Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas.
Universidad Pompeu Fabra
El miércoles pasado por la noche envié un artículo a Público que se publicó al día siguiente, haciendo una crítica y denuncia del partidismo sectario de El País (“El desvergonzado partidismo y sectarismo de El País”, Público, 20.10.16), mostrando ejemplos de la falta de profesionalidad y clara violación de las más mínimas reglas de decencia y ética periodísticas que aparecieron en su cobertura de Podemos durante la campaña electoral de 2015, y de Unidos Podemos en la de 2016. Tal rotativo no tiene límites en su hostilidad hacia estas fuerzas políticas, actuando como mero instrumento de los barones del PSOE, tales como los Sres. Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba, que son miembros del Consejo Editorial de dicho rotativo.
Tras enviar el artículo, que se publicó al día siguiente, jueves, vi en las noticias de la noche por televisión que un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid había interrumpido un conferencia patrocinada por El País en dicha universidad, en la que se iban a realizar dos intervenciones, una del Sr. Felipe González, ex presidente del gobierno español, y la otra del Sr. Juan Luis Cebrián, presidente del grupo Prisa y editor de El País. Al leer las noticias de tal rotativo, así como su editorial y artículos al día siguiente, vi, una vez más, la manipulación, las mentiras y la mala leche que están caracterizando a los editoriales de El País (así como a las noticias) sobre Podemos, alcanzando ya unos niveles que deberían ser objeto de denuncia en las comisiones de ética profesional de los Colegios de Periodistas. Nunca antes El País había alcanzado el nivel de mezquindad y falta de profesionalidad que está mostrando estos días.
Ni que decir tiene que el acto de interrupción de la conferencia de los Sres. González y Cebrián por parte de los estudiantes ha generado un rechazo general, liderado por El País, rechazo que este rotativo ha intentado utilizar para acusar a Podemos, y muy en particular a su Secretario General, el Sr. Pablo Iglesias, de estar detrás de aquel acto, acusación realizada en el editorial “A golpes con la libertad” (20.10.16), así como en el reportaje de lo sucedido. Y, predeciblemente, la mayoría de medios han sumado su voz a esta condena de los estudiantes que forzaron la clausura del acto, alegando que con su intento (que fue exitoso) estaban violando la libertad de expresión, acusando a Podemos de haber organizado o estimulado dicha acción.
La condenable violencia de los estudiantes
En esta denuncia a los estudiantes de la UAM falta, sin embargo, hacer una distinción. El hecho de que los estudiantes utilizaran la violencia merece ser denunciado, siendo necesario que se exprese un desacuerdo con las formas escogidas por tales estudiantes en su protesta, desacuerdo que, por cierto, han mostrado todos los dirigentes de Podemos entrevistados, incluyendo (en contra de lo que escribió El País) Pablo Iglesias. Escuchen sus declaraciones y verán claramente que El País miente (cuando escribió que Pablo Iglesias no había desaprobado la fuerza utilizada por los estudiantes para interrumpir el acto). Escuchen sus declaraciones y verán que sí que expreso su desacuerdo. Las fuerzas progresistas tienen que darse cuenta de que utilizar la violencia en una manifestación política es un gran error, pues siempre será utilizada por el adversario en su contra, debilitando enormemente a la causa que se defiende. El mejor ejemplo de ello fue ETA, que debido a su estrategia de violencia utilizada durante el periodo democrático retrasó enormemente el desarrollo de su causa. Las protestas tienen que ser no violentas para ser efectivas. Utilizarla es sumamente negativo y reaccionario. No veo, pues, criticable que se realizara una denuncia del uso de la violencia por parte de los estudiantes, ya fuera esta denuncia de forma explícita o implícita, expresando un desacuerdo, tal como hizo Pablo Iglesias.
No ha habido denuncia de la violencia mediática de El País y la gran mayoría de medios de información españoles
Pero hay muchas maneras de ejercer la violencia, y El País, con su constante hostilidad hacia Pablo Iglesias y hacia Podemos, está ejerciendo una violencia mediática. De ahí que si bien los estudiantes tienen que ser criticados y denunciados por su violencia física, El País (y la mayoría de medios de información) también tiene que ser denunciado por la incitación al odio que constantemente aparece en sus páginas hacia aquellos a los que considera enemigos. ¿Cómo puede acusarse a Podemos de estar detrás de la violencia de aquel acto de los estudiantes, presentados como miembros o simpatizantes de ETA? Tal acusación a Pablo Iglesias es muy semejante a la acusación que hicieron los dirigentes y barones del PSOE a Podemos, acusándolo repetidamente, incluso en las Cortes Españolas, de apoyar a ese grupo terrorista. ¿No son estas acusaciones, hechas constantemente, una incitación a la violencia? Dicha acusación es una manipulación que tiene como objetivo destruir (y no hay otra manera de definirlo) a Podemos.
Pero la belicosidad de El País no se detiene ahí. En una comparación odiosa, equipara la acción de los estudiantes que golpearon las puertas del evento e hicieron ruido para imposibilitar el acto, con el golpe militar de la Guardia Civil (de Tejero), que paralizó una sesión de las Cortes Españolas. Además de exagerado, equiparar un grupo de estudiantes que no llevaban armas con secciones de la Guardia Civil y del Ejército que llevaron a cabo un intento de golpe de Estado, es intentar inflamar lo ocurrido para tomar ventajas políticas, manipulando en exceso el reportaje de un evento. Pero, por si no fuera poco, se acusa nada menos que al Secretario General de Podemos, Pablo Iglesias, en tal reportaje de ser el incitador de dicha violencia. Y como prueba de ello, se indica que los estudiantes revoltosos llevaban pancartas en las que se hacía referencia a la “cal viva” que Pablo Iglesias mencionó en su día en las Cortes Españolas en referencia al Sr. Felipe González; aludir a la utilización de tales pancartas como prueba de la complicidad de Pablo Iglesias en el acto es indigno y de una gran mezquindad. Por cierto, siempre que se hace referencia a esa cita, se ignora el contexto en el que se hizo tal acusación. Días antes de que Pablo Iglesias hiciera dicha acusación, Felipe González había acusado injustamente a Podemos de apoyar las acciones terroristas de ETA, acusación repetida por Pedro Sánchez en las Cortes Españolas, minutos antes de que le contestara Pablo Iglesias. ¿Por qué las acusaciones de los primeros no se citan, y sí en cambio las de Pablo Iglesias?
El constantemente violado derecho a la información
La gran amenaza a la democracia no es solo la violencia física, sino la violencia ejercida por los medios incitando al odio y a la agresividad contra figuras políticas y partidos políticos, tal como hacen la gran mayoría de los medios de información españoles, que más que de información son de persuasión y propaganda, siendo El País uno de ellos. Los estudiantes tenían el derecho a protestar por la visita a la universidad de dos personajes políticos, incluyendo el presidente del grupo Prisa, uno de los mayores grupos de comunicación defensores de las políticas neoliberales promovidas por el establishment (tales como las políticas de austeridad que han ido desmontando el escasamente financiado Estado del Bienestar, y las reformas laborales que han reducido los salarios) que se han impuesto a la población por parte de los gobiernos Zapatero y Rajoy, y que han hecho tanto daño a las clases populares.
Es más, tenían también el derecho de protestar por la presencia del presidente de uno de los grupos de comunicación que más han contribuido a vetar la diversidad en sus medios, habiendo vetado a Manuel Rico, a Fernando Berlín, a Javier Aroca y a Ignacio Escolar, entre otros, impidiendo a todos sus trabajadores colaborar con los medios –eldiario.es, elconfidencial.com, La Sexta– que han sido críticos con el comportamiento empresarial del Sr. Cebrián, habiendo sido censurados y expulsados de sus medios.
Los medios, incluida la prensa, tienen una responsabilidad pública de la que deriva toda una serie de privilegios. Cuando no ejercen tal función pública y no ofrecen la variedad de sensibilidades ideológicas que existen en la sociedad, vetando a aquellos que tienen posiciones contrarias a las suyas propias, no pueden hablar de defensa de la libertad y de la democracia, pues son ellos los que las están violando. Durante la dictadura, los estudiantes abucheábamos a los directores de la prensa del régimen. Y hoy tenemos muy poca democracia (casi una dictadura mediática), y la falta de diversidad de los medios contribuye a ello. Los que son responsables de esta escasa diversidad, que violan sistemáticamente el derecho a estar informado, no se merecen ser considerados demócratas, y deben ser denunciados por su comportamiento antidemocrático.
La universidad debe ser un lugar de diálogo para aquellos que permiten el diálogo
La universidad es un lugar de diálogo para todos aquellos que defiendan y permitan dicho diálogo y la diversidad. No para aquellos que lo impiden y que se oponen a ello. Por mucho que le duela al grupo Prisa, el supuesto régimen dictatorial de Venezuela (como siempre lo presenta El País) tiene mayor diversidad ideológica en sus medios que España. En realidad, en un régimen que es presentado como una dictadura de izquierdas, la mayoría de medios de información son medios de clara sensibilidad de derechas, aunque hay también de izquierdas. No así en España, donde no hay prácticamente medios de información de izquierdas. Y El País ha estado impidiendo esta diversidad tanto en sus páginas como fuera de ellas. Ha estado machacando con una enorme agresividad a las voces críticas con el neoliberalismo imperante, sin permitir responder ni siquiera a los insultos. Y un tanto semejante ocurre en su cobertura mediática de las opciones políticas soberanistas en Catalunya (sean o no sean independentistas), publicando constantemente manipulaciones sobre tales opciones, sin nunca permitir voces contrarias. Que ahora el grupo Prisa pida respeto y diálogo es una desfachatez. Los estudiantes tenían el derecho a manifestarse y denunciar tal arrogancia, y hay que defender su derecho, a la vez que criticar su innecesaria violencia, que disminuyó el valor democrático de su acción. Como bien decía Bertolt Brecht, “la libertad de prensa es la libertad de sus propietarios, y se expresa en la negación de la libertad de todos los demás”. El Sr. Cebrián tiene poca autoridad moral para dar lecciones sobre la libertad de prensa en España. De ahí que la población tiene que recuperar el derecho a la información, y repito que me parece muy bien que los estudiantes protesten (sin violencia) evitando que a tales personajes se les permita hablar en los fórums académicos, a no ser que muestren con su comportamiento que ellos mismos permiten la palabra a aquellos que demonizan e insultan constantemente.
Una última observación
Parece que el amplio rechazo frente a la falta de profesionalidad que está mostrando El País en su hostil cobertura de Podemos está teniendo, por fin, algún impacto. Hace unos días (24 de octubre) El País publicó un artículo de un tal Víctor Lapuente en el que por primera vez se hablaba bien de Podemos (aunque no de Pablo Iglesias). Concluía el artículo señalando que el problema de tal partido era que está dirigido por Pablo Iglesias. La demonización de Pablo Iglesias será lo último que el establishment político-mediático de este país dejará de practicar, si es que algún día lo hace. Después de todo, tanta hostilidad hacia tal fuerza política y hacia su dirección es el intento desesperado de mantener un statu quo que es insostenible. Hoy, este statu quo se reproduce no solo por la represión física por parte de los aparatos represivos del Estado, sino también (y sobre todo) por la represión intelectual, ideológica y mediática llevada a cabo por la mayoría de la gran prensa escrita y la televisión, tanto pública como privada, que promueven el pensamiento conservador y neoliberal dominante (homologable en el abanico político europeo a la ultraderecha europea), hoy altamente cuestionado por fuerzas progresistas emergentes basadas en la periferia y en el centro del territorio español, que exigen otra España mucho más democrática, mucho más justa y solidaria, mucho menos corrupta, mucho más transparente y mucho más plural, que reconozca, dentro de esta diversidad, la plurinacionalidad del Estado español. Su desarrollo y expansión es lo que determina tanta hostilidad por parte del establishment político-mediático del país, que por primera vez desde que se inició el régimen de 1978 se encuentra amenazado.
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