Juan José Millás García
El exceso de información nos ha convertido en una sociedad ignorante al
modo en que la abundancia de libertades económicas nos ha hecho esclavos de los
poderes financieros. Ya ven: todo conduce a su contrario. Así, Bankia fue
intervenida porque funcionaba bien y a Rato lo arrojaron por la borda para
premiar una gestión brillante como pocas en el panorama actual. En realidad, no
lo arrojaron por la borda, se fue porque quiso, pero se fue porque quiso al mismo
tiempo que lo arrojaban por la borda. Estas acciones simultáneas y excluyentes,
también muy de la época, ya no nos causan extrañeza. Ni el mismo Rato sabe, a
estas alturas, si se lo quitaron de encima o se marchó de forma voluntaria.
Además le da igual, pues lo importante es que entre lo que pilló tacita a
tacita mientras hundía Bankia y lo que le hemos dado de indemnización por dejar
de hundirla, se va con el riñón forrado. Cabe preguntarse por qué indemnizamos
a quien nos lleva a la ruina en lugar de a sus víctimas. Pues por la misma
lógica que el exceso de información nos ha conducido a la ignorancia y el de
libertades a la esclavitud. Para recuperar la lógica de antaño, y con ella la
libertad y el conocimiento, tendríamos que volver a la sencillez aforística,
que es lo que hizo Botín el otro día al proclamar que el banco malo no es
bueno.
¡Cuánta sabiduría hay en lo obvio! El banco malo no es bueno; el hombre
alto no es bajo; la mujer rubia no es morena; el ascensor estrecho no es ancho;
el caballo no es perro, etc. Comparen ese discurso diáfano con el de Luis de
Guindos acerca del Banco de España: el Banco de España, dijo, es una
institución muy prestigiosa que pronto recuperará su prestigio. ¿Cómo va a recuperar
lo que no ha perdido?
O mentía en la primera parte de la proposición o mentía en la segunda,
aunque, conociéndole, quizá mintiera en las dos.
Ningún comentario:
Publicar un comentario