Para pasar el cepillo y recoger ganancias están prontos y ojos avizores
CARLA ANTONELLI
La última vuelta de tuerca del Ayuntamiento de Madrid en desagravios a las Fiestas del Orgullo LGTBI ha sido que no se realizará el Pregón de las fiestas hoy miércoles en la Plaza de Chueca, lugar emblemático para gays, lesbianas, transexuales, bisexuales e intersexuales. Al final, tras la presión recibida el Consistorio dejará que se lea el pregón y en una situación absolutamente rocambolesca todos los presentes tendrán que migrar a la Plaza del Rey para oír cantar a Conchita, ganadora de Eurovisión. Está claro que la máxima de la regidora es hacer ostentosamente publico el menosprecio que siente hacia este colectivo.
No es baladí, un año tras otro desde que la señora Ana Botella está en el Ayuntamiento y después de sus desafortunadas y algo más que intencionadas palabras sobre el matrimonio igualitario, al que comparó con peras y manzanas, o la truncada visita al Colectivo COGAM cuando su marido estaba en campaña electoral y donde fue recibida al grito de “basta ya de homofobia”. La regidora del Consistorio Madrileño de forma implacable pretende exterminar las fiestas que más ingresos generan a la Comunidad de Madrid, reconocido por la propia consejera de Empleo, Turismo y Cultura, doña Ana Isabel Mariño.
Nos encontramos pues que para pasar el cepillo y recoger ganancias están prontos y ojos avizores, como la propia Botella haciéndose fotos en el stand de turismo LGTBI de Berlín, pero para favorecer las celebraciones se ponen de parte de la derecha más radical que si por ellos fuera rescatarían leyes como la de Peligrosidad Social, que nos encarceló en este país hasta enero del año 1979.
Pero la Plaza de Chueca es algo más que un símbolo para la población LGTBI madrileña, este entorno fue rescatado por el colectivo cuando era una zona deprimida a finales de los años 70, convirtiéndolo en un lugar seguro pero sobre todo de Libertad, donde sin temor por primera vez se podía ir de la mano o manifestar afectividad en espacios públicos. Un gueto lo llamaban, pero el gueto pronto contagió a toda la capital para convertirla en un espacio de respeto y referencia mundial de convivencia, capital olímpica de los derechos de este colectivo.
Pero esto parece que no le ha gustado a la Alcaldesa por Sorpresa, después de la dimisión de Gallardón; que de forma sistemática primero insonorizó la Plaza quitando los escenarios durante las fiestas, así como otros escenario como el de la calle Pelayo. A continuación ha impedido el recorrido desde la Puerta de Alcalá hasta la Plaza de España, donde la emoción de la Gran Vía Madrileña llena de banderas arcoíris en los balcones, confetis y agua tirada desde los edificios la convertía en una celebración emotiva y cargada de Orgullo, por celebrar las efemérides de la noche del 28 de junio de 1969 en el Pub Stonewall, donde un grupo de personas trans en su gran mayoría, así como LGB se enfrentaron a la policía en las calles de Nueva York.
Este año, Ana Botella lo ha vuelto a hacer, ha impedido el recorrido por estas calles, y la delegada del Gobierno, doña Cristina Cifuentes ha rubricado la LGTBIfobia de la regidora madrileña; pero ha ido más allá, ha querido robarle el alma a Chueca y sobre todo humillar a un colectivo que sabe demasiado de estas cuestiones, perseguidos históricamente por totalitarios y fundamentalistas consumidos por el odio.
¿Señora Ana Botella, por qué lo llama decibelios cuando en realidad es Homofobia y Transfobia?
Carla Antonelli es Diputada del Partido Socialista en la Asamblea de Madrid
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