xoves, 8 de xuño de 2017

Javier López Madrid y la dermatóloga Elisa Pinto, una historia de sexo, mentiras y puñaladas

La Audiencia Provincial de Madrid ha ordenado la reapertura de la investigación contra el empresario por el caso del acoso a la doctora.
VERA BERCOVITZ
http://www.revistavanityfair.es/

Desde la izda: sede de la constructora OHL, propiedad de Juan MIguel Villar Mir, suegro de Javier López Madrid (dcha), compañía de la que el empresario es consejero delegado. La dermatóloga Elisa Pinto.

Hoy estaras feliz! Hemos jodido a la dermatologa con llamadas y mensajes. Esta tan acojonada que llevamos todo el día en la puerta de su casa y no se ha movido. Será cierto que esta muerta como dice? Tambien dice que la has destrozado la vida y no entiende porque. Tu sabes porque o ya lo has olvidado? Tu cres que el juez va tragarse tu teoria del acoso? En la ultima puñalada habrias disfrutado.. En la tripa y de 10 centimetros... Su hijo pequeño chillando.. Ella sangrando como una cerda gritandole que no saliese del coche.. La policia lleva a su hijo a casa mientras una UVI la lleva al marañon.. Lo malo que ahora no tiene nada que perder y sabe que eres un psicopata que quiere matarla ira contra ti a muerte. Aun le mandaremos algun mensaje hoy y podemos enviar algo de tu parte. Que quieres acabar con ella? Que quieres echarla un buen polvo? Tio si pudiera yo se lo echaria. Descansa lo mejor esta por llegar”. [sic] 
El empresario Javier López Madrid denunció el 15 de mayo de 2014 ante el juzgado que este mensaje había llegado a su móvil. No era el primero. El directivo de la constructora OHL —amigo íntimo del rey Felipe y yerno de Juan Miguel Villar Mir, uno de los empresarios más poderosos de España— aseguró que llevaba recibiendo sms intimidantes desde octubre de 2013: “He recibido cerca de ochocientos o mil mensajes. Primero eran grabaciones de voz distorsionada. Luego mensajes de texto. También se los mandan a mi familia y amigos”.
López Madrid estaba enfrentado en los tribunales desde diciembre de 2013 a la dermatóloga Elisa Pinto, de 49 años, quien le había denunciado por acoso sexual y amenazas. Un caso que saltó de los juzgados a la prensa y puso en jaque al discreto y exclusivo mundo del amigo del rey cuando, durante la investigación del proceso, se conocieron los mensajes privados que López Madrid se cruzaba con los reyes: “[…] Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso, compi yogui. (I miss you!!!)”, escribía Letizia. “Lo demás”, eso a lo que hacía referencia la reina, era la imputación del empresario en el caso de las tarjetas black de Caja Madrid. No era el único problema judicial de su amigo. El consejero delegado del Grupo Villar Mir es uno de los investigados en la trama de corrupción Operación Púnica, por financiación ilegal del PP. La solidaridad de Su Majestad y el hashtag #compiyogui se convirtieron en trending topic nacional.
Pero López Madrid no era la única persona de esta historia que sufría amenazas. Quien sangraba “como una cerda” tras la puñalada era la doctora Elisa Pinto, una mujer menuda y coqueta, de voz suave y melena cuidada. Pinto es una de las dermatólogas más reconocidas de la capital y entre sus pacientes figura gran parte de la élite empresarial y social española.
Pinto había sufrido la agresión muy cerca de su casa, cuando llevaba a uno de sus tres hijos, Carlos, de diez años, a un Burger King para premiarle por sus buenas notas. Era el 10 de abril de 2014. Había bajado un momento de su monovolumen para coger un alzador del maletero cuando un señor corpulento, “de unos 50 o 60 años, con pelo corto, tez morena y nariz chata”, como ella misma describió en su denuncia, se le acercó y le clavó una navaja en el abdomen mientras le advertía: “López Madrid quiere que cierres la boca”.
Su marido, el cirujano Carlos Sánchez-Cabezudo, recuerda con horror aquel día. Abandonó a toda prisa el hospital donde trabaja para dirigirse al lugar pensando por el camino que su mujer podía estar muerta. Allí se la encontró sangrando, atendida por una UVI móvil. Desde ese día no permitió que ni ella ni sus hijos volviesen a salir solos de casa sin protección. Era la segunda puñalada que Pinto recibía en cuatro meses. Según consta en la denuncia, el 13 de enero de 2014 la doctora circulaba con su coche cerca de su casa y recordó que tenía que ir a la farmacia. Paró un momento en segunda fila y se agachó a coger su bolso, que estaba en el suelo, en el lado del copiloto. Entonces escuchó un golpe seco y se incorporó pensando que un coche le había dado un golpe. Por el retrovisor vio un chico “delgado y con mala pinta” sentado en el asiento trasero. Sin mediar palabra la abrazó contra el asiento para inmovilizarla y le pegó una puñalada en el antebrazo izquierdo. “Estás indefensa”, dijo antes de abandonar con prisa el automóvil.
Ataques, puñaladas, seguimientos, mensajes amenazantes... Este es el thriller que enfrenta en los tribunales a Javier López Madrid y a Elisa Pinto. Existen dos denuncias: la de la doctora Pinto contra López Madrid, por acoso sexual y amenazas, interpuesta en el Juzgado de Instrucción número 39 de Madrid, a día de hoy archivada y recurrida; y la de López Madrid contra Pinto, también por acoso sexual y amenazas contra él y su familia, en el juzgado 26, que sigue su curso. Un cruce de acusaciones que ha puesto en evidencia detalles escabrosos de la vida íntima de la clase social más poderosa. Una guerra sin tregua plagada de intrigas, sexo, amenazas y sangre.

EL ENCUENTRO

Elisa Pinto y Javier López Madrid se conocieron en la primavera de 2012, cuando él acudió a la consulta de la doctora en compañía de su mujer, Silvia Villar Mir. Según declaró Pinto ante la policía en abril de 2014, ella y López Madrid se entendieron bien: “Le operé y tenía que quitarle unos puntos. Con la excusa de sus constantes viajes, me mandaba whatsapp para ver cuándo se podía pasar por la consulta”. Durante todo el verano siguió el contacto pero, según Pinto, “lo que empezó como un flirteo inofensivo terminó en acoso sexual”: “[López Madrid] Puedo tener otras pero quiero tener a ti. No solo quiero follarte, quiero meterme en tu cabeza porque me encantas”. [Elisa Pinto] “Estamos dando vueltas una y otra vez en un tiovivo. No hay nada entre nosotros, no habrá nunca nada y necesito que dejes de llamarme y chatearme”. Junto a este tipo de mensajes la doctora denunció que también recibía imágenes sexuales explícitas y vivía una situación de acoso. “El 14 de septiembre de 2012 me fui a pasar el fin de semana a París con mi amiga Patricia Rumeu. Cuando estaba en el hotel recibí varias llamadas de López Madrid que no contesté. A los cinco minutos alguien llamó a la puerta y cuando fui a abrir, creyendo que era el botones, apareció él. Había volado en el avión privado de OHL desde el aeropuerto de Torrejón. La conversación subió de tono y se puso violento. Le pedí que por favor se fuera, algo a lo que finalmente accedió. Me asusté tanto que anulé mi fin de semana en París y esa misma noche me volví a España”.
La doctora denunció tiempo después que seguía recibiendo mensajes en su móvil “subidos de tono con amenazas y manifestaciones de sus gustos sadomasoquistas”. “Me decía que me iba a atar, que me tenía que doler. Que cuando dolía se disfrutaba más”. “Hablaba de sus aficiones, examantes y amantes actuales, de sus hábitos peculiares. Si no leía los chats me llamaba por teléfono y si no respondía se presentaba en casa y amenazaba con llamar a la puerta” […]. “Comenzó a presentarse sin cita en la consulta. Un día vino hasta tres veces. Le dije que no lo hiciera, que mi secretaria se lo podía comentar accidentalmente a su mujer, Silvia”. Al principio, según los autos, la doctora se habría resistido a denunciar los hechos ante la policía. Así lo narró después: “Me preocupaba la categoría del personaje. […] Él insistía en que tenía poder, mencionaba a un excomisario llamado Villarejo que trabajaba para él, que si denunciaba me hundiría la vida y me destrozaría profesionalmente. Me lo demostraba presentándose de repente en tiendas en las que yo estaba o en cafeterías en las que estaba merendando con mis hijos, como Embassy, sin que yo le hubiera dicho que estaba allí o que pensaba ir. Después me enviaba un mensaje que decía: ‘¿Ves cómo te siguen mis hombres? Siempre sé lo que haces”.
Alguien que conoce a los hermanos López Madrid desde hace más de veinte años no se extraña. “Es gente caprichosa. Están acostumbrados a salirse con la suya. No aceptan una negativa”, explica nuestra fuente, que exige un riguroso off the record.
“A Javier le gustan las mujeres. Es un tipo muy gracioso y seductor, aunque a veces sus bromas son un poco hirientes. Su mujer es todo lo contrario. Una persona discreta, callada... Lo que se podría llamar ‘un pan sin sal”, continúa nuestro confidente. La pareja se casó en Sotogrande en 1990 y tiene cuatro hijos. López Madrid es consejero delegado de OHL, la empresa de su suegro, y posee sociedades de valores y gestión de patrimonios, como Tressis y Sia Capital. “Javier es un tío muy listo y un águila para los negocios. A la torre [de OHL] llega sobre las doce. Su suegro le ha montado una pista de pádel donde juega con sus amigos. Él y su hermano son muy aficionados a la caza. En invierno siempre están pegando tiros”, explica.
Con respecto a la amistad del empresario con el rey Felipe, nuestra fuente añade: “Álvaro y Ricky FusterJavier Felipe son los cuatro mosqueteros. Siempre juntos. Los tres protegieron mucho al príncipe cuando era joven y se echaba ligues. Son muy juergas. Se iban a la Dehesa de Montenmedio y nadie se enteraba. Es una finca en Cádiz con campo de golf y boxes para caballos”. Después de cubrirle al entonces príncipe el secreto de varios noviazgos, Felipe de Borbón terminó casado con Letizia Ortiz. “Al principio no la podían ni ver. Son bastante clasistas. ¿Casarse con la nieta de un taxista? Imagínate. Ella tampoco los soportaba. Le parecían unos niñatos malcriados”. Cuando le recuerdo el célebre mensaje en el que la reina apodaba cariñosamente “compi yogui” a López Madrid, no se retracta: “Después de diez años no les ha quedado otra que entenderse”.

UN BESO Y BUENAS NOCHES

El 17 de marzo de 2014, López Madrid denunció a Elisa Pinto. La acusaba, igual que ella a él, de acoso sexual y amenazas contra él mismo, su familia y sus amigos. Así lo relató a la policía ese mismo día: “Acudí a su consulta por recomendación del doctor Soto Melo [el dermatólogo con quien se formó la doctora Pinto, ya fallecido, y de quién heredó parte de su clientela]. Entablamos una relación de amistad en torno a una enfermedad que tenía yo y otra que tenía ella. Manteníamos contacto por correo electrónico y hablábamos fundamentalmente de medicina alternativa. Siempre la he visto en la consulta y solo una vez fuera, tomando café en un establecimiento cerca del hospital donde trabaja. Dejé de asistir a su consulta cuando empecé a recibir llamadas extrañas”, explica López Madrid en su declaración. Y añade con énfasis: “Nunca he tenido con ella ninguna relación sentimental, solo de amistad. [...] Pero en el mes de octubre y noviembre [de 2013] las llamadas se hacen innumerables y agresivas y me parece que esta señora tiene un comportamiento un poco obsesivo”. López Madrid asegura que no contestó a ninguno de sus mensajes, y que, sin embargo, todas las noches del mes de noviembre recibió el mismo texto: “Un beso y buenas noches”. Lo enviaba, según él, Elisa Pinto.
La doctora intentó justificar ante la justicia ese y otros contactos que mantuvo con López Madrid, pese a que ya lo había denunciado ante la policía. “Después del verano empecé a recibir mensajes amenazantes de números desconocidos. Cuando ocurrió eso, decidí hablar con López Madrid para preguntarle. Tuvimos una conversación telefónica de dos horas. Mi intención era reconducir la situación, intentar no enfadarlo, no quería terminar en los tribunales. Quería evitar el escándalo. Pero después de la segunda llamada los mensajes no cesaban, así que decidí no volver a hablar con él”.
El empresario la visitó de nuevo en su consulta el 10 de diciembre de 2013, tal y como declaró Pinto y constató su secretaria, Silvia Barquin, en sede judicial: “Viene con un tipo que dice que es su abogado pero tiene pinta de matón”, le comentó a la doctora cuando los vio aparecer. La dermatóloga afirma que, durante aquella conversación, López Madrid la amenazó: “No trates de ser más lista que nadie. Déjame en paz y deja en paz a la gente. No hay derecho a lo que estás haciendo. Me has hecho un daño tremendo”, asegura que le dijo. El “abogado con pinta de matón”, a quien la doctora describió como un “hombre corpulento, de pelo corto, tez morena y nariz chata”, se sentó en silencio a observar la escena. Tras aquella visita los mensajes, según Pinto, no cesaron. Pero ella se resistía a denunciar. Hasta que un nuevo episodio cambió el rumbo de esta historia.
El viernes 20 de diciembre de 2013, como todos los días, Yolanda T. se dirigió al colegio Willoughby, en la zona residencial de Pio XII, a recoger a los tres niños de la familia Sánchez-Cabezudo Pinto, para quien trabajaba. Era el último día antes de las vacaciones de Navidad. Entró en las instalaciones a por los dos pequeños mientras el mayor, Carlos, de 10 años, los esperaba en la puerta. En medio del tumulto, rodeado de padres, niños, cuidadoras y profesores, “un hombre corpulento de pelo corto, tez morena y nariz chata”, como el chico lo describió en sede judicial, se le acercó y le susurró al oído: “Dile a tu madre que también estamos pendientes de vosotros”. Nadie más se percató. Cuando el niño se lo contó a su madre, Elisa Pinto se personó en la comisaría de Chamartín decidida, por fin, a denunciar. Habían cruzado la línea roja. La doctora habló entonces de las llamadas, los mensajes y las amenazas a su hijo... Sin embargo, evitó mencionar el nombre de Javier López Madrid.
Las llamadas amenazantes no cesaron y el 5 de enero de 2014, nada más aterrizar de la República Dominicana, donde la familia había pasado sus vacaciones, Pinto se presentó en la comisaría del barrio de Chamartín en Madrid para ampliar su denuncia. Dio cuenta de los nuevos SMS: “Recuerda que tienes unos hijos muy guapos”; “Tienes unos hijos muy guapos”...
De vuelta a casa, agotada, recibió una nueva llamada. Descolgó el teléfono. Era una señora que había encontrado un móvil Motorola rojo tirado en la calle cerca de la casa de la doctora y había repetido la última llamada realizada desde ese terminal. La doctora, desconcertada, dijo que no sabía de quién era ese teléfono, y le pidió que lo depositara en la comisaría de Chamartín. Ocho días después, Elisa Pinto recibió su primera puñalada.

LA MALDICIÓN DE LOS AMIGOS DEL REY

Como narró a posteriori en sus denuncias, Pinto cuenta que, tras la agresión, las amenazas subieron de tono: “Vamos a pinchar a tus hijos”; “Te vamos a matar”; “Volveremos a pincharte a ti y a tus hijos te vamos a destrozar la vida o cres que puedes librarte sabiendo tanto”.
Patricia Rumeu, una de las mejores amigas de Elisa Pinto, recordó aquel episodio en sede judicial, donde declaró como testigo: “Al principio no se atrevía a denunciar porque este señor tenía influencias en Casa Real y en la policía. Conocía a los directivos de las mutuas y aseguradoras para las que ella trabaja y le daba miedo que la pusiera en la calle. Le dijo que le iba a hacer algo a los niños. Tras la segunda puñalada su desesperación llegó a tal punto que un día me invitó a merendar a su casa. Allí me entregó un documento para dejarme como albacea de los niños por si le pasaba algo” [sic].
A principios de abril un informe pericial identificó al propietario de la tarjeta prepago del Motorola rojo. Era Javier López Madrid. Él trató de explicarse, tal y como consta en los autos policiales: “Que sabe que han ido a un locutorio y han comprado teléfonos a su nombre con el fin de implicarle en este asunto. Que en relación a las agresiones que ha sufrido la doctora, él no tiene nada que ver, y estima que todo es una invención. Que nunca la ha seguido, ni a ella ni a su familia. Ni se lo ha encargado a nadie. Que su relación con Elisa Pinto era magnífica porque era una persona brillante y muy atenta con él y su familia. Hasta que empezó a ver un comportamiento raro en ella. Entonces decidió esquivarla y alejarse, y cuando dejó de verla empezaron sus problemas. Que en abril de 2014 ella presentó una denuncia por acoso sexual diciendo que él la había acosado durante un año pero que es total y absolutamente falso. Además, es completamente imposible, porque durante todo ese año la doctora le ha mandado multitud de mails remitiéndole artículos periodísticos, incluso le mandó su nueva dirección de correo electrónico. Y si a alguien se le acosa y se le agrede no puede mandar un mail en septiembre de 2013 preguntando que qué tal en Sotogrande. Que cuando él y sus amigos empezaron a recibir llamadas de carácter sexual, un amigo le recomendó que hablara con [el comisario] José Manuel Villarejo, y este le dijo que fuera a hablar con ella y que le acompañara un abogado. De ahí la visita a su consulta el 10 de diciembre con el abogado Rafael Redondo. Que tres días después de aquella visita la doctora abrió un plan de pensiones en su empresa [Tressis], en la que él es el mayor accionista. La misma empresa en la que en junio de 2013 la denunciante ya había metido sus ahorros, algo más de un millón de euros”.
El empresario aseguró además que él también vivía su propio infierno. Así lo explicó en sus sucesivas denuncias. “Que él también recibe SMS; que provienen de un delincuente que supuestamente él ha contratado. También los reciben sus amigos, sus hijos y su mujer, con amenazas como estas: “La apuñalamos de tu parte y acosamos a sus hijos porque tu lo mandas. Nosotros te vamos a dar lo que mereces la carcel y la fama en la prensa. La paliza te la dara tu suegro o tus amigos por traidor... vaya llamadas y mensajes con miga. Vas dejando un rastro de mierda”; “La segunda puñalada se menciona tu nombre y su hijo es testigo. desvinculate o acabaras en la carcel (la maldicion de los amigos del rey) Denuncia”.

UNA DUDA RAZONABLE

Cuando la abogada Ana Blanco Vázquez de Prada se planteó la posibilidad de defender a Elisa Pinto se hizo las mismas preguntas que usted: ¿Es esta señora una trastornada? ¿Es ella realmente la acosadora? ¿Es posible que una persona con el estatus de Javier López Madrid contrate a un sicario? ¿Es capaz una mujer de contratar a un sicario para que la apuñale delante de su hijo? Tras entrevistarse con Elisa Pinto y asumir su defensa se enfrentó a un sumario de más de tres mil folios con más intrigas que Juego de Tronos. Informes manipulados, testigos a los que no se llama a declarar, testigos que declaran y no dicen la verdad, buenos que parecen malos, malos que parecen buenos, identidades falsas y una ingente cantidad de tarjetas prepago, móviles geolocalizados, antenas repetidoras, chats, whatsapps y SMS. Tras horas de estudio y noches sin dormir, Blanco ha intentado deshacer la madeja de este caso y despejar las contradicciones en las que, según la justicia, ha caído su cliente.
Según alegó la abogada en el recurso contra el archivo de la causa, Elisa Pinto envió correos electrónicos a lo largo de 2013 a López Madrid porque “era una persona agresiva y violenta, y como no quería denunciarle, su única opción era aceptar una relación de amistad por mail”. Cuando la doctora decidió invertir en Tressis, en junio de 2013, “lo hizo por consejo de uno de sus pacientes, José Garay, quien le animó a que hablara con José Miguel Maté, consejero delegado de la compañía”.
Con respecto a las llamadas amenazantes desde distintos móviles, la policía judicial ha podido demostrar que no solo una de las tarjetas prepago [la del Motorola rojo] estaba a nombre de López Madrid, sino que otras dos se compraron empleando los DNI de Javier López Madrid y de su hijo Marcos López Madrid Villar Mir, pero se inscribieron a nombre de terceros. Según los informes policiales, la tarjeta del Motorola rojo enviaba los mensajes desde los alrededores del domicilio de la doctora, lo cual indica que la estaban siguiendo. De hecho, se adquirió en un locutorio cerca de su consulta y el propietario, Mohamed Nurulidentificó a Pinto en una fotografía como la persona que compró la tarjeta. Sin embargo, en sede judicial se desdijo y describió a la persona que acudió a su locutorio como alguien de tez oscura, pelo negro y aspecto dominicano, unas características físicas diametralmente opuestas a las de la doctora. Terminó confesando que nunca le había vendido una tarjeta prepago a Elisa Pinto. ¿Qué papel juega Mohamed Nurul en esta historia? ¿Por qué mintió en un principio para retractarse después? ¿Alguien lo había contratado también para que mintiera? La policía había descubierto también, tras analizar el iPhone 5 de López Madrid, que el empresario mantenía “contactos y comunicaciones verdaderamente sospechosas” con altos mandos policiales, según consta en el recurso de la abogada de Pinto contra el archivo de la causa.

EL COMISARIO

José Manuel Villarejo Pérez, de 64 años, es un extraño comisario de policía. Él y su familia poseerían una docena de sociedades con un capital millonario, según publicó El País en marzo de 2015. Entre sus empresas tendría algunas dedicadas a la equitación, una de sus pasiones, a los hoteles y a la publicidad. Una consultora, un despacho de abogados y hasta un medio de comunicación, la web Información Sensible. Todo ello gestionado desde la Torre Picasso de Madrid, uno de los edificios más codiciados de la capital.
El trabajo en algunas de esas empresas tendría un dudoso encaje en la ley de incompatibilidades que rige para la policía, pero el Ministerio del Interior no lo considera así. Tras investigar las posibles incompatibilidades de Villarejo, la Dirección General de Policía consideró que no cometía ninguna irregularidad y le permitió continuar actuando en el terreno privado. El comisario sigue trabajando para la policía muy ligado a los mandos de la Dirección Adjunta Operativa.
Según declaró la doctora ante los agentes, “López Madrid le advirtió de que contaba con los servicios de Pepe Villarejo”, un hombre con capacidad “para manipular y alterar los resultados de una investigación”. Siempre según su versión, Villarejo podría ser el hombre con “pinta de matón” que acompañó al empresario a su consulta aquel 10 de diciembre de 2013 y que López Madrid presentó como su abogado. El mismo que cuatro meses después le habría asestado la segunda puñalada. Lo creía, pero no lo sabía. Hasta que el 19 de mayo de 2015 regresó a la comisaría de Chamartín para ampliar la docena de denuncias que ya había puesto anteriormente y que, hasta la fecha, habían caído en saco roto, e identificó, por fin, a su presunto agresor.
La recibió el jefe de la comisaría de Chamartín, el comisario Jaime Barrado. Tras recoger sus declaraciones, el policía le dio, por primera vez, la posibilidad de realizar un reconocimiento fotográfico del supuesto agresor. Entre un grupo de varias imágenes de sospechosos, Barrado deslizó una de Pepe Villarejo, a quien Pinto había nombrado una y otra vez en sus denuncias. La doctora lo identificó “sin ningún género de dudas”. Y así lo hizo constar el policía en su atestado. Dos días después, Barrado fue destinado a Carabanchel, una comisaría menor.
Para entonces, la figura de José Manuel Villarejo, como la de López Madrid, había dejado de ser anónima. La voz del comisario aparecía en una grabación a Ignacio González, el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, en la que ambos conversan sobre el famoso ático del político del PP. El nombre de Villarejo se había relacionado con otros casos mediáticos, como el de Gao Ping y el pequeño Nicolás.
Tras la identificación fotográfica de Pinto, era preceptivo realizar una rueda de reconocimiento. Así lo concedió la magistrada del Juzgado de Instrucción número 39 de Madrid. Pero Villarejo no se presentó a la citación: alegó estar en misiones en el extranjero. La juez no esperó a que el comisario regresara. Decidió archivar el caso el pasado marzo. Según su escrito, no quedaba acreditado que López Madrid hubiera acosado ni agredido a la doctora Elisa Pinto, con la que mantenía una relación que ambos calificaron de amistad. Y ponía en evidencia lo que consideraba “contradicciones” de la doctora en sus denuncias. Su abogada recurrió la decisión.
Han pasado casi cinco años desde que Elisa Pinto y López Madrid se conocieron. Uno desde que el caso se hiciera público y pusiera al descubierto los contactos de la élite social madrileña con las cloacas del Estado, las luchas dentro de la policía y las presuntas presiones a juzgados y Fiscalía. Una maraña de hechos difíciles de desentrañar que han desviado el foco del tema que inició este conflicto: un “simple” caso de acoso sexual.
En junio de 2014, dos meses después de recibir la segunda puñalada, recluida en su casa, Elisa Pinto recibió sobrecogida varios mensajes de voz en su móvil: “Me estoy tocando para ti. Me estoy abriendo para ti. Anoche me corrí para ti”. “Estoy súper excitado, súper caliente”. “Quiero oír tus gemidos doctora”. Era Javier López Madrid. Aunque el empresario lo negó en un principio, terminó por reconocerlo ante la Policía Nacional “Fue en un contexto de flirteo”, dijo. El caso sigue su curso.

Ver Tamen: 
http://ecoshospitalarios.blogspot.com.es/2016/03/existe-el-derecho-de-acoso-el-caso.html

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