En lugar de ser patriota por vivir en un país que reconozca las libertades civiles, esto está lleno de animales que cruzan codazos en los bares o en algunos cuartos de banderas cuando se dan las circunstancias adecuadas
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Confieso que lo ignoro casi todo sobre los pensamientos íntimos de Gerard Piqué. Me gusta en general la forma en que resuelve las jugadas inquietantes para su portero. Y, sobre sus sentimientos patrióticos, debo decir que me importan una higa, que supongo que es lo que le pasa a él con los míos.
Me pasa lo mismo o casi lo mismo con Sergio Ramos. Solo que Ramos suele hacer más visible su compromiso con la bandera, lo que no me predispone en su favor, ni mucho menos.
En caso de que hubiera que comparar las actitudes de los dos jugadores, me veo obligado a poner en duda mi españolismo para inclinarme por la sobria actitud de Gerard Piqué.
Es algo parecido a lo que me sucede con la cabra de la legión, Millán Astray y coronel jefe del tercio. ¿Querían insultar a los Reyes los legionarios que desfilaban detrás de una enseña que reivindicaba al hombre que gritó “muera la inteligencia”? Quizá buscaban simplemente su anuencia al siniestro y estúpido grito. Supongo que el jefe del tercio recibirá una reprimenda por una acción tan propia de un oligofrénico. Y por lo demás, el incidente no tiene por qué pasar a mayores. Lo de la cabra se parece algo, salvando las distancias, a algunas acciones de Artur Mas. Y yo no he visto a Piqué reivindicar a Mas.
Lo del nacionalismo, el deporte, y las cabras, debería ser estudiado. En lugar de ser patriota por vivir en un país que reconozca las libertades civiles, esto está lleno de animales que cruzan codazos en los bares o en algunos cuartos de banderas cuando se dan las circunstancias adecuadas. Por ejemplo, yo me imagino muy bien al coronel jefe del tercio celebrando su gesto de valor con algunos compañeros de menor graduación, como me imaginaba a Artur Mas con sus consellers después de su afrenta gratuita al Rey en el Nou Camp.
Sería bueno que tuviéramos la madurez suficiente para no obligar a los deportistas a jugar con la selección, y desvincular así la máxima demostración de nacionalismo, que es el fútbol, y empezar a construir un patriotismo de los derechos y los deberes cívicos. Desde la escuela y la universidad, como le habría gustado a Unamuno, y no a Millán Astray.
Yo me niego a admitir, porque veo el fútbol con pasión, que los penaltis que comete, vaya usted a saber si por tradición, Sergio Ramos en cada partido sean exhibiciones de patriotismo que sirven de prólogo al gol salvador del último minuto.
Todo penalti es la expresión de una impotencia defensiva.
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