luns, 28 de maio de 2018

El chalet, el fango y las cloacas

El líder de Podemos, Pablo Iglesias y la portavoz en el Congreso de la formación, Irene Montero, momentos antes del debate de las enmiendas parciales al proyecto delos PGE./ Javier LizónFoto tomada por: Efe
Manolo Monereo
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No es fácil vivir bajo el odio de clase. Los que lo han sufrido conocen su carácter sistemático, insufrible, que te rompe los nervios, que te mata la intimidad y que te fabrica “escándalo“ tras “escándalo”. En definitiva, que te condena a la impotencia y a la rabia. Pablo Iglesias lo ha sufrido desde el primer díaSabemos que hay personas que, desde el interior de los aparatos del Estado, trabajan para demolerlo; sabemos que hay una estrecha relación entre las cloacas del Estado, ciertos medios de comunicación y poderes económicos que, periódica y sistemáticamente, se dedican a difamar, calumniar y satanizar a Unidos Podemos. Aún así, la formación que coordina Pablo Iglesias sigue estando arriba y se recupera electoralmente. UP no era y no es flor de un día.
Hay que entender bien el por qué de las acciones y luego valorar sus consecuencias. La reacción de Pablo Iglesias ha sido proteger a su compañera, defender a sus hijos y conservar un mínimo de intimidad. Solo desde una gran hipocresía se puede criticar moralmente la hipoteca firmada por Irene Montero y Pablo Iglesias que les obliga a estar 30 años ahorrando para que finalmente la vivienda sea de su propiedad, posiblemente cuando ya los hijos se hayan ido de casa. ¿Se valoraron las consecuencias políticas de la adquisición? No lo creo. Era un dossier perfectamente construido, periodísticamente preparado y oportunamente difundido. Como tantas otras veces, como en tantas otras ocasiones y siempre, siempre, con el mismo objetivo: erosionar social, política y electoralmente a Unidos Podemos.
La reacción de Pablo Iglesias era la esperable: criticar la hipocresía y la doble moral de los medios, enfrentarse directa e indirectamente a los poderes fácticos y defender la legitimidad moral de su actuación. Pero este no era el problema; el objetivo real no era el combate justiciero entre Pablo y los medios, entre Pablo y los poderes. Lo que se pretendía era mucho más sustancioso: deslegitimar a Pablo Iglesias como referente político de Unidos Podemos deconstruyendo su relación con las clases subalternas, con los jóvenes precarios, con las mujeres que, crecientemente, se suman a la insumisión. La ingenuidad ha consistido en confundir los problemas morales con los problemas políticos. Lo que están “trabajando” los medios es el imaginario social que tiene a UP y a Pablo Iglesias como propuesta política y personal.
Llevamos tanto tiempo hablando de “populismo de izquierdas” y de “momento populista” que se nos olvida lo fundamental, a saber: que toda la época histórica que vivimos está marcada irremediablemente por la derrota ideológica del socialismo y que la “variante populista” es efecto y no causa. En momentos en que ideología tiene menos peso, los programas no dicen demasiado y la política criticada sistemáticamente, los referentes personales son esenciales. El “coletas” era percibido como uno de los suyos, tribuno de la plebe y voz de los sin voz. Por eso era creíble. Su figura se ha ido construyendo, como todos los liderazgos populares, en el conflicto, en la lucha, entre odios de clase sin límites y afectos populares, compromiso y orgullo de tener a alguien que no se vende y que defiende los intereses de los y las comunes y corrientes.
¿Qué quiere conseguir la trama? Que los y las insumisas y rebeldes interioricen que todos los políticos son iguales, que todos tienen precio y fecha de caducidad, que todos se aprovechan del erario público y que se viene a la política para medrar socialmente. La otra cara de la moneda es también simple: quieren desmoralizar a los que luchan, cercenar la esperanza y promover la resignación. Pretenden demostrar que no hay salvación en la política; que no hay salvación en la lucha colectiva, que cada cual debe ir a lo suyo, a buscar salida individual y apostar por lo menos malo. Si las élites triunfan entraremos en el “desierto de lo real”, en la anti política como fenómeno de masas y en el populismo de derechas. Seremos, por fin, europeos de verdad eligiendo cada vez entre la derecha extrema y la extrema derecha. En este mundo, por mucho que lo crea así Pedro Sánchez, tampoco tendrá sitio el PSOE.
Pablo Iglesias e Irene Montero ganarán el referéndum. El problema es saber qué tenemos que hacer el lunes. Lo primero, aprender. Los de arriba nunca nos darán tregua y nos combatirán sistemáticamente. Más que nunca, unidad, integración y dirección colectiva. Segundo, restablecer los vínculos rotos desde la modestia, la humildad y la veracidad con los nuestros, con las nuestras. Tercero, política, política, política; y a la grande. Los próximos meses serán muy duros, seguirán metiendo el dedo en la herida para impedir que cicatrice bien. Pero si algo ha demostrado Unidos Podemos es que somos capaces de crecernos en la adversidad y que el odio del enemigo nos hace fuertes. Lo dicho, Unidos Podemos no es flor de un día y vino para quedarse.

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