Los palestinos lanzan algunas iniciativas para que los turistas que visitan la ciudad se queden allí y no duerman en Jerusalén, ya que son las grandees agencias israelíes las que les organizan las rutas
Casi 2.000 millones de personas conectarán con la ciudad por satélite en la misa del Gallo, mientras sus residentes piden libertad para promocionar esta ciudad
Ana Garralda
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Belén vuelve a ser, durante algo más de cuarenta días, el epicentro del mundo cristiano, pero su rutina diaria es bien diferente. Sus jóvenes se enfrentan al fantasma del paro, en el área autónoma con mayor tasa de desempleo de Cisjordania. La ciudad está rodeada por más de una decena de colonias israelíes y, en muchos tramos, por un muro de hormigón de 8 metros de altura que Israel sigue construyendo. Solo el 6% de sus habitantes tienen permiso para viajar a Jerusalén, su ciudad "hermana" (a unos 10 kilómetros de distancia) y muchos piensan en emigrar. Así es la realidad de la ciudad de Belén y su distrito los 325 días del año que no es Navidad, según datos proporcionados desde el ayuntamiento.
"Belén es hoy una ciudad segura y alegre como veis, pero muchos peregrinos y turistas tienen miedo y eso no es por culpa nuestra", ha afirmado Vera Baboun, la alcaldesa de la ciudad, durante un encuentro que tuvo lugar este mes con la prensa internacional. "Soy cristiano, pero también palestino y todo lo que veo contradice el espíritu de la Navidad", ha asegurado Yamal Jader, rector del seminario del Patriarcado Latino, máxima autoridad de la Iglesia católica y latina en Palestina, Israel, Jordania o Chipre.
Jader se refiere a la falta de esperanza para varios miles de los 200.000 palestinos que residen en la gobernación de Belén (el 38% de ellos son cristianos) formado por las llamadas "tres bes " (las ciudades de Belén, Beit Jala y Beit Sahur), donde la tasa de desempleo supera el 20% entre las mujeres y se acerca al 15% entre los hombres, según los datos publicados por la Oficina Central de Estadísticas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
"Cada día vienen jóvenes al ayuntamiento pidiendo trabajo", asegura Baboun. "Pero cuando lo tienen, muchos tardan dos horas ida, dos horas vuelta. Si, por ejemplo, su empleo está en Ramala. No sería así si no tuvieran que pasar por los controles israelíes", añade la alcaldesa. Una mujer fuerte, respetada en las filas del partido de gobierno, Al Fatah, viuda y madre de cinco hijos.
Pero a pesar de las dificultades, afirma B aboun, el mensaje que los palestinos de Belén quieren transmitir al mundo es "de misericordia, de vida, incluso de esperanza para quienes no tienen hogar, para quienes no podrán reunirse esta Navidad con sus familias", dice la palestina a eldiario.es en referencia a los millones de refugiados que deambulan y malviven por la zona tras los conflictos que asolan la región (Siria, Iraq, Libia o Yemen).
"Sentimos su miseria, en cuanto que más de seis millones de refugiados palestinos están aún repartidos por el mundo", se lee en el mensaje navideño del consistorio, publicado en su página web, con motivo de las celebraciones que arrancaron el pasado 3 de diciembre con el encendido del árbol de Navidad en la Plaza del Pesebre.
Ansiada mejora del turismo
"El cuarto trimestre de este año pensamos que va a ser mucho mejor que el de 2015", explica Samir Hazboun, presidente de la cámara de comercio de Belén durante su intervención en el centro asirio del casco viejo de la ciudad.
Según datos del Ministerio de Turismo palestino, el número de turistas llegados a Cisjordania cayó un 5% en la primera mitad de 2016 respecto del mismo periodo del año anterior, descendiendo aún más tras el comienzo en octubre de 2015 de la ola de violencia llamada la "Intifada de los Cuchillos".
Una sucesión de incidentes que vinieron a desinflar la buena racha recogida en la primera mitad de 2014 cuando, además, el Papa Francisco realizó su primera visita a Tierra Santa (2,5 millones de turistas visitaron Palestina ese año). "2014 y 2013 fueron los mejores años, pero en 2015 y 2016 no remontamos", añade Hazboun.
Una caída del sector que contrasta con la mejora de los datos recogidos por el Ministerio de Turismo israelí, que muestran un incremento del 2% en el número de visitas desde enero hasta octubre de 2016 y de un 38% solo en el mes de noviembre.
"Nosotros no controlamos nuestras fronteras, lo hace Israel, por eso los únicos datos que podemos tomar se basan por ejemplo en la ocupación hotelera o en el número de personas que entran en la Basílica de la Natividad, presuponiendo que todo el que viene a la ciudad entra en la Iglesia", continúa Samir Hazboun.
Pero si turistas y peregrinos dejan de visitar el distrito de Belén, la economía de cientos de familias se resiente en un territorio donde, además de la ayuda de donantes internacionales, el turismo es la principal fuente de ingresos, seguido de industrias como la del mármol, los químicos o el textil.
"Los grandes tour-operadores que traen gente a Belén son israelíes", explica Jack Giacaman, quien dirige una de las tiendas de artesanía en madera de olivo más emblemáticas de la ciudad. "Belén suele ser la visita de un día para muchos turistas que vienen desde Jerusalén", explica. "Muchos no se quedan, vienen por unas horas, visitan la iglesia de la Natividad y los guías se los llevan de vuelta a Jerusalén. Allí es donde hacen sus compras", se lamenta.
Según algunos estudios, el Producto Interior Bruto (PIB) de los territorios palestinos se incrementaría hasta un 80-85% de no existir las restricciones comerciales y de movimiento que sufren sus habitantes y empresas. Por ejemplo, la familia Khoury, los dueños de la mayor compañía cervecera palestina, Taybeh, situada al noreste de Ramala (Cisjordania) y que hoy exporta a países como España, Dinamarca o Italia, ven constantemente amenazada su producción por las restricciones impuestas por las autoridades israelíes para acceder a la única fuente de agua de la zona, el acuífero de Samia.
Además, al no contar Cisjordania ni con un aeropuerto ni con puerto comercial propios, los Khoury se ven obligados a exportar desde los puertos israelíes de Haifa o Ashdod, lo que conlleva atravesar varios puestos fronterizos, retrasando hasta en tres días la llegada del producto al lugar de embarque.
"Es muy caro porque necesitas conductores en Cisjordania y en territorio israelí", explica al teléfono Mades Khoury , uno de los hermanos que regentan la empresa. "Sin los check-points el mismo recorrido lo harías en pocas horas ", añade el palestino. Su familia regresó hace dos décadas de Estados Unidos (tras la esperanza surgida entre sus compatriotas de la diáspora una vez se firmaron los Acuerdos de Oslo), para establecer en su localidad natal la primera fábrica de cerveza de la región. "En mi caso llegué en 2007 y desde entonces la situación solo ha ido a peor", se lamenta Mades.
"Visita Palestina" o cómo atraer visitantes
La calle de la Estrella, en el casco histórico de la ciudad, se ha convertido en uno de los puntos escogidos por el ayuntamiento para intentar revitalizar el turismo de la ciudad cuando no es Navidad o Semana Santa, las épocas del año en las que se registra un mayor número de turistas.
Financiada su rehabilitación por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en el marco del programa "Belén 2000" (cuando el papa Juan Pablo II visitó la ciudad con motivo del cambio de milenio), hoy esta calle centenaria es una vía apenas transitada, flanqueada por puertas verdes y azules tras las que se intuyen las historias centenarias de sus residentes, en una atmósfera que evoca lo místico y lo espectral.
Es el caso de las familias Daud o Sacca, que emigraron de la ciudad en los años del Mandato Británico hacia países latinoamericanos como Guatemala o Jamaica, tras un florecimiento previo de las comunidades cristianas a finales del siglo XIX. "Muchos cristianos se marcharon de aquí", explica Jalil Shokeh, historiador especializado en Belén.
"Ahora el reto es que la cuarta generación vuelva", añade este experto en el casco antiguo de la ciudad, dividido en barrios como el de Tarajmeh ("traductor" en árabe), establecido en la época de los cruzados por intérpretes que trabajaban para los frailes franciscanos, llegados a esta zona en el siglo XIV y XV (fueron ellos quienes introdujeron la conocida artesanía de la madera de olivo en Belén).
Iniciativas que persiguen atraer a un turismo siempre volátil por los vaivenes de un conflicto que azota periódicamente, con mayor o menor virulencia, esta región del mundo. Belén volverá a ser este año, durante algo más de cuarenta días, el epicentro del mundo cristiano. Casi 2.000 millones de personas conectarán con la ciudad por satélite en la misa del Gallo, pero sus residentes solo piden una cosa: dignidad y libertad para promocionar lo que esta ciudad ha sido y es, desde hace más de dos mil años.
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