Con la “Ley Mordaza”, pintar consignas en paredes e incluso escribir mensajes sobre el pavimento acarreará multas de cien mil pesetas. Puede sonar a tiempos pretéritos, pero esos 600 euros contemplados en la ley es a lo que te arriesgas si quieres pintar un corazón de tiza en la pared. Incluso mucho más, si dentro te atreves a injuriar a las instituciones públicas y privadas que nos gobiernan.
Cuando oímos hablar del fenómeno de las pintadas callejeras, oímos hablar de inconformistas, inadaptados, antisociales, rebeldía juvenil, simplemente gamberros…. pero debemos recordar que esta capacidad humana para reflejar el pensamiento en las paredes nos acompaña desde la cueva de la prehistoria, está escrito en nuestro muro de ADN.
Y lo que muchas veces se plasma en esas improvisadas vallas publicitarias de ladrillo es el grito mudo de la ciudadanía, que clama contra la represión, contra el odio, por la libertad de expresión o, simplemente, gritan de amor.
También se puede pintar con humor, la forma más directa para que un mensaje se convierta en un recuerdo duradero. Así, cuando el anonimato, quizá la cerveza y una noche estrellada te hacen sentir inspirado… pueden salir cosas como estas:
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Y bonus track, con los aportes de los lectores:
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