David Torres
Ante la duda de si nos gobiernan canallas o nos gobiernan imbéciles, la mejor respuesta sería echar una moneda al aire. Aunque, en la España actual, seguro que caía de canto. Hace apenas un mes Mariano y De Guindos le entregaban sonrientes a Jenaro García un premio a la excelencia empresarial por su labor en Gowex, y de repente se descubre que la empresa modelo era más falsa que el programa electoral del PP. La sensación es parecida a la que tendría un cocodrilo transportado a un zoológico de Sudamérica y saludado por un caimán: primos hermanos por parte de Darwin.
En una de esas charlas motivacionales que dan vergüenza ajena (es difícil que den propia: esta gente vergüenza no tiene ni tampoco piensan invertir en bolsa), el artífice del mayor tocomocho financiero de los últimos años bromeaba con los empleados diciendo que iba a colocar Wifi en Gotham. A Jenaro García le faltó salir con el maquillaje del Joker, pero es que ya había copiado el papel de Gordon Gekko, un Michael Douglas a la baja al que se le acaba de caer el pelo. En cuanto a De Guindos, entre el papel de cómplice estatal y el de tonto a tiempo completo, ha optado otra vez por hacer de ministro. Lo de Lehman Brothers da para una película de Hollywood; lo de Gowex es más de Pajares y Esteso.
En efecto, el fiasco de Gowex es similar, sólo que en términos monetarios, al accidente de Terra Mítica: un milagro a la inversa. Según las autoridades del parque de atracciones, allí no ha fallado nada porque nada podía fallar, así que habrá que achacar la muerte del joven a la pura y simple mala suerte. Ocurrió lo mismo en el accidente del metro de Valencia, en la tragedia del Madrid Arena y en el desastre del tren de Santiago: por más que buscaron, incluso en un Spa en Portugal, no encontraron ni un responsable más allá del conductor. Los gobiernos del PP es que dan muy mala suerte, qué le vamos a hacer. A joderse tocan. Goldfinger, el archienemigo de James Bond, advertía al agente secreto después de tropezárselo por tercera vez: “Una es casualidad, dos coincidencia, tres una acción hostil”. Se llega a enfrentar Goldfinger con la casuística letal del PP y, según está hablando, le cae un petrolero en la nuca. Eso sí, sin mala intención.
Tantas contingencias catastróficas presuponen un patrón de conducta. Sumemos a la impericia de los conductores, la mala leche de los mecánicos que preparan el parque móvil de los motores trucados del PP (Carromero, Aguire, Enrique López, Miguel Ángel Rodríguez, Nacho Uriarte) y ya tenemos una conspiración en toda regla. Darle la mayoría absoluta a la autoescuela del gobierno mariano es como subirse en aquella feria de pueblo donde vi uno de los pilares de la montaña rusa apoyado en precario equilibrio sobre un ladrillo roto. No es de extrañar que recen tanto y que tengan a Dios siempre presente en sus oraciones. Aquí no ha pasado nada, excepto el PP.
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