sábado, 3 de marzo de 2018

LOS CUENTOS DE LAS CRIADAS DEL MUNDO DE LA PROSTITUCIÓN LEGALIZADA


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     En 2003, Nueva Zelanda se convirtió en el primer país del mundo en despenalizar el comercio sexual. Recuerdo dónde estaba yo cuando la Ley de Reforma de la Prostitución fue a probada. Estaba en la Universidad de Auckland, haciendo la carrera de Políticas, así que, como es lógico, me puse a pensar en lo que en aquel momento nos vendieron como un cambio de ley "moderno" y "progresivo".
     Mientras que yo me oponía firmemente a la legalización, mis adversarios se suscribían a la filosofía de que "reducir los daños". Argumentaban que la legislación progresiva se centraba en regular lo burdeles, y afirmaban que cuando la "industria" se regula, el abuso y la violencia se frenan de forma efectiva. La regulación, siguen argumentando, reduce el estigma, y de este modo se puede tratar a la prostitución como cualquier otro trabajo.
     Por otro lado, en la otra punta del mundo, en Suecia, habían dado luz verde a un cambio de ley radicalmente distinto dos años antes. Se conocía como "el modelo nórdico". Los defensores de este sistema adoptaron una postura de "eliminación del daño"; la prostitución, para ellos, es dañina de forma innata y tiene que ser abolida, del mismo modo que cualquier otra violencia contra la mujer o esclavitud.
     Bajo el modelo nórdico, está penalizado pagar por sexo, pero venderlo es legal (para asegurarse de que las mujeres prostituidas no sean arrestadas ni que puedan chantajearlas). Por tanto, el foco pasa de las posibilidades de las mujeres prostituidas, a los comportamientos del comprador. Reconoce las desigualdades de poder entre el comprador y la vendedora, y lo que exige es que el comprados simplemente tome otras decisiones.
     Durante los últimos 20 años, la prostitución ha sido uno de los asuntos sociales más disputados: legisladores, activistas de derechos humanos y políticos, parecen no llegar nunca a un acuerdo. Ya va siendo hora de empezar a hacerse preguntas, y eso es justamente lo que ha hecho la periodista Julie Bindel en un nuevo libro publicado por Spinifex, una editorial feminista de Australia. En The Pimping of Prostitution Bindel ofrece un extenso estudio de los países en los que el experimento de la legalización ha sido un fracaso, como Nueva Zelanda, Holanda, Alemania, EEUU y Dinamarca, por ejemplo.
     La peculiaridad de este estudio es que, principalmente, se centra en los testimonios de mujeres (y también de hombres, aunque en menor número) que han experimentado en sus propias carnes "trabajar" en la industria del sexo. No hay límites de opinión o perspectivas. Bindel ha viajado a 40 países (a distintas ciudades dentro de los mismos) hablando con madams, proxenetas, académicos, activistas de derechos humanos, dueños y/o socios capitalistas de burdeles, así como con puteros (esos que compran los cuerpos de las mujeres para tener sexo). Estos testimonios son aún más jugosos gracias a su habilidoso uso del lenguaje y de las evidencias.
     Contrariamente a la creencia de que la prostitución es una elección individual, y una expresión de libertad sexual, las supervivientes te dan una versión sorprendentemente diferente. Lo que Bindel destapa es que la violación, el abuso y la violencia no han cesado con la regulación, sino que, de hecho, el ambiente ha empeorado significativamente. Tal como relata Huschke May, una superviviente de Alemania: 
Lo que nos venden como el paraíso resulta ser el paraíso solo para los capitalistas del sexo: proxenetas, traficantes de personas, dueños de burdeles que cobran a las mujeres alquileres por las habitaciones abusivamente altos o las extorsiona, y todos consiguen llevar a cabo sus fantasías más violentas por un precio irrisorio. Las únicas que NO se benefician de esto, son las mujeres. Para ellas es un infierno. (pág. 89)
     Regular la "industria", según nos cuenta Bindel, no ha mejorado en nada la vida de las mujeres prostituidas; en lugar de eso, ha convertido al proxeneta en empresario. No hay evidencia alguna de un descenso en la violencia, la tasa de enfermas de VIH o mujeres asesinadas en los lugares de comercio sexual. Y, bajo los sistemas en los que la prostitución es legal, si hay violencia se enmarca dentro de los riesgos laborales propios del trabajo. Bindel habla con Sabrinna Valisce sobre los efectos de la regulación en Nueva Zelanda:
En el transcurso de un año los puteros se volvieron mucho más violentos y tenían muchas más expectativas. Pensaban que podían hacer lo que les diera la gana, porque habían comprado tu cuerpo. Nunca escuché a nadie decir "he pagado por tu cuerpo así que puedo hacer lo que quiera" antes de que la legalizaran. (pág. 141) 
     Sin embargo, sí hay pruebas de que todos los derechos y libertades que los lobistas proclamaban que iban a tener las mujeres prostituidas con la legalización, en realidad los disfrutan los dueños de burdeles y los compradores. Chelsea, una joven prostituida en los burdele legales de Nueva Zelanda, nos da su testimonio: 
Si trabajas en la calle, las bandas callejeras son tus proxenetas. Si trabajas en un burdel, tu proxeneta es un hombre de negocios. Lo que ocurre es que nos tratan como empleadas cuando les viene bien, así que nos dice lo que tenemos que hacer y y cuándo podemos trabajar cuando le viene bien. (pág. 98)
     La demanda de prostitutas, por el contrarió, sí ha aumentado, junto con el tráfico de mujeres y niñas, y, al contrario de lo que se piensa, el sector ilegal de la trata dentro del burdel ha aumentado en los países en los que la prostitución está regulada. Simon Hagström, un inspector de la Unidad de Prostitución de la Policía de Estocolmo desde 2009 dijo:
Tenemos traficantes y proxenetas que quieren hacer dinero. ¿Quién tiene el dinero? Los compradores. Si eliminamos a los compradores de sexo, no hay dinero posible para que haya crimen organizado.
      En Suecia, esto es exactamente lo que ha pasado: al criminalizar a quien compra sexo, han conseguido reducir la prostitución a la mitad, la trata de mujeres ha disminuido a unas 500 al año (solo una parte de la cantidad de mujeres traficadas en la vecina Escandinavia.)
     Uno de los episodios más fascinantes del libro, apropiadamente titulado "El Hombre Invisible", se centra en las actitudes de los hombres que compran sexo. Bindel argumenta que se les ha permitido permanecer anónimos durante demasiado tiempo. Ella los desenmascara publicando los resultados principales de varios estudios, incluyendo uno que ella misma llevó a cabo entrevistando a 103 hombres de Reino Unido que alguna vez habían pagado por tener sexo. Sus descubrimientos hablan por sí solos; escribe las citas literales de los hombres, que recurren habitualmente a la cosificación, sexismo y abuso. Algunos de los comentarios de estos puteros son:
"Hice una lista en mi cabeza. Me dije a mí mismo que tenía que tener sexo con diferentes razas, por ejemplo india, china... una vez que he estado con alguna de ellas las tacho de la lista. Es como una lista de la compra. (pág. 132)"
"Mi peor experiencia fue con una chica muy modosita... parecía como si estuviera obligada a hacerlo, muy mecánica. Tener sexo con ella fue muy frustrante. Este tipo de cosas te da la sensación de que estás tirando el dinero. (pág. 132)"
"Si no llora, aunque me diga "no", yo sigo. Solo me paro si la veo llorando de verdad. (pág. 134)"
      Bindel también relata cómo algunos clientes denuncian coacción y trata de mujeres, para deconstruir la idea del "putero ético". Quienes están en contra de la trata humana creen que la mejor defensa contra la prostitución forzada son los propios puteros; la legalización permitiría que denunciaran caso de coacción y tráfico. Las investigaciones, sin embargo, sugieren que los compradores de sexo, no solo no denuncian los casos sospechosos de trata, sino que quieren acabar el acto sexual aunque sospechen, pues es por lo que han pagado.
     El estudio llevado a cabo por Bindel reveló que el 55% de los hombres entrevistado sabían que "la mayoría" de las mujeres por las que habían pagado eran víctimas de trata o estaban siendo prostituidas u obligadas de alguna forma. Esto mismo concluyen otros estudios, principalmente el de Bridget Anderson y Julia O'Connell Davidson, ambas ferozmente opuestas a la legalización, que demuestra que la mayoría de los hombres que han pagado por sexo son conscientes o han sido testigos de algún tipo de explotación, coacción y/o trata, pero esto no afecta a su decisión de comprar sexo.
     El trabajo de Bindel no es una lectura fácil, es muy crudo y es real. Pero necesita serlo; mucha gente parece haberse vuelto demasiado complacentes sobre este tema, y la única forma de despertarlos de su ensueño es confiando en testimonios de primera mano que cuenten la brutal realidad del comercio sexual. 
     El trabajo de Bindel sigue la premisa del feminismo marxista, señalando como causa principal de la prostitución el capitalismo y el patriarcado. Yo estoy de acuerdo con el trabajo hecho por Bindel, pero también creo que la dialéctica sobre la relación entre hombre y mujer tiene sus limitaciones. Lo que sacamos en claro de este libro es que la mayoría de los hombres que pagan por sexo creen que es normal cosificar a las mujeres en casi todas las formas posibles. Pero hay ciertas cuestiones que no toca: 
   ¿Estos comportamientos han derivado de otras maneras de cosificar, como por ejemplo la pornografía?
     ¿Cuál es el impacto de esto sobre una sociedad que reduce la mayor parte de nuestra experiencia vital a la experiencia sexual?
     ¿Cómo afecta la ausencia de un padre durante la infancia al desarrollo de la masculinidad de un hombre?
     Y no olvidemos que los hombres también experimentan consecuencias negativas derivada de usar a las mujeres prostituidas: dejadez familiar, ruptura matrimonial, incapacidad de establecer relaciones sanas con una mujer, eso por mencionar las más obvias.
     Todos estos asuntos tienen que tratarse si tratamos de erradicar los abusos y permitir a los hombres que desarrollen una comprensión madura de su sexualidad. Aplaudo el trabajo que se hace en esos programas para puteros, para prevenir la recaída - las evidencias muestran que estos programas funcionan - pero creo que debe haber medidas que podamos utilizar para prevenir la primera "caída."
     Mientras leía el libro de Bindel se me venía a la cabeza la imagen de Gilean, de El cuento de la criada de Margaret Atwood. Hay quien ha establecido vínculos entre Gilead y otros problemas sociales, pero yo no puedo evitar pensar que las auténticas criadas son las mujeres que venden sexo en un sistema donde la prostitución está regulada. En el cuento, todos creen que las criadas han elegido libremente vivir la vida que viven, una vida en la que sufren toda clase de violencia, violaciones y abusos. Nadie tiene la intención de ayudarlas a salir de esa vida, y las criadas se vuelven necesariamente perversas.
     No nos ha costado mucho vincular la fábula de Margaret Atwood con la lucha por la igualdad en occidente, y sin embargo, hemos invisibilizado a las verdaderas criadas de nuestro tiempo.
     Julie Bindel es valiente e incansable en su labor de activismo en favor de aquellas mujeres implicadas en el mundo del comercio sexual, y su libro, rico en testimonios, estudios, y su propia experiencia, es una gran contribución a la lucha contra la legalización de la prostitución.

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Pauline Cooper-loelu y publicado en mercatornet.com wl 31 de enero de 2018

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