Bill y Melinda Gates durante un viaje a la India en 2011.-BILL AND MELINDA GATES FOUNDATION
MALEN RUIZ DE ELVIRA
http://www.publico.es/
Un ambicioso y aplaudido proyecto para mejorar la atención sanitaria en zonas rurales de la India, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, no ha conseguido su objetivo. El tratamiento de enfermedades como la diarrea y la neumonía en niños pequeños no ha mejorado, a pesar de la cuantiosa inversión hecha por la fundación del magnate informático, una de las más importantes del mundo por los fondos que maneja.
Esa es la mala noticia. La buena noticia es que esto se conoce porque la propia fundación financia evaluaciones de los proyectos piloto que selecciona, para saber si merecen ser aplicados a mayor escala y mejorar la efectividad de sus actuaciones en el futuro.
La estrategia o modelo de negocio que no ha dado resultado se basa en la telemedicina y en la franquicia social, un mecanismo que está de moda pero del que, como señalan los autores del estudio en la revista Health Affairs, se desconoce su impacto real en la población cuando se aplica al sector sanitario. Lo que ellos han encontrado, recogiendo datos de casi 68.000 niños en total (36.315 en 2011 y 31.635 en 2014), es que el programa Sky no mejoró los índices de tratamiento correcto o de prevalencia de las enfermedades.
La realidad es que en las zonas rurales de la India la atención primaria está normalmente a cargo de personas que no tienen cualificación médica y que cobran por sus servicios. “Los niños no reciben el tratamiento correcto para enfermedades comunes como la diarrea, a pesar de que es conocido, simple y barato”, comenta Manoj Mohanan, que ha dirigido la evaluación. El programa de WHP intentaba mejorar esta situación partiendo de lo que hay, para lograr que aumentaran los índices de tratamiento correcto para la diarrea infantil y la neumonía.
El modelo elegido fue la franquicia social, que adapta las herramientas de las franquicias comerciales a los sectores sociales en los que interviene el sector público, como es el sanitario, pero que es en realidad un servicio privado. Se parte de un franquiciador, que crea una marca y define una serie de servicios y protocolos, y de franquiciados, que se afilian pero funcionan de forma independiente. Los franquiciados pagan una cuota y parte de ellos pueden ser proveedores de medicamentos y otros productos sanitarios.
El programa buscaba entrenar y afiliar a miles de proveedores no titulados, creando una gran red a la que acudiría la población, pagando, para obtener mejores servicios de atención primaria, entre ellos diagnóstico y recetas de medicamentos. En la red participaban proveedores que ofrecían servicios de telemedicina, que permitían consultas por teleconferencia con médicos y transmisión de algunos datos del paciente, como los de auscultación, tensión arterial e incluso electrocardiogramas.
La red llegó a tener 9.000 franquiciados, muy por debajo de los 20.000 previstos, de los cuales la mayoría era proveedores que simplemente llamaban a un médico si lo consideraban necesario para que les aconsejara. Lo que pasó es que el impacto del sistema fue muy pequeño en las áreas estudiadas. Solo representaba el 6% de los proveedores privados, a los que acudían solo el 2,9% de los niños con diarrea y el 2,7% de los niños con síntomas de neumonía. La conclusión de la evaluación es que el efecto del programa fue nulo.
“El modelo de negocio se basó en suposiciones no probadas sobre la demanda, no solo respecto a la voluntad de los proveedores sanitarios de pagar por acogerse a la red sino también respecto a la disposición de los pacientes a pagar por disponer de mejores servicios sanitarios”, concluye Mohanan, que no descarta que una franquicia social pueda tener éxito, siempre que se comprendan bien los factores implicados.
Este duro golpe a la franquicia social en el sector sanitario llega después de que el programa Sky fuera aclamado en 2013 como ejemplo de emprendedor social por el Foro Económico Mundial, que le otorgó el premio Schwab. Posteriormente obtuvo otros importantes premios.
Mark Zuckenberg, el fundador de Facebook, que se ha sumado a la gran filantropía y acaba de anunciar que donará 3.000 millones de dólares para lo que él llama, de forma optimista, “eliminar” enfermedades en los próximos 10 años, tendrá que copiar también, en esto de la prudencia y las evaluaciones, a su amigo Bill Gates si no quiere despilfarrar el dinero, un riesgo que los expertos consideran elevado en este sector.
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