xoves, 8 de marzo de 2018

El neofacismo oculto (cada vez menos) de Ciudadanos


Instalación ESTATADOS de Byron Maher el pasado mes de octubre en La Casa Invisible.

JUAN DÍAZ
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Ciudadanos está de moda. Las recientes elecciones en Cataluña le auguran el mejor de los resultados en el resto del Estado, beneficiados por la inoperancia del PSOE, el colapso de casos de corrupción en el que se halla el PP y el efecto de la interesada amplificación y proyección que se da actualmente de todo lo que ocurra en Cataluña.

El partido naranja está eufórico, al modo que suele su líder Albert Rivera. Ciudadanos, un partido que con una flamante campaña de marketing se presentó como «nuevo», «moderado de centro» (incluso centro-izquierda) y abanderado de la «regeneración». Sin embargo, no se trata de un partido nuevo, nació hace 12 años en Cataluña, desde donde ha ido extendiéndose al resto del territorio del Estado con un método de franquicia centralizada en la capital catalana. No se trata de un partido que haya venido a traer la regeneración, es un partido que una vez transcurridas las elecciones se subasta entre las opciones mayoritarias, para decidir su apoyo final a la mejor puja. De esta manera sostiene gobiernos corruptos como el de la Comunidad de Madrid o el central del Estado con el PP de la Gürtel, Púnica y tantos otros casos de corrupción; o el de la comunidad andaluza con el mismo PSOE de los ERE y Cursos de formación. Y tampoco es un «partido moderado de centro» si nos atenemos a su programa, su discurso y sus posicionamientos en las instituciones. Ciudadanos, muy al contrario, se trata de una peligrosa fuerza neofascista, y es ahí donde radica lo más peligroso de su condición (cada vez menos) oculta.
Tras el marketing, Ciudadanos esconde la apuesta de recambio del Régimen78 y las élites económicas que lo lideran (organizadas mayormente en el IBEX 35). Son estas élites las que diseñaron una evolución cosmética desde una dictadura hacia una democracia formal dando lugar al denominado «Régimen78», por el que estas mismas élites y actores del anterior régimen dictatorial se mantenían en el poder económico-político-judicial y reciclaban en un nuevo régimen de apariencia democrática. Son las élites que se han visto beneficiadas a lo largo de estos 40 años (y los 40 anteriores) de las sucesivas políticas económicas que las hacía más y más ricas a costa de la precariedad de la población. Son las élites que se han enriquecido merced a las políticas corruptas del PP en estos años, pagando en B a cambio de contrataciones y privatizaciones. Son las élites que en vista de que el Régimen78 se tambalearon gracias al 15M, buscaron una opción de recambio y de engaño para sectores de centro-derecha que apoyaban este 15M en Ciudadanos y su líder Albert Rivera. Y para ello ha sido clave el respaldo de toda la maquinaria mediática que depende y pertenece al propio IBEX35.
Pero lo más peligroso de Ciudadanos no es su carácter de recambio y muleta del corrupto Régimen 78: es, como anticipábamos su carácter de partido neofascista.
El fascismo florece en Europa
El modelo actual de economía neoliberal en Europa no es sostenible, y va encadenando una crisis con la siguiente, como saben bien las élites que lo lideran. De este modo se produce un triple efecto: es necesario ofrecer un recambio electoral a las descontentas masas electorales; el sostén de las cada vez más pronunciadas desigualdades y precariedad se ha de dar sobre un recorte de libertades y recrudecimiento de las políticas represivas de los Estados; para que dichas políticas sean aplicadas y aceptadas, además de para canalizar unas masas sociales cada vez más descontentas que podrían poner en jaque los regímenes (tal y como hizo el 15M), es necesaria la emergencia de nuevos partidos neo-fascistas.
Las élites económicas saben que es jugar con fuego, pero el fin (su sostén) justifica los medios (el fascismo), y es que las opciones «moderadas» de conservadores y socialdemócratas pierden eficiencia en tiempos de crisis. En Europa aún hay (mala) memoria del fascismo de principios del siglo XX, que tuvo su momento más álgido tras otra crisis financiera, la del 29. Es por ello que las nuevas opciones fascistas necesitan de una renovación cosmética que suavice su apariencia. Las opciones que no han sabido hacerlo han encadenado fracaso tras fracaso (como ha ocurrido tradicionalmente en España), pero poco a poco se ha ido desarrollando un aprendizaje de copia-pega por todo Europa, y han proliferado con cada vez mayor éxito opciones electorales neofascista disfrazadas de «modernidad», «liberalismo», «nacionalismo» y «regeneración». La apariencia según los países es más o menos sofisticada, pero sus ejemplos (y éxitos) son múltiples.
Podemos señalar el Partido de la Independencia del Reino Unido, que con su líder Nigel Farage encabezó el Brexit; Marine Le Pen en Francia, que disfrazó y modernizó el fascismo que heredó de su padre en el Frente Nacional; Alternativa por Alemania; la Liga Norte en Italia; el Partido de la Libertad en Austria y Holanda. O partidos que incluso gobiernan, como el Fidesz en Hungría, Ley y Justicia en Polonia, o Verdaderos Finlandeses.
En España un acontecimiento que derivó en movimiento político destituyente, el 15M, había desviado el patrón de comportamiento europeo, el malestar ciudadano tan peligrosamente canalizable hacia el fascismo, había encontrado su cauce en un movimiento que desde la solidaridad y la composición de «las de abajo» se enfrentaba a «los de arriba» organizados bajo el Régimen 78.
Sin embargo, el paso de los años, la precariedad, el agotamiento y alguna que otra decepción con las opciones institucionales, parece haber abierto una ventana de oportunidad para el fascismo en España. La afirmación no es gratuita, vivimos un clima de censura y represión sin precedentes en los últimos 40 años, salvo por la peligrosa excepción (que precisamente dejaba entreabierta la ventana de oportunidad actual) que se venía dando con el amplio y diverso espectro del Movimiento de Liberación Vasco. Ha sido precisamente el conflicto con otro movimiento soberanista, el catalán en esta ocasión, el que ha desencadenado el actual escenario, que ya trasciende ampliamente al propio movimiento catalán.
Cómo hemos llegado hasta aquí
Son múltiples y complejos los factores y mecanismos para haber llegado a este punto. Ya mencionábamos uno clave, como es el monopolio del IBEX 35 sobre los grandes medios de comunicación privados y públicos, pero hay otros interconectados y retroalimentados:
a) Guerras Culturales, que no son más que conflictos promovidos interesadamente a partir de una confrontación concreta y puntual de la libertad de expresión o creativa frente a sensibilidades o identidades, para rápidamente extrapolarlo a decisiones y acciones políticas, legislativas y represivas. El marco no es por tanto el de un debate pausado de argumentos, sino un escenario acelerado de emotividad apasionada, donde la razón de la fuerza y el poder se imponen sobre la del diálogo y la democracia.
b) Manipulación: esta guerras culturales suelen poner el énfasis en un detalle descontextualizado, en el matiz, la parte, son por tanto versiones distorsionadas de la realidad. Mucho más allá, incluso se ha extendido el método de directamente lanzar mentiras.
c) Redes sociales: más allá de la tradicionales manipulaciones mediáticas, las redes sociales se han convertido en el medio privilegiado para que mentiras construidas se viralicen. Si durante el 15M las redes sociales fueron clave como medios de contrainformación, el Regimen 78 ha aprendido rápidamente la lección y ha dado buen uso de ellas. La campaña electoral de Donald Trump, otro buen referente de neofascismo populista, fue el mayor y más sofisticado ejemplo de este método.
d) «Cuñadismo Sociológico»: el caldo de cultivo para que todas la informaciones distorsionadas o directamente falsas sedimenten. Lo que se ha dado en llamar «cuñadismo» corresponde a la típica actitud autosuficiente de opinar y aferrarse a la informaciones sin margen de reflexión, contraste o revisión.
Con esta concatenación de factores, bien complementada por la labor de los grandes medios de comunicación, la mejor de las «mentiras objetivas» se convierte en una «verdad subjetiva», con la dosis de emotividad y pasión que implica lo subjetivo. Volviendo al ejemplo de Donald Trump, según datos de estudios, en los últimos tres meses de la campaña electoral en EE.UU. las noticias falsas compartidas en Facebook generaron más impacto que las principales noticias publicadas por The New York Times, The Washington Post o la NBC. Las 20 noticias inventadas sobre las elecciones más virales generaron casi 9 millones de reacciones y comentarios en Facebook. En el caso de España, sin minusvalorar Facebook, la red WhatsApp está resultando mucho más efectiva por su capacidad de penetración en la trama social, con buenos ejemplos como la campaña contra el Impuesto de sucesiones.
Por qué Ciudadanos es un partido neofascista
Pese a que hay que reconocerle a Ciudadanos una excelente estrategia comunicativa, en especial entre su principales líderes, debemos admitir que se ha visto beneficiada por la benevolencia y deferencia de los grandes medios hacia el partido naranja. No en vano, a poco que se les aprieta, proliferan «salidas de tono» o «sincericidios», que en ocasiones necesitan una rápida enmienda. Sin embargo, parece que, gracias a la dinámica descrita de construcción de un «sentido común» afín a su neofascismo, cada vez son menos las rectificaciones y más seguros se sienten en afirmarse en su cara oculta.
Algunas muestras de este neofascismo son el nacionalismo (español) exacerbado; su postura xenófoba frente a migrantes, con propuestas como limitar la sanidad universal, o el reciente vídeo promocional en el que afirmaban «que tomarán medidas para defender "a los españoles" frente a los delincuentes»; su machismo, como corresponde a un partido capitalista neoliberal (tal y como afirmaba coherentemente Inés Arrimadas a cuenta de su no apoyo a la huelga del 8M), favorable a los vientres de alquiler, por ejemplo, o cuyos cabezas lanzan afirmaciones como que no son «ni machista ni feminista. Yo creo en la igualdad», por no mencionar sus posicionamientos sobre el feminismo («Yo busco la igualdad de las personas reales: mujeres, hombres y seres. Por ello presentamos el proyecto de ley para que los perros sean personas», como dijo alguien en Madrid de cuyo nombre mejor no nos acordamos). Sigamos: sus propuestas de políticas económicas y laborales, que implican acentuar las desigualdades, más privatizaciones y la perdida de derechos, como su propuesta de «contrato único». Los antecedente personales de muchos de su principales líderes, empezando por el propio Rivera. En cuanto a derechos y libertades, piden el endurecimiento de las penas de prisión permanente revisable, o han abanderado las medidas más represivas en el conflicto soberanista catalán. Recientemente han iniciado toda una campaña de criminalización de la ocupación, precisamente con la problemática de vivienda que se padece en España, acompañando su propuesta de enmiendas a la Ley Mordaza, de manera que la policía pueda entrar sin orden judicial en un edificio presuntamente ocupado, aunque según Rivera luego «puedes ir al juez si no estás de acuerdo...».
Acoso y derribo a los Centro Sociales
Es en la última de esta propuestas donde quiero detenerme. Detrás de ella está su intención de acabar con los Centro Sociales. En Ciudadanos son sabedores de que el caldo de cultivo del fascismo es la escasez, y su mejor antídoto la abundancia de los comunes. Y en los comunes el papel histórico de los Centros Sociales de nuestro país es determinante.
Los Centros Sociales son pulmones creativos para las ciudades, espacios en los que la cultura de base producen y muestran su obras, que permiten por tanto la emergencia y sostén de la cultura de las ciudades, que encuentran en estos espacios lo que los escasos y burocratizados ámbitos institucionales no les brindan.
Son además lugares de pensamiento y reflexión crítica, en los que al margen de lo convencional y complaciente que suele fluir por los espacios institucionales, se da margen para cuestionarse el estado de las cosas, indagar en nuevas prácticas y formas de afrontar el cotidiano, un pensamiento crítico de vanguardia que siempre ha sido motor histórico de nuestras sociedades.
Y son especialmente espacios de encuentro y organización de los malestares de las distintas realidades afectadas por la precariedad. En los Centros Sociales encontraron cobijo organizaciones de personas desempleadas, de jóvenes precarias, de migrantes, feministas, de sectores laborales especialmente oprimidos, como son las trabajadoras del hogar… Han sido también el espacio en el que se organizaron y encontraron los distintos espacios de trabajo del 15M tras abandonar las plazas; donde las distintas PAH encontraron su casa; donde las Mareas Verde, Blanca, Naranja pudieron organizar su nuevo sindicalismo; donde las distintas candidaturas de municipalismo democrático dieron sus primeros pasos antes de llegar a las instituciones.
Son, pues, un vivero de lo nuevo, lo diferente, lo minoritario, gestado desde abajo, sin intermediación de las instituciones que les dan la espalda, o el mercado que lo margina. Son una muestra esencial de la democracia: la organización ciudadana para abordar sus diversas problemáticas cotidianas en forma de autogestión y generación de conflicto para encontrar soluciones.
Son, por lo tanto, síntoma de salud democrática, de manera que su coacción muestra una deriva autoritaria y su inexistencia una peligrosa apatía y dispersión de la sociedad civil.
De ahí, no es casual que Ciudadanos haya situado a los Centro Sociales en su punto de mira.
La Invisible de Málaga amenazada de desalojo
La Casa Invisible es un Centro Social y Cultural de Gestión Ciudadana ubicado en la ciudad de Málaga, que cumple 11 años este sábado 10 de marzo saliendo en manifestación ante la posibilidad de desalojo del edificio municipal que lo acoge.
A lo largo de sus 11 años de historia se ha convertido en un referente no solo para la ciudad malagueña, sino para todo el Estado y Europa. Al tiempo ha ido manteniendo y rehabilitando el edificio histórico que lo alberga. Tras años de negociaciones se hallaba en proceso de consolidar su cesión en uso, cuando, como buena muestra de todo lo descrito, Ciudadanos ha encadenado una serie de batallas culturales que han llevado a un equipo de gobierno municipal del Partido Popular, en minoría, a virar el proceso de cesión en marcha hacia la actual pretensión de desalojar a la Invisible con el fin de sacar el edificio a subasta (en forma de concurso) condicionada a disponer de al menos un millón de euros para su rehabilitación.
Con la Invisible nos jugamos mucho más que la continuidad de tan inconmensurable institución del común, pues supone un laboratorio de las disputas por venir frente al fascismo creciente en Europa y que en España representa Ciudadanos, que ha tomado a este centro social como un campo de experimentación de su estrategia de hegemonía cultural.

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