Cada vez que un enfermo se complica en la sanidad
privada, lo derivan a la pública, que no sólo tiene que hacerse cargo de los
tratamientos más costosos, sino también de las muertes
Rosa Montero
http://elpaissemanal.elpais.com/
POR RAZONES
que no vienen al caso, últimamente he visitado con cierta asiduidad el hospital
madrileño Gregorio Marañón. Un lugar feo, destartalado y viejo, pero un
magnífico hospital, sin duda alguna, con grandes médicos y una prestación
sanitaria de primera clase. Siempre se me encoge un poco el corazón cuando voy
por allí, porque me parece un símbolo de nuestro maltratado sistema de salud.
La sanidad pública española ha sido nuestro mayor logro social, un tesoro al
que estamos tan acostumbrados que nos resulta impensable que haya países en
donde dejen morir a la gente por el hecho de ser pobre. Pero existen. En
Estados Unidos, por ejemplo, los enfermos oncológicos que no pueden abonar la
carísima quimioterapia simplemente se quedan sin ella, como se veía en la serie Breaking
Bad. Imaginen a un niño con cáncer al que no le ponen tratamiento porque sus
padres no tienen el dinero para pagarlo: es repugnante. De esa feroz,
inadmisible, asesina desigualdad nos protege nuestro sistema de salud, pero lo
estamos desmantelando.
La sanidad
pública española ha estado entre los diez mejores servicios de salud del mundo.
Ahora no sé por dónde andaremos en el ranking, porque llevan años
demoliéndola. Hace un mes, altos cargos del sistema de salud madrileño dijeron
que en la Comunidad sobran “4.000 camas para enfermos agudos”. Nadie parece
haberse escandalizado ante esa afirmación, y sin embargo es grave. Primero,
porque en toda la Comunidad sólo hay 13.000 camas: la reducción es sustancial.
Y segundo, porque hace diez años estos mismos peperos, contra el criterio
de los profesionales y dirigidos por una entusiasta Esperanza Aguirre,
construyeron 2.000 camas de agudos. ¿Qué es lo que va a suceder,
previsiblemente? Que se cerrarán camas de los hospitales públicos y se derivará
el servicio a los privados.
Verán, la
sanidad privada es un negocio. Pero es que el objetivo de la sanidad no puede
ser el de ganar dinero. No todo en la sociedad ha de moverse hacia el lucro. En
el concepto mismo de la democracia anida un impulso de ordenación social, de
moderación de las desigualdades, de freno al botín salvaje. Por eso se pagan
impuestos: por el bien común. Y la sanidad está en la base de ese bien común.
Argumentan
los partidarios del dinero tintineante que la medicina privada es más barata y
eficiente que la pública. Mienten, porque engañan en la forma de medir. Cada
vez que un enfermo se complica en la privada, lo derivan a la pública, que no
sólo tiene que hacerse cargo de los tratamientos más costosos, sino también de
las muertes. Pondré un ejemplo; si no recuerdo mal, hará unos diez años el
geriatra del Gregorio Marañón José Antonio Serra (que es una eminencia en su
campo) y su equipo hicieron un importantísimo estudio sobre la rotura de cadera
en los ancianos y demostraron que, si eran atendidos por geriatras y
traumatólogos a la vez, y no sólo por traumatólogos, morían menos y sufrían
menos complicaciones. El estudio se publicó en la revista especializada más
importante del mundo y los resultados se han incluido en los protocolos médicos
de medio planeta. Pero ese es un modelo de medicina que no todos comparten.
Aquí hay algunos hospitales privados que operan a los ancianos de cadera y los
mandan a las 48 horas a su casa sin rehabilitar. ¿Que el paciente no anda? No
importa. Ya se ocupará la pública, si puede, de arreglar el desaguisado, y
además, si se muere, que se muera con ellos, fuera del hospital privado, porque
ese fallecimiento les bajaría su rutilante índice de éxitos.
Así estamos,
en plena campaña del desprecio a lo público. Ya se sabe: los funcionarios son
todos unos sinvergüenzas y unos vagos, mientras que el sector privado es otra
cosa. Sí, desde luego que es otra cosa: es ahí donde se dan los bonos basura,
los abusivos usos bancarios, los fondos de Panamá. ¡Es el muy serio, eficiente
y honesto sector de los directivos de Volkswagen! ¿Pero de qué estamos
hablando? Pues me temo que, en el fondo, el único tema es la rapiña. Pero, ojo,
mucho cuidado con el desmantelamiento de nuestro sistema de salud. Porque
cuando aquí empiecen a morir los niños porque no pueden pagar las medicinas,
sus padres incendiarán las ciudades. Y yo lo entiendo
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