GORKA CASTILLO
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“El que abre la puerta de una escuela, cierra una prisión”. Con esta crudeza describió Victor Hugo el papel social de la enseñanza inclusiva en uno de los discursos incendiarios que solía pregonar hace 170 años. Mucho ha cambiado el mundo en estos dos siglos pero la paradoja descrita por el escritor francés no ha variado un ápice. Integración y educación podrían ser sinónimos. Hoy lo asume hasta la ONU. Basta con ojear sus informes de los últimos años para calibrar la estrecha relación que guardan. Otra opción es aprovechar el rojo atardecer veraniego para pasear por las calles adoquinadas del barrio madrileño de Lavapiés, un recorrido que discurre por Latinoamérica, África y el sureste asiático.
Con más de 2.000 menores extranjeros censados y dos centros públicos para todo el vecindario, Lavapiés es una especie de mapamundi escolar. Lo sabe bien Vicente Leal, maestro en activo. En marzo, los padres se levantaron en armas contra la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid para evitar el cierre de uno de ellos, el colegio Antonio Moreno Rosales, un monumento a la educación inclusiva donde conviven menores de 20 nacionalidades diferentes. Durante semanas, se rumió el dolor con la ira. Oficialmente se dijo que las instalaciones eran inadecuadas para unos niños que necesitan algo mejor. No era del todo cierto. El objetivo era reducir gastos fusionándolo con otro centro próximo. Las familias aún juran indignadas que aceptarlo hubiera significado clavar otra estaca envenenada en el corazón vigoroso de un barrio participativo como éste. Hablaron con el ayuntamiento. Recurrieron a los conocidos, a otras asociaciones de madres y padres de alumnos (AMPAS), como la de Vicente Leal, para aumentar la presión. “El colegio no se cierra”, clamaron una mañana desde las aceras. Pero, como siempre, no es sencillo mover cielo y tierra con un casco de obra bajo el brazo o estando en el paro. Al final recogieron firmas. La del club de fútbol los Dragones, los partidos de izquierda, la Bangladesh Association, las parroquias. Un clamor. Lo importante es que la consejería canceló su plan, al menos, de momento.
LA RADIOGRAFÍA DEL ALUMNADO MIGRANTE EN ESPAÑA ES ESCLARECEDORA. EN MADRID, POR EJEMPLO, EL 82% DE ELLOS ACUDE A CENTROS PÚBLICOS Y SÓLO EL 18% ESTUDIA EN LA PRIVADA O LA CONCERTADA, FRENTE AL 32% DE LA MEDIA NACIONAL
“Es símbolo de una lucha ganada porque Madrid se ha convertido en un laboratorio educativo neoliberal. Desde la llegada al poder del PP se está produciendo una reformulación del Estado del Bienestar y entre los sectores afectados, el que más lo ha sentido es la enseñanza pública que es la que absorbe el mayor volumen de estos estudiantes”, asegura Leal. Los datos avalan su opinión. Los programas de acompañamiento escolar se han recortado casi un 90%, los planes contra el abandono escolar se han suprimido y las aulas de enlace que tanto servicio hacían por la integración de estos menores no han corrido mejor suerte.
La radiografía del alumnado migrante en España es esclarecedora. En Madrid, por ejemplo, el 82% de ellos acude a centros públicos y sólo el 18% estudia en la privada o la concertada, frente al 32% de la media nacional. Además, solo un tercio de los menores extranjeros recibe hoy cursos de alfabetización, lo que convierte la brecha idiomática en una trinchera insalvable. Cierto es que cada comunidad autónoma aplica sus propios planes educativos pero España en su conjunto ocupa el puesto 11 entre 32 países analizados en los estudios sobre inmigración realizados por la Comisión Europea. No es un mal resultado, a juicio de los expertos. Lo peor es que la educación inclusiva ha sido quien ha pagado el pato de los recortes.
Desde 2011, la política del PP ha sido especialmente agria para este sector. Así, los presupuestos destinados al fomento de la integración y al acompañamiento escolar de extranjeros han pasado de 174 millones de euros en 2012, los últimos de la era Zapatero, a los 4 millones previstos para este año. Y para rematarlo, el Gobierno diseñó la Lomce, una reforma del sistema que sólo ha colocado más obstáculos infranqueables en el camino de los alumnos de familias humildes, ya no solo migrantes, a menudo necesitadas de refuerzos escolares para superar las dificultades del aprendizaje. Las consecuencias de esta política segregadora, auguran investigadores pedagógicos como José Ignacio García y Marisa Hidalgo, empezarán a visualizarse durante la próxima década pero los síntomas no son nada alentadores.
Para empezar, según datos del Ministerio del Interior, 4 de cada 10 alumnos inmigrantes abandonan hoy la educación obligatoria en España, el porcentaje más alto de Europa. “Esto, indudablemente, aumenta la vulnerabilidad social de este colectivo y reduce en más de un 90% las oportunidades futuras para alumnos de entornos socioeconómicos más desfavorecidos, muchos de ellos migrantes de primera o segunda generación”, afirma el profesor Vicente Leal.
Otro estudio reciente sobre España, este de la OCDE, concluye que “la integración depende de la capacidad del sistema educativo de actuar como mecanismo socializador”. En un artículo académico publicado por la Universidad de Granada, la investigadora Cristina Goenechea indicaba que, además de las dificultades objetivas con el idioma y el duelo migratorio que padece la mayoría de los menores extranjeros, existen problemas subjetivos como la falta de identificación cultural y el desarraigo familiar que el sistema debería amparar pero que no le ha preocupado.
Nora nació en Marraquech en 2002 y emigró con su familia a España hace 6 años. Su padre está orgulloso de ella “porque es una gran estudiante”, dice. Cuando llegaron a Valencia la matricularon en una escuela pública. Había diez compatriotas en su aula. “Todos de diferentes edades. Lo único que nos unía era la nacionalidad y que ninguno de nosotros hablaba casi español”, comenta la joven. Ahora en Madrid son 32 alumnos en el mismo centro y domina un castellano sazonado con un acento de andaluz dulce. Aunque su madre lleva velo, no lo impone en su casa. Nora, por ejemplo, no lo usa: “Ya me lo pondré si quiero”. Con sus amigas, sentadas a su alrededor en la plaza de Arturo Barea de Lavapiés, Nora comparte algunos sueños: “Me gustaría estudiar Filología en la universidad”. Su porvenir está aquí.
LOS PRESUPUESTOS DESTINADOS AL FOMENTO DE LA INTEGRACIÓN Y AL ACOMPAÑAMIENTO ESCOLAR DE EXTRANJEROS HAN PASADO DE 174 MILLONES DE EUROS EN 2012, LOS ÚLTIMOS DE LA ERA ZAPATERO, A LOS 4 MILLONES PREVISTOS PARA ESTE AÑO
La inmigración ha sido el factor de transformación más radical que ha experimentado España en las últimas décadas. En 33 años ha pasado de ser un país migrante a convertirse en el décimo país del mundo que más inmigrantes acoge en números absolutos. Si en 1981 vivían aquí 198.000 extranjeros, a comienzos de este año eran casi 6 millones. El Ministerio de Educación cifró en 715.000 el número de menores escolarizados durante el pasado curso académico. Sin embargo, Lourdes Reyzabal, presidenta de la Fundación Raíces, una organización que se dedica a apoyar a menores en situación de exclusión, se queja de que “probablemente” ese número se quede corto.
El motivo de su desconfianza se debe al comportamiento mostrado por el Gobierno con menores extranjeros que llegaron a España sin la tutela de adultos y a los que la Fiscalía ha tratado como si fuesen mayores de edad. “Esto les impide entrar en el sistema de protección de menores, en el que está incluida la educación obligatoria”, explica. La fundación no está sola en esta denuncia. Al lado de su firma está Amnistía Internacional, el Consejo General de la Abogacía Española, Noves Vies, la Plataforma de Infancia, Save the Children y el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM). Al menos 11 niños, que conozcan, se encuentran hoy en esta dramática situación. Pero el número podría ser mayor.
“El origen se encuentra en la aplicación de un controvertido protocolo para determinar la edad del menor. Consiste en radiografiar la muñeca del brazo izquierdo pero esta prueba tiene un margen de error que ya ha sido científicamente demostrado. Si el resultado indica que ese joven es mayor de edad, se anulan todos los documentos acreditativos oficiales que traiga o que puedan expedirle desde su embajada de origen”, indica la presidenta de Raíces. El destino que aguarda a estos menores es su reclusión en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) para adultos, la deportación o una vida en la calle. La organización que dirige Lourdes Reyzabal tiene acreditados 100 casos de menores expulsados por esta causa siguiendo órdenes de la Fiscalía.
Un caso estremecedor es el que padeció en 2016 un camerunés de 15 años. Fue enviado 5 meses al CETI de Ceuta hasta que logró certificar oficialmente su verdadera edad. Meses más tarde, ya bajo la protección de la Comunidad de Madrid, se le diagnosticó una tuberculosis. La Fiscalía ordenó repetir la prueba ósea y ante su negativa le declaró mayor de edad. Fue abandonado en la calle. Resulta difícil averiguar cuántos menores extranjeros viven hoy tutelados por la administración. Según la Abogacía del Estado, 3.000 jóvenes recibieron educación, cobijo y atención sanitaria básica durante el pasado año.
Un pequeño grupo de ellos subsiste en un céntrico parque del barrio de Hortaleza, en Madrid. Aquí se ubica el centro de primera acogida de menores extranjeros, el hogar adonde son enviados cuando se encuentran en situación de desamparo. Hay alrededor de 50. Tienen dormitorios, comedor, sala de estudios donde reciben clases y unas normas rígidas de funcionamiento. Quien no las cumple es trasladado a lo que se conoce como El Nido, la habitación de la planta baja donde son recluidos los alborotadores. Pero este grupo de menores, todos magrebíes, se negaron a obedecer el castigo. Los guardias que vigilan el centro los sentenciaron: o El Nido o a la calle hasta que pidan perdón. Y se fueron a dormir bajo un abedul frondoso.
Situaciones como ésta son las que han vuelto a alarmar a las organizaciones que trabajan con inmigrantes porque indican que algo está fallando en los primeros estadios educativos de unos menores con dificultades para la integración. “El riesgo de mantener este tipo de políticas tan poco inclusivas lo encontramos en algunos países de nuestro entorno donde la marginación ha provocado la guetización de extranjeros furiosos por la falta de oportunidades”, señala Reyzabal.
Y es aquí de donde parte una de las más apremiantes advertencias, además del absentismo escolar, realizadas por la inmensa mayoría de los expertos e instituciones internacionales que han tratado la cuestión: reducir la concentración de estudiantes extranjeros en un mismo centro a menos del 30% del alumnado total. En España, no se aplica de manera habitual, especialmente en aquellos lugares donde la densidad de población inmigrante es alta. Un detallado estudio elaborado para la Fundación La Caixa por el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona Jorge Calero y el profesor Josep Oriol Escardíbul entre más de 25.000 estudiantes en España concluye que una distribución equilibrada del alumnado migrante entre centros mejora el rendimiento académico colectivo y favorece su integración. Además, subrayan la importancia capital de aplicar medidas de educación compensatoria “lo antes posible para poder corregir déficits en la educación infantil”.
La degradación de los planes de ayuda escolar destinados a los jóvenes extranjeros ha empujado a muchas familias inquietas por el oscuro porvenir de sus hijos a buscar las clases de refuerzo en el ámbito solidario vecinal surgido por toda la geografía nacional en los últimos años. Uno de esos oasis culturales que, sin pretenderlo, cubren el vacío dejado por la huida del Estado es el Espacio Vecinal de Arganzuela (EVA) en el madrileño barrio de Legazpi. Dani es profesor de secundaria en el colegio público Tierno Galván a tiempo completo pero saca tiempo para dinamizar a los chicos del barrio. “No sé si la estructura educativa está preparada para acoger a estos niños. No quiero generalizar porque si pienso en su falta de costumbre de ir a la escuela, también pienso en esos refugiados que desean estudiar como sea”, explica.
Ahí está el caso de un joven migrante residente en la depauperada Cañada Real que ha llegado a ingeniero a base de esfuerzos extraordinarios y una tenacidad desorbitante. “Sí, ya sé que un caso excepcional pero, a excepción de la alfabetización y el idioma, el éxito no sólo tiene que ver con los recursos”, añade. Hace unos meses llegó hasta el EVA una familia de refugiados palestinos. Padre y madre con siete hijos. La principal queja era que ninguna institución les facilitaba el estudio del castellano, una losa difícil de superar. Su hija quería aprender, el niño deseaba jugar, la madre ansiaba progresar, el padre necesitaba trabajar. Nada. Llegaron a la conclusión de que el sistema público bloqueaba su inclusión. “Han cerrado casi todas las aulas de refuerzo idiomático y eso si es por falta de dinero”, concluye Dani, el maestro del Tierno Galván. Al fondo, observándolo todo, el abandonado y gigantesco mercado de hortalizas que hace años abastecía a todo Madrid. Lástima que los gatos no hablen.
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