Miguel Lorente
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Poner en duda el significado y la oportunidad de conmemorar el 8M demuestra la necesidad de hacerlo y la realidad de un machismo echado al monte y a los Parlamentos. Hacerlo bajo el argumento de que su celebración es un "ataque a los hombres que divide a las mujeres" refleja que el machismo se siente acorralado y que es consciente de que la defensa de su modelo de sociedad ya no se puede hacer sólo con el relato de la historia, y que ahora necesita atacar de manera explícita y directa a la Igualdad y a las personas que la reivindican.
En pocos años hemos pasado de cuestionar la conmemoración del 8M porque "ya no hace falta celebrarlo", a decir que "cuándo va a existir un Día Internacional del Hombre". Ahora se ha dado un paso más para a afirmar que supone un “ataque a los hombres y una división de las mujeres”, y todo ello acompañado de una cierta sorpresa renovada, como si el año anterior no hubiera tenido 8 de marzo y se encontraran de repente con él y con todas la celebraciones y reivindicaciones que lo acompañan desde hace años.
El machismo ha tenido tiempo para entender el significado y el sentido del 8M, concretamente desde 1975, año en que Naciones Unidasinstitucionalizó este día como “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, aunque después pasó a denominarse “Día Internacional de la Mujer” o “Día Internacional de las Mujeres”; pero ya antes, en marzo de 1911, se celebró como tal en algunos países de Europa. Por lo tantoson 44 ó 108 años, depende de hasta dónde quieran levantar la mirada, los que han tenido para entender las discriminaciones y las violencias que sufren las mujeres, y la necesidad de contar con un día al año para detenerse de manera específica sobre esta situación.
Sin embargo, han sido incapaces de aceptar una realidad que los compromete a ellos también, y no por la complejidad o la sofisticación de los acontecimientos, sino porque hacerlo los situaba en el centro como responsables de su creación. Por eso necesitan la negación y la confusión para mantener los valores, mitos, costumbres, tradiciones, creencias… que la cultura machista establece como referencias para definir la identidad de hombres y mujeres, y para organizar la convivencia sobre lo que es propio de cada uno y de cada una.
No es casualidad que otro eurodiputado, también polaco y de ultraderecha, Stanislaw Zóltek, haya dicho en el Europarlamento (7-3-19) que “no obliguen a las mujeres felices a ser hombres”, para justificar que hay trabajos y responsabilidades que son propios de la condición masculina, y otros propios de la condición femenina.
Al margen de otras cuestiones, no deja de sorprender esa capacidad de algunos hombres para entender qué es lo que hace felices a las mujeres, y la dificultad para reconocer que los que verdaderamente se encuentran felices en la situación actual son ellos gracias a todos los privilegios y ventajas que los acompañan allá por donde se mueven, lo mismo da que sea en el ámbito público como en el privado.
Da igual que las mujeres decidan desprenderse de la identidad que les ha dado el machismo y alejarse de los roles, los tiempos y los espacios diseñados “para que sean felices”, al final, según estos planteamientos, no son ellas las que deciden, sino las obligadas por un feminismo que quiere “hacerlas infelices”. La idea no es muy diferente a la que comentaba Inés Arrimadas con su “Feminismo liberal”, al plantear que no hay que decirles a las mujeres lo que han de hacer, que hay que darles libertad para que, entre otras cosas, ¡oh casualidad!, puedan elegir ser prostitutas, alquilar sus úteros, quedarse en casa dependiendo de un marido que puede llegar a maltratarlas bajo la normalidad de una violencia justificada e invisibilizada… Al final todo eso se presenta como el precio de la felicidad. La felicidad de “ser ellas mismas” y de “haber elegido” serlo de ese modo.
Cuestión de felicidad
No hay ataques a los hombres desde la igualdad y el feminismo. Puede y debe haber crítica a los abusos que llevan a cabo desde sus posiciones de privilegio o a su pasividad ante la injusticia de la desigualdad, pero el objetivo de la reivindicación feminista es convivir en Libertad, en Justicia, en Paz, con respeto a la Dignidad… y todo ello es imposible lograrlo sin Igualdad.
Entonces, ¿por qué hay hombres que se sienten atacados con estos planteamientos? La conclusión es sencilla, porque para esos hombres no contar con sus privilegios es una “agresión” a un modelo de sociedad androcéntrica que presenta esas ventajas como consecuencia de la condición masculina, no como privilegios. Y al mismo tiempo afirma que las injusticias que viven las mujeres no son tales, sino circunstancias propias del abandono de su condición femenina en un intento de ser hombres, porque si permanecen dentro del espacio otorgado por la cultura patriarcal para que disfruten de su libertad, serán felices. Es lo que un día me dijo una mujer mayor al terminar una conferencia: “a mí mi marido nunca me ha puesto la mano encima… claro que yo tampoco lo he dado motivo”, comentó. Una situación con un significado similar a lo que muchas madres que acompañaban a sus hijas maltratadas a la consulta médico-forense decían cuestionando su decisión de denunciar: “a mí tu padre también me ha pegado y he sido muy feliz”.
El intento del machismo de presentar la conmemoración del 8M como un enfrentamiento entre hombres y mujeres, y así lo han dicho de forma explícita desde los partidos de la derecha, refleja el interés de situar un problema social en el plano individual para que la elección y la decisión de cada uno y de cada una siempre sea dentro del marco común dado por una cultura machista capaz de hacer compatible la violencia de género con la felicidad de las mujeres que la sufren.
¡Feliz 8 de marzo, y viceversa!
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