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Hoy en día tenemos de todo y los jóvenes (¡y no tan jóvenes!) están creciendo con la suerte de poseer todo tipo de conocimientos y herramientas al alcance de la mano. Nos reímos de los tiempos de nuestros abuelos y muchas veces nos es imposible imaginar cómo se las apañaban en la juventud.
Aun así, existen un buen puñado de cosas que nuestros abuelos y abuelas sabían hacer bastante mejor que nosotros cuando tenían nuestra edad. Habilidades y maneras de actuar que se están perdiendo porque han sido engullidas por la tecnología y el consumo desbocado. ¿Acaso te crees más creativo que tus yayos?
Escribir con buena letra
En primer lugar, piensa, ¿cuándo fue la última vez que escribiste más de dos líneas de folio a mano? ¿Cuál fue el resultado? Hoy en día, los teclados y los teléfonos están atrofiando nuestra capacidad de escribir a mano y, no solo eso, sino que la caligrafía, la elegancia en la escritura, está perdiendo importancia en detrimento de la rapidez. Ya no se pone tanto esfuerzo y paciencia como antaño para que nuestros textos manuscritos sean bellos y legibles, y en los colegios enseguida ponen a los chavales a teclear.
Nuestros abuelos (los que tuvieron la suerte de poder ir a la escuela), sin embargo, escriben –y siguen escribiendo- con una elegancia que a muchos ya nos gustaría. Se toman su tiempo para componer cada palabra y que a los ojos quede lo más bella posible. ¡Y además con pluma y tinta!
Memorizar varios números de teléfono
Rápido, responde: ¿Cuántos números de teléfono te sabes de memoria? ¿Y teléfonos móviles? Mientras que apenas llegas a retener media docena porque el teléfono que te acompaña a todas partes tiene agenda incorporada, tus abuelos eran capaces de memorizar una veintena de números de teléfono. Y, seguramente, sigan siendo capaces de hacerlo.
Es posible que aún sigan usando el listín telefónico, pero seguro que lo saben usar mejor que tú.
Bailar en pareja
¿Qué son esos movimientos grotescos y aberrantes que los jóvenes de hoy realizan en las discotecas y pubs? ¿A eso lo llaman bailar? Nos hemos autoengañado diciendo que sí, pero en realidad, no, no sabemos bailar. Y menos en pareja, agarrados, sin ofrecer un espectáculo bochornoso.
En la verbena de las fiestas del pueblo, cuando tu abuelo sacaba a tu abuela a bailar de la mano, eso sí era bailar. Puede que se le diera mejor o peor, pero ponía empeño en agarrar bien firme de la cintura a tu abuela para sentir su cuerpo y poder susurrarle algo bonito. Pero, claro, con la música de hoy en día, es difícil bailar sin perrear como animales en celo o moverse al ritmo de la música como si estuviéramos padeciendo un ataque epiléptico.
Socializar
Ir donde la chica que le gustaba y susurrarle al oído que era preciosa, o estar horas con sus amigos o amigas charlando. Aunque te pases un buen rato negándolo, tus abuelos sabían socializar mejor que tú. No tenían teléfonos que interrumpiesen sus encuentros sociales con mensajitos de contenido más que trivial, e intentaban cortejar a las chicas sacando todo su arsenal de encantos, miradas y trucos, cara a cara o por carta (¡oh, las preciosas cartas escritas a mano que se enviaban!) sin delegarlo cachivaches de ningún tipo.
Tal vez las comunicaciones eran más lentas y difíciles que simplemente teclear una docena de caracteres y pulsar la tecla de enviar; pero tenían más substancia y prescindían de todo aquello que no era necesario.
Reparar cosas
Cuando algo se rompe, lo mandamos derecho a la basura o, si se trata de algo costoso, tramamos llevarlo a algún especialista en reparaciones de los que cada vez quedan menos. Cuando tus abuelos eran jóvenes, solo tiraban las cosas a la basura cuando ya habían dado su último suspiro y no existía manera humana de volver a hacerlas útiles.
Es por eso que tanto tu abuela como tu abuelo eran unos manitas, hábiles con la aguja de coser, el martillo, el serrucho, y todo lo que se les echase encima. No les faltaba ingenio, I+D de andar por casa y ganas.
Reutilizar
Si tal vez piensas que eres el ser más creativo e ingenioso del planeta, tal vez no hayas vivido hace sesenta o setenta años. Tus abuelos eran los reyes del reciclaje y la reutilización y daban una segunda vida a cosas que ni se te pasarían por la cabeza. Cuando un abrigo quedaba viejo, se descosía y se le daba la vuelta para que la piel gastada quedase por dentro. Lo mismo con los cuellos y los puños gastados de las camisas. Y así, las prendas podían durar años y años y pasar de un hermano a otro, hasta pasar por todos. ¡Y eran unos cuantos!
Cocinar con fundamento
Si bien es cierto que hoy en día proliferan muchos jóvenes cocinillas que da gusto verlos, también es cierto que hay un montón de ellos que no sabe ni freír un huevo (y encima se jactan de ello). Cuando tus abuelos eran jóvenes –las abuelas, concretamente- no había una sola mujer que no supiera apañárselas en la cocina. Cuestión de supervivencia.
Puede que los menús no fueran muy variados o elaborados –recordemos que los tiempos en el que vivieron nuestros abuelos reinaba la escasez-, pero jamás delegaban su alimentación en otras personas o industrias, todos los días cocinaban caliente y sano para toda la familia, con productos naturales y sin porquerías como pesticidas, hormonas, antibióticos y demás.
Peinarse
Mucho se habla de las crestas de Cristiano Ronaldo o los peinados de las mozas de cualquier photocall. Pero para peinados, los de nuestras abuelas, que cada día se pasaban un buen rato frente al espejo peinando, cardando, alisando, recogiendo, dando forma y adornando sus cabellos, para dar lugar a esos espectaculares peinados que hoy solo vemos en Cuéntame o Amar en Tiempos Revueltos. Y nada de peluquerías, por eso, las mujeres más elegantes de la ciudad dormían con muchísimo cuidado, recostadas en posturas imposibles para no estropearse el peinado o cuidar los incómodos rulos que poblaban su cabeza. ¡Eso sí era maña!
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