Juan José Téllez
Unos hacen su trabajo, con la tenacidad de las hormigas. Otros discuten sobre la inmortalidad del cangrejo, con la pasión inconstante de las cigarras. Quizá por tal albur y aunque no vivamos precisamente de fábula, la reacción está ganando el pulso de la historia.
Mientras el PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba retrasa suicidamente las primarias, al PP de Mariano Rajoy nadie se las reclama y sus líderes se reúnen en ejercicios espirituales como el de Toledo, aguardando la fumata blanca de los candidatos y el urbi et orbe del todos juntos y yo el primero por la senda de la derechización. En el ala izquierda de esta mansión venida a menos, numerosas personas y colectivos preparan revoluciones sin fecha o dignas utopías a corto, medio y largo plazo, pero nadie parece preocuparse de organizar la resistencia. La batalla nuestra de cada día la libran prácticamente tan sólo algún diputado tan díscolo y anecdótico como el bautista en el desierto o la sociedad civil, a través de esas aisladas, pequeñas y heroicas guerrillas empecinadas, cuyas movilizaciones apenas trascienden en el escaparate de los grandes medios.
Como un martillo pilón, el Gobierno no para. Cada viernes, es viernes 13. Ayer, dejaba sin sanidad a los sin papeles y hoy hace otro tanto con los parados españoles que salgan del país durante más de tres meses a la aventura de buscar empleo o con la intención de aparecer en el próximo anuncio de Campofrío. Otrosí, privatiza la policía a favor de las empresas de seguridad, sin que nadie se atreva a rebatir que el propio ejecutivo no estuviera ya privatizado, como el brazo político de Telefónico o Repsol, cuando los ministros actúan como intermediarios de Sacyr, la empresa con cuentas de la red Gurtel en Suiza.
Al otro lado, en la antigua izquierda real, la socialdemocracia que se quedó sin social lo mismo que el PSOE se quedó sin marxismo, parece como una estrella en decadencia, sin guión definido y metida en una superproducción de desastres. Así, en el país de los comedores de caridad, en la nación de los bancos de alimentos cuyos zumos acaban extrañamente en ruedas de prensa del PP, en los confines de la paguita de la ayuda al final del subsidio, Felipe González anuncia que se aburre de cobrar un manso en Gas Natural. ¿Les ocurrirá lo mismo a José María Aznar y a los ex ministros del PP y del PSOE que entraron la puerta giratoria que lleva desde la Moncloa a los consejos de administración de aquello que se llamaban de antiguo los poderes fácticos?
Las hormigas van a lo que van y sólo se oyen grillos. ¿Dónde están las cigarras que debieran convencerlas de que paren, aunque les cueste un jornal, y den definitivamente el cante contra quienes pretende pisarlas? Mientras machacan derechos obreros, el sindicato más antiguo de España hace aguas en Andalucía. Hay un mar de ONGs desaparecidas con las subvenciones que permitían que funcionaran. En su conferencia política, los socialistas hablaron de su tradición republicana, pero ni siquiera se atreven a reclamar que el Rey abdique antes de que ya sea demasiado tarde, tanto para la monarquía como para el Estado.
Los conservadores cuentan a un lado y a otro de su espectro político, con dos eficientes guardaespaldas, el de UPyD de Rosa Díez, Tony Cantó y o sea Alvaro de Marichalar, o la derecha extrema que sigue haciendo guardia en los luceros. Izquierda Unida sube en expectativas electorales pero tampoco parece que esté previsto ningún sorpasso. Más al Este, circulan ideas poderosas pero sin argamasa, espíritus puros que no perdonan la impureza de los partidos tradicionales y que, hoy por hoy, tampoco parece que arrastren largos contingentes salvo en el caso de las dignas mareas coyunturales que a pesar de su fuerza no hace tambalearse a un gobierno que sencillamente las ignora.
Silencio, estamos desmodernizando España, avisaba hace tiempo El Roto. Ahí están los caínes sempiternos, los supuestos partidarios de la vida, remarcando que el cáncer de Pedro Zerolo es un castigo de la divina providencia o que la existencia de este bravo hombre por la igualdad vale menos que la de un perro.
Ahí los tragaldabas de la corrupción aparentemente generalizada como el descrédito del sistema y los tiralevitas de La Zarzuela que ahora aseguran que la infanta Cristina va a ir al juzgado voluntariamente; los mismos que aplauden el supuesto de que ella firmaba documentos con los ojos cerrados de Cupido y no aceptan que los viejos o los analfabetos de hace unos años no supieran que firmaban cuando firmaban las preferentes.
La caverna sabe construir imaginarios y deconstruir los de sus adversarios. Decir que la ley del aborto de 1985 fue fruto del consenso, cuando Alianza Popular hacía oposición de pancarta para oponerse a ella con el único respaldo de la extrema derecha. O contar otro tanto de esa Constitución, contra la que predicó el superhéroe hispano del trío de las Azores y que sólo deja de ser inamovible cuando se reforma a la medida de los mercados y de la contención del déficit. La izquierda no tiene más tribunas que cuatro trincheras en internet y algún que otro columnista, reportero o productora emboscada en una selva de medios donde manda la FAES en lugar del avatar de Amy Martin a sueldo esperpéntico de la extinta Fundación Ideas.
Con una oposición minorizada, los actuales gobernantes en tan sólo dos años, no sólo han recortado libertades y derechos, sino sueños y el único I+D+I que nos resta es el de las pesadillas. Se han llevado por delante conquistas sociales, han provocado que los jóvenes, al rebufo de esas encuestas que siempre les presentan como mamarrachos hedonistas, crean que estudiar es caro y no sirve de mucho, por lo que más les valdrá aprender de memoria el catecismo del si bwana.
Se acabó la fiesta, nos dijeron. Pero no advirtieron que sólo se referían a las verbenas de barrio, no al salón VIP y a los ágapes de etiqueta como el de los añejos anuncios de Ferrero Rocher. Dinero para los bancos: 61 mil millones de euros, más de la mitad a fondo perdido por las inyecciones a Bankia, Novagalicia y otros bancos malos, pero prácticamente la misma cantidad que, por valor de 67.000 millones se supone que ahorramos con recortes a funcionarios, subidas de IVA, recargos de IRPF, congelación de pensiones, golpe tras golpe a los empleados públicos y otras lindezas. Mientras, el crédito cerrado para familias, pymes y autónomos: deme un trabajito, el que sea y al salario que sea, por el amor de Dios, entre mantillas, crucifijos y el altar de las televisiones de plasma.
En las asambleas de las democracias reales, quince emes, incluso en casas del pueblo, comités o sedes de partidos convencionales y ese mundo ya semiclandestino al que llamamos progresismo, se siguen construyendo alternativas, no sólo contra las bases militares sino contra la ofensiva de los tanques invisibles del capitalismo salvaje. Sin embargo, lo único que trasciende a la opinión pública es –pongamos– que alguien, con mejor voluntad que capacidad estratégica, se levanta y opina que las listas no sólo deben ser abiertas sino que los candidatos sean elegidos por sorteo. El ecologismo permanece en horas bajas frente a una opinión pública vivamente entusiasmada por la denominación oficial de los jamones, que toda España reclamaba. Frente al bosque de micrófonos de Guindos y Montoros, sólo una inmensa minoría parece seguir a Juan Torres o a Vicenç Navarro.
Bancos malos como si hubiera buenos, viviendas a la baja, clase media empobrecida. Reformas laborales y contrarreformas sociales. También de la Ley Hipotecaria, pero con la espada de Damocles de los desahucios constantes porque no se incorporó la dación en pago universal y retroactiva ni medidas eficaces contra las cláusulas suelo que no sólo aprietan sino que ahogan. Esto es lo que hay: españolismo contra catalanismo, torpezas contra la derrota etarra, castigo a Andalucía y autonomías al Constitucional. Por supuesto, mordaza contra el derecho de reunión, de manifestación y de libertad de expresión, censura económica contra el cine y el teatro. Adiós a los convenios colectivos, mientras el paro se multiplica y las prestaciones se restan; los sindicatos se hunden en su propio paripé de financiación. Tasas para la justicia, educación y aborto para los ricos que puedan pagarse la Universidad o un vuelo a Londres, en el paraíso de las SICAV y de la amnistía fiscal que sólo ha permitido que aflorase el 3 por ciento de la evasión estimada.
La mejor manera de mantenernos sanos es encarecernos la enfermedad, mediante copagos y repagos, desde las prótesis a las sillas de ruedas, los fármacos de los crónicos, las ambulancias y los recursos contra las subastas autonómicas de medicamentos. Más dinero para la Seguridad Social a la que están practicando la eutanasia que la España nacionalcatólica le niega a sus compatriotas.
La mejor manera de mantenernos sanos es encarecernos la enfermedad, mediante copagos y repagos, desde las prótesis a las sillas de ruedas, los fármacos de los crónicos, las ambulancias y los recursos contra las subastas autonómicas de medicamentos. Más dinero para la Seguridad Social a la que están practicando la eutanasia que la España nacionalcatólica le niega a sus compatriotas.
No todo es por dinero. El Gobierno también ejerce su propio romanticismo ideológico, así que no repara en gastos a la hora de subvencionar a los colegios del integrismo católico que insisten en segregar a los alumnos, mientras se reduce a saco la Ley de Dependencia. Ahora, van a convertir en ONG al Consejo de la Juventud, pero ya hicieron desaparecer prácticamente la cooperación internacional y el respaldo al voluntariado. Incluso decidieron cerrar la sede en España de ONU mujeres aunque no le costaba ni un euro al erario patrio, mientras el presupuesto en políticas de Igualdad se ha reducido en un 47 por ciento y en casi un 30 las partidas destinadas a programas para prevenir la violencia contra las mujeres.
Su ley de transparencia impide la transparencia total. La Casa Real sigue blindada por mucho que la indignación la emprenda a silbidos con la pobre Reina y los nuevos códigos de Alberto Ruiz Gallardón juegan al mus con el estado de derecho hasta convertir a la deteriorada Marca España en uno de esos lugares donde se puede hacer la clásica prueba del nueve para comprobar si vivimos bajo una tiranía: ¿tiene miedo el pueblo del Gobierno o es el Gobierno quien tiene miedo del pueblo? La respuesta parece amargamente diáfana.
No han acabado. Le quedan dos años y mucho me temo que más. Abróchense los cinturones que habrá nuevas turbulencias, como el rayo de las privatizaciones que no cesa: Renfe, Aena, Loterías, Puertos del Estado o Paradores. Por no hablar de que el Gobierno estudia suprimir la deducción por hipoteca con carácter retroactivo para aquellos que compramos una vivienda antes de 2013. Se crea empleo, pero ¿de qué calidad? Quizá bajen impuestos en 2015, para cosechar votos. Seguro que lo logran, aunque no sea en las elecciones europeas de pasado mañana que lo mismo se suspenden por falta de electores. La derecha, como cuenta por lo común con el don de la fe, dispone de un milagroso suelo electoral de incondicionales que le seguirán votando por más que no se sientan reflejados plenamente en su política. En cambio, a la izquierda sus electores no le perdonan ni el más mínimo desliz; afortunadamente. En cualquier caso, también es cierto que las hormigas votan a las hormigas cuando no escuchan a las cigarras. Ahora hay un raro silencio, como de cementerio. Pero ojalá que empiecen pronto a cantar. Las cuarenta.
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