Alberto Senante
Más de 200 colectivos, entre ellos las principales “mareas”, convocan manifestaciones el 23-F en más de 50 ciudades de toda España en contra de los recortes y en defensa de los servicios públicos.
“Hay que salir a la calle para defendernos del golpe de Estado de los mercados, que imponen la agenda a los políticos”, sostienen desde la plataforma convocante.
Los tiempos han cambiado. Hace 32 años un teniente coronel de la Guardia Civil entraba en el Congreso de los Diputados pistola en mano al grito de “¡se sienten, coño!”. Hoy las pérdidas de soberanía son infinitamente más sutiles, y el próximo 23 de febrero serán miles de personas las que salgan a la calle para recuperar una democracia que, según ellos, está secuestrada por los mercados financieros y las instituciones internacionales.
La organización Marea Ciudadana ha convocado protestas en más de 50 ciudades españolas y varias capitales europeas en un día cargado de significados en la política española. “La fecha tiene un simbolismo muy claro”, comenta Paco Segura, miembro de esta plataforma. “Unos días después del 23-F la gente se manifestó a favor de la democracia. Ahora no estamos ante un golpe de Estado militar sino de los mercados, que marcan la agenda de los políticos, y por eso hay que volver a salir a la calle”.
La Marea Ciudadana es una plataforma que en apenas tres meses ya reúne más de 200 organizaciones. En primer lugar, surge como la unión de las diferentes “mareas de colores” que, sobre todo en Madrid y Barcelona, se han ido pasando el testigo de las movilizaciones contra los diferentes recortes durante más de un año. La verde educativa, la negra de la minería, la naranja de la intervención social, la blanca de la Sanidad… Tras el anuncio de la marcha el 23-F, se han unido asambleas del 15-M, organizaciones sociales, ONG, sindicatos minoritarios y partidos de izquierda.
“Se trata de una iniciativa que pretende reunir a las mareas y dar más fuerza a cada una de las organizaciones, porque no son reivindicaciones laborales sino asociadas a la pérdida de derechos”, explica el portavoz. El frente común sería “la pérdida de bienestar público”, por lo que la plataforma piensa continuar más allá de su puesta de largo del próximo sábado.
Unir las fuerzas
Desde esta plataforma se entiende que las distintas mareas habrían sido impensables sin el precedente del 15-M. “Son dinámicas nuevas, porque sus reivindicaciones van más allá del sindicalismo tradicional”, comenta Segura. Después del trabajo en los barrios y la dispersión por sectores laborales o en apoyo a colectivos como la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, para Marea Ciudadana ha llegado el momento de“coordinar las protestas” surgidas tras el 15-M contra “la misma agresión neoliberal a los servicios públicos”.
Las distintas mareas han conseguido pocos resultados concretos, a cambio eso sí, de mucho desgaste en los participantes de las protestas. A pesar del éxito de seguimiento en algunas como la educativa, la sanitaria, o la minera, se ha visto como los Gobiernos estatales y autonómicos, en general, han hecho oídos sordos a sus principales reivindicaciones. Su apuesta es ahora unir todas esas fuerzas para intentar así torcer el rumbo que marcan los recortes presupuestarios.
Esa es al menos la esperanza de Eva, que el sábado tomará un autocar desde el pueblo asturiano de Tineo para defender junto al resto de las Mujeres del carbón el mantenimiento de las ayudas para el sector de la minería. “Por supuesto que vamos, la Marea negra tiene que estar con el resto”, responde con rotundidad al otro lado del teléfono.
Para Eva, las comarcas mineras viven un momento crítico. Necesitan que la marea del 23-F sea un éxito. “Se tienen que dar cuenta que toda España está muy cansada de no tener trabajo, y que aquí estamos asfixiados, porque no nos dan ninguna opción”.
Tras la Marcha a Madrid del pasado verano, Eva reconoce que en las cuencas mineras venció el desaliento al verse “ninguneados por el Gobierno”, y se contagió la idea de que “tanta lucha no había servido para nada”. Pero al ver tan cerca el final de la minería se ha retomado la movilización. “Tenemos que pelear con uñas y dientes. ¿Cómo vamos a morir sin luchar?”, se pregunta.
Pero las mujeres y los hombres del carbón no sólo vendrán a Madrid para recuperar las ayudas para su sector. Antes de la convocatoria ya tenían pensado unirse a alguna protesta “en agradecimiento al pueblo madrileño”, y devolverles así la bienvenida que recibieron a su llegada a la capital.
Los colores de la protesta
En la asamblea de la Marea Verde de Madrid apenas tuvieron dudas de unirse a la organización de la marcha conjunta del 23-F. “Llevamos un año y medio pidiendo unidad, porque no sólo luchamos por la educación, sino por el bienestar social”, explica una docente que hace las funciones de portavoz, pero pide mantener su anonimato.
Desde la plataforma de profesores, padres y alumnos en defensa de la escuela pública consideran que con el paso del tiempo todos los ciudadanos se han visto perjudicados. “No hay ningún colectivo que no se haya visto afectado, nos han dado por todos lados”, se lamenta su portavoz
Las Mareas del sector educativo, de color verde en varias Comunidades Autónomas y de amarillo en Cataluña, fueron pioneras en movilizar a todos los implicados en protestar contra los recortes que les afectaban. Tras muchos días de huelga y tardes de manifestaciones, apenas han conseguido detener alguna de las medidas contra las que protestaban.
La marea verde ha visto como otros colectivos iban asumiendo el protagonismo de las movilizaciones. “Está bien que hayan surgido otras mareas, eso te anima”, comenta la portavoz, quien reconoce que la ola verde “ha decaído porque necesitaba coger aire”, pero también recuerda que “no ha muerto, y puede volver a alzarse” en cualquier momento.
Ahora todas esas mareas han decido unirse, y el próximo sábado se mezclarán por primera vez los colores que han protagonizado muchas de las principales manifestaciones del último año y medio. “Esta lucha no la ganaremos ninguno de los colectivos individualmente. El problema está en este modelo, y solo se cambiará si la sociedad apuesta por otro”, reflexiona esta profesora.
Su desafío es enorme, se han propuesto dibujar un arco iris en mitad de la tormenta.
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