Declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, la Rapa das bestas de Sabucedo (Pontevedra) se remonta, según la tradición oral, al período en el que la peste bubónica azotó duramente la región, hace más de cuatrocientos años. Dice la leyenda que unas hermanas ofrecieron a San Lourenzo —patrón de la parroquia— dos de sus yeguas si las protegía de la enfermedad. Pasada la peste las mujeres cumplieron su promesa y entregaron los animales al párroco de Sabucedo. Con el tiempo los caballos se multiplicaron y son ya varias manadas las que viven en los montes de forma salvaje.
Según los defensores de la tradición, la Rapa das bestas además de cumplir una función ritual tiene también como objetivo el bienestar de los animales. No ponemos en duda las buenas intenciones de lugareños y loitadores. Sin embargo, los hechos apuntan a que nos encontramos ante una justificación más para amparar una fiesta donde los animales sufren de forma innecesaria a manos humanas.
El bullicio generado por las más de cuatro mil personas que acuden al curro (el recinto donde se procede a la rapa), el estorbo que suponen los medios de comunicación acreditados (este año 160), la brutalidad con la que son tratados los caballos o el matadero como destino para muchos de los potros, -según indican participantes y propietarios-, son hechos que alguien que pone el el respeto a los animales y su bienestar por encima de cualquier otra consideración no puede aceptar.
Todo ello queda patente en el reportaje fotográfico realizado por este blog en la última edición de la Rapa das bestas de Sabucedo, hace apenas unos días.
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