martes, 29 de xaneiro de 2013

El duque capado


David Torres
Urdangarín ilustra muy bien la decadencia de la nobleza en España. Primero fue el duque de Feria, luego la duquesa de Alba y ahora el duque de Palma. Las tres son historias de sexo duro, el de Feria y la de Alba con jovencitos, pero el de Palma reservaba sus mejores erecciones para enviarlas por internet. Con el tiempo los historiadores van a pensarse que los ducados eran una marca de tabaco.
Como efecto secundario del bulto en la bragueta, a Urdangarín también quieren caparle el título nobiliario. Antes los políticos mallorquines se morían por asociar al yernísimo con la imagen de Palma y ahora parece que se le ha asociado demasiado. No quieren que un duque de importación acapare todo el mérito de la corrupción en las islas, como si los corruptos autóctonos hubieran trabajado tantos años para nada. Como si Matas, Antich y Munar se hubiesen dedicado al balonmano.
Por alguna especie de obstinación química, Urdangarín sigue apareciendo en las fotos pero lo cierto es que se lo ve menos cada día que pasa. Al parecer, Urdangarín entraba y salía de los despachos porque no lo veía nadie, un poco como Bárcenas, que tenía oficina y secretaria en Génova, pero que no constaba. El ex socio de Urdangarín, Diego Torres, sabía con quién se jugaba los cuartos y por eso guarda bajo llave más correos electrónicos comprometedores que Wikileaks. Lleva meses soltando información con cuentagotas y como encuentre en el disco duro alguna referencia cruzada del duque al tesorero del PP, ya puede prepararse Urdangarín, que le van a imputar lo del Gürtel y hasta el asesinato de Kennedy si en la comisión Warren sale algo de un balonazo.
Lo peor de acabar de ex duque es que ya tampoco ejerces de cuñado. El príncipe ni reparó en Urdangarín cuando fue a saludar a los jugadores de la selección de balonmano. El público presente no dedicó al duque ni un aplauso ni una pancarta ni un pésame ni una chirigota. Soprende esta educada reacción de la masa en medio de un evento deportivo. A lo mejor la gente que va al balonmano es más respetuosa que la que acude a los juzgados y ha preferido obviarlo al estilo de los informáticos de la Casa Real.
Después del exilio en el Museo de Cera, llega ahora el de la papelera de reciclaje. De seguir la condena de ostracismo, le van a quitar hasta el chándal y las medallas. A este paso Urdangarín corre el peligro de acabar como Trotsky, otro personaje incómodo al que también empezaron borrando de las fotos y los archivos oficiales hasta que Stalin terminó haciendo la revolución él solo con tres amigos: Lenin, Típex y Photosov.

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