Pablo Iglesias
Jorge Moruno me mandó ayer una reflexión del anarquista Errico Malatesta para que la usara en el debate de La Sexta Noche sobre la educación. Decía Malatesta que los que no han trabajado nunca hablan siempre en nombre del trabajo, del mismo modo que los que no se han esforzado nunca, hablan siempre en nombre del esfuerzo. Es difícil encontrar una caracterización mejor de los defensores de las reformas educativas de Wert. Mienten hasta la saciedad y jamás han predicado con ejemplo.
Dicen que no se han recortado las becas y la realidad es que en los últimos dos años la partida destinada a becas se ha reducido en más de 200 millones de eurosy que el próximo curso casi 100.000 estudiantes tendrán que dejar de serlo. Apelan a Europa y llaman a los jóvenes a ser “aventureros” y a emigrar a ese “extrarradio” de España (no lo olviden, Europa no es el extranjero) al tiempo que las becas erasmus se han reducido un 40% y el próximo curso lo harán en un 70% (de 60 a 17 millones). Si ya era difícil irse de erasmus sin ayuda familiar ¿Quién se podrá ir ahora de erasmus? Sólo los afortunados que puedan pagárselo.
Al tiempo que alientan que se subvencione la educación privada, acusan a las infrafinanciadas universidades públicas de derrochar, cuando la realidad es que la subida de tasas obligará a millares de estudiantes a abandonar sus estudios. Con un 60% de paro juvenil, 6 millones de parados y el sistema Bolonia que dificulta que los estudiantes compatibilicen trabajo y estudios ¿Cómo demonios van a pagarse la carrera?.
Aluden, sin habérselo leído, a los datos del informe Pisa sobre el fracaso escolar, ignorando que el mismo informe reconoce los logros de la educación en España a pesar de su escasa financiación; casi a la par con Francia en resultados de conocimiento y por encima de Italia. Ignoran que el informe Pisa de 2009 señalaba que los resultados escolares de los estudiantes españoles de bajos ingresos superaba la media de países de la OCDE y que, en el último medio siglo, sólo Corea del Sur e Irlanda superan la evolución educativa española que tuvo que remontar el desastre que representó el Franquismo. Para que se hagan una idea, el 65% de los jóvenes andaluces superan en titulación a sus padres. ¿Por qué hay entonces tanto fracaso escolar en España? Básicamente por dos razones; unos altos niveles de exigencia inexistentes en los demás países (en España no se puede seguir estudiando sin el título de ESO) y por la estafa del boom inmobiliario que empujó a muchos jóvenes a dejar de estudiar para ponerse a trabajar en la construcción.
Pero ¿Quiénes son los defensores de las reformas de Wert? Desde luego nadie de la comunidad educativa, unida como un puño (estudiantes, personal administrativo y de servicios, madres y padres, docentes y hasta los rectores) para enfrentarse a un gobierno que está desmantelando la educación pública. No olvidemos que al tiempo que los licenciados más brillantes de nuestro país negaban el saludo al ministro Wert y el alumno con mejor nota de selectividad lucía la camiseta verde de los defensores de la educación pública, la casta gobernante contrata como asesores a los jefes de sus juventudes, como Juan Carlos Caballero, con sueldos de escándalo o premia la prudencia al volante de Ángel Carromero con un nombramiento como asesor en el Ayuntamiento de Madrid. Esos son los defensores de Wert. Ni Carromero ni Caballero recibirán una distinción por su rendimiento académico pero cobran sueldazos al tiempo que exigen a los jóvenes que apechuguen y que asuman que es mejor cobrar 500 euros que no cobrar nada. El caso del más famoso defensor de la política educativa del gobierno, el señor Francisco Marhuenda, es más que llamativo; docente en una universidad pública es materialmente imposible conocer los datos de su rendimiento académico cuando era estudiante. En lo que se refiere a sus tareas investigadoras, nada se dice en la web de su departamento y el portal dialnet aporta magros resultados; todo lo contrario que una mayoría de profesores malpagados que sólo cobran de su actividad docente e investigadora y que se ven obligados a mantener (y a publicar) currículos de excelencia para tener alguna opción de permanecer en la Universidad.
Lo diré llanamente, el modelo educativo de esta derecha convertirá las universidades en un coto privado de aquellos que puedan pagar y destruirá el mérito para favorecer a una casta de cobardes acríticos y lameculos. No es nada nuevo; así se prosperaba en el Franquismo.
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