Juan Carlos Escudier
El
lío de las fincas de la infanta que no eran de la infanta ha dado pie a toda
suerte de conjeturas sobre el beneficiario último del error. ¿Qué se pretendía
desde Hacienda con el envío al juez de una relación falsa de compra-ventas de
terrenos de los que la hija del Rey era la supuesta propietaria? ¿Había una
mano negra en la Agencia Tributaria que pretendía acelerar la proclamación de
la República? ¿Se quería desprestigiar al magistrado y sembrar la semilla de
una posterior anulación de la causa? ¿Estábamos ante la venganza de algún
funcionario que se ha quedado sin la paga extra?
Tras
días de sesudas reflexiones no hubo consenso, ya que para que toda conspiración
pueda construirse ha de quedar claro quién sale ganando, y aquí el cui
prodest latino sigue sin tener respuesta. En esas estábamos cuando,
por fin ayer, salió Montoro a la palestra para explicar con su verbo fácil que
aún no tenía ninguna explicación que darnos. De lo que dijo, no obstante, se
dedujo algo más terrible todavía.
Según
el relato del titular de Hacienda, el error inicial tuvo que producirse
forzosamente en la carga de datos de la Agencia Tributaria. Es decir, allá por
el año 2005 se introdujo en Rita, el Gran Hermano que nos vigila, las
operaciones según las cuales la hija del Rey habría obtenido 1,4 millones de
unas ventas que nunca se efectuaron.
Ahora
bien, supongamos que Hacienda tiene constancia de que usted ha vendido una
propiedad que no ha declarado porque ni la propiedad es suya ni ha podido
transmitir algo que nunca le ha pertenecido. ¿Qué haría entonces Rita con
cualquier contribuyente con un DNI de más de dos dígitos? Pues lanzar
automáticamente una paralela y darle un plazo para que se presentara en su
delegación de la Agencia Tributaria para retratarle de frente y de perfil, y ya
de paso escupir la liquidación con la multa correspondiente.
Con
Hacienda y sus funcionarios las cosas no son sencillas pero lo más probable es
que el afectado lograra desfacer el entuerto, tras demostrar que las únicas
tierras que posee están en las macetas de los geranios. No sería posible en
definitiva que ocho años después las supuestas transmisiones patrimoniales
formaran parte de una informe que se remite a un juzgado.
Es
obvio, en consecuencia, que la infanta no pudo aclarar en su momento que no
tenía finca alguna en Alicante, Ciudad Real y Barcelona y que, por tanto, no
pudo venderlas. Nadie la requirió información, ningún ordenador lanzó una
paralela, nadie investigó las operaciones. En resumen, el Fisco no actuó contra
la poseedora del DNI número14Z cuando según los datos que obraban en su poder
debía haberlo hecho. En la medida en que los procedimientos tributarios están
automatizados, cabe suponer por tanto que Hacienda somos todos menos algunos.
He aquí el verdadero escándalo de las fincas de la infanta que no son de la
infanta.
Se
entiende ahora mejor la total comprensión hacia el error mostrado por Miquel
Roca, el abogado de la hija del Rey, y su renuncia a emprender acciones
judiciales por el daño causado a la honorabilidad de su cliente. Se entiende
además por qué Montoro ha tardado cuatro días en comparecer para decirnos que
un día de éstos le detallarán lo que ha pasado y que, cuando lo hagan, seremos
los primeros en enterarnos. Lo que no se comprende es que todavía no hay
dimitido nadie, aunque conociendo este país y a este Gobierno eso es lo que
mejor se entiende.
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