DAVID TORRES
La audiencia vaticana de Mariano duró sólo 24 minutos, aproximadamente 23 más de los que esperaba el Papa, que hubiera preferido una pantalla de plasma y una conexión vía satélite. Sin embargo, a Mariano le aconsejaron personarse en carne y hueso porque Francisco acaba de estrenar el cargo y todavía no está muy acostumbrado a las apariciones marianas. Llega a salir Mariano en su formato habitual de 40 pulgadas y el Papa, aparte de llevarse un susto, habría tenido que repasar todo el santoral por ver si localizaba a aquel apóstol barbudo y con gafas.
Ignoramos de qué han hablado Francisco y Mariano en la intimidad pero suponemos que de los pobres, el tema favorito de ambos. Seguramente el presidente le habrá explicado que él está haciendo lo posible y lo imposible para dejar España convertida en un lazareto, un país de nuevos pobres que sea el sueño franciscano hecho basura y la envidia de todas las naciones católicas. Nada más empezar su apostolado, el Papa expresó un deseo ferviente: “¡Cómo me gustaría tener una iglesia pobre y para los pobres!” Y Mariano, que para algunas cosas tiene memoria de monaguillo, le habrá dicho: “Tú déjame a mí, Paco, que te pongo al Montoro y al Guindos al frente de las finanzas de la Santa Sede, y en dos días el Vaticano parece Ruanda”.
Mariano le ha regalado al Papa una camiseta de la selección española, uno de los pocos logros de los puede vanagloriarse, porque tampoco era cosa de presentarse allí con una caja de puros o con seis millones de parados. Lo que desconcertó un poco a nuestro sabio dirigente fue que Francisco lo recibiera en una biblioteca, un lugar que no pisa desde que terminó las oposiciones. Le sorprendió incluso que siguieran existiendo bibliotecas, ya que, como bien señala Luis María Anson, en el tiempo que lleva de presidente no se le ha visto ni en un teatro ni en una exposición ni siquiera en el estreno de una película. Aun así, a un asesor rápido de reflejos se le ocurrió que le llevara de regalo un facsímil de un libro de 1500, De aetitatibus mundi imagines. Mariano se excusó ante el pontífice porque no había podido traerlo firmado por Iniesta y tampoco sabía muy bien por dónde se enchufaba.
Al final de la visita se les unió doña Elvira Fernández, esposa de Mariano, aunque por el atuendo de mantilla y luto riguroso parecía más bien la viuda. En cualquier caso, la audiencia dejó satisfechos a ambos: a Mariano porque ya podía presumir de estampita ante sus amigos y al Papa porque al fin ha conocido al más pobre hombre entre los poderosos de la tierra. Tan pobre que sólo tiene dinero.
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