamos con una simpatía más o menos condescendiente, fue un movimiento de élites.
Volvemos a la desconexión entre el movimiento y la clase trabajadora de la que hablábamos antes.
Una parte de la izquierda cree que siempre hay potencial revolucionario, que nunca acaba de explotar por el poder del statu quo o por lo que tradicionalmente se llamaba la alienación de las clases trabajadoras. Yo creo que este potencial revolucionario es casi siempre un movimiento de élite, que es muy difícil de trasladar a grupos sociales grandes.
Esto nos obliga a pensar en la actualidad, en cómo partidos como Podemos, herederos intelectuales de la tradición del 68, se están desinflando y aumenta el voto de la derecha. ¿Se repite la historia?
El paralelismo existe, pero hay que tener en cuenta que, en el 68, con la excepción del movimiento por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, no hay reivindicaciones económicas. El 68 se produce en un momento de gran prosperidad económica y, sobre todo, de una gran inclusividad económica: los 60 son años en los que se está creando una nueva clase media, se está generando nueva clase media que surge de la clase trabajadora, que va teniendo acceso a una prosperidad material -coche, piso, televisión, vacaciones…- Cosas como Podemos u Occupy Wall Street tienen mucho que ver con el 68, pero su preocupación es muy económica y lo que están diciendo es que la inclusividad se ha roto. No sólo no estamos sumando gente nueva a la clase media, sino que estamos expulsando a gente y, por supuesto, estamos dejando a los pobres al margen de cualquier progreso económico que se esté produciendo. En este sentido, el 68 y el 2008 son momentos muy diferentes, pero hay analogías intelectuales muy fuertes que, más allá de las circunstancias económicas, promueven una crítica del capitalismo, que, decían en el 68 y dicen estos movimientos más recientes, es un sistema opresor per se. ¿El triunfo de las derechas y del statu quo es también análogo? Seguramente, el statu quo es muy fuerte, el capitalismo ha demostrado una capacidad de asimilar quejas y protestas muy grande. Repito, soy reacio a la idea de mayoría silenciosa, pero sí es cierto que el hecho de que, después de la crisis financiera, que va como mínimo de 2008 al 2015, el statu quo siga absolutamente incólume y los partidos de izquierda, con ganas de cambiar el sistema, se hayan deshinchado es una muestra clara -y no digo que haya que celebrarlo- de la fuerza del sistema.
Uno de los países donde también llega el 68 es Japón.
Estados Unidos no solo bombardea Japón, después de la Guerra, también redacta en gran parte su constitución, de modo que en Japón, por un parte, existe un gran alivio porque se ha impuesto una democracia, se han acabado las tentaciones imperialistas en Asia y se ha conseguido una enorme prosperidad, pero, por el otro lado, hay gran rechazo hacia Estados Unidos por parte de las élites intelectuales de izquierda, que consideran que de alguna manera Estados Unidos está ejerciendo un imperialismo sobre Japón. Este poder imperialista se ve claramente en el hecho de que Estados Unidos utilice Japón como base militar para atacar Vietnam; esto asusta a muchos japoneses, que temen que Norteamérica arrastre a Japón a participar más abiertamente en la guerra. Además de todo esto, la llegada de Mayo del 68 en Japón tiene que ver también con que al país nipón ha llegado la cultura popular y la ideología de la cultura de masas surgida en los 60 en forma de rock, de irreverencia, de transgresión…. De algún modo, en Japón hay un rechazo de lo estadounidense y, al mismo tiempo, un contagio de lo estadounidense. Las revueltas que ahí se producen son muy puntuales, van del 67 al 68, pero quise incluir el caso de Japón porque es la evidencia de que el 68 fue algo global, algo que sucede en democracias y en dictaduras.
Y también está México, uno de los países donde el 68 fue más duramente sofocado.
El régimen mexicano es previo a la Segunda Guerra Mundial y es una democracia de partido único: hay otros partidos, pero en todas las elecciones gana siempre el PRI. Como para los otros países, los sesenta para México eran años de gran prosperidad, estaba generando clases medias y riqueza económica. Además, es un periodo de una gran efervescencia cultural, hay gran influencia de la cultura estadounidense y, al mismo tiempo, Cuba está muy cerca y hay muchas expectativas puestas en la posibilidad de que allí se produzca una verdadera revolución, una revolución que funciones y que sea distinta a la soviética. Antes las revueltas, el gobierno mexicano muestra su cara autoritaria de forma brutal: no sabemos a cuánta gente mató como forma de represalia, pero fueron varios cientos de personas. El movimiento estudiantil pacífico, parecido al francés, es brutalmente asesinado por el gobierno. Cuando, a veces, identificamos el 68 con Francia y París cometemos una gran injusticia, los verdaderos dramas se producen en otras partes y México es, con Checoslovaquia y con la lucha de los negros por sus derechos civiles, es el verdadero drama del 68 y no lo que pasó en el Barrio Latino, que, en cierto sentido, puede parece una gran frivolidad al lado de todo esto.
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